ELECCIONES EN PERÚ
KEIKO
FUJIMORI HABLE A SOLAS CON SU CONCIENCIA Y ASUMA LA VERDAD
Por Roberto Mejía Alarcón
Joaquín Ramírez Gamarra ahora es un personaje de
alto vuelo en la política peruana. Sus aspiraciones, dicho esto sin doble
sentido, lo han llevado a alturas que a lo mejor nunca antes se imaginó. Es el
hombre de confianza de Keiko Fujimori, en lo político y en lo financiero. Tiene
supuestamente “plata como cancha” y por eso la candidata a la presidencia de la
República le tendría un aprecio sin límites, tanto que a pesar de los graves
enredos delincuenciales en los que, según terceros, se encuentra, no se atreve
a separarlo o por lo menos suspenderlo en el cargo que ostenta: Secretario
General de Fuerza Popular, la agrupación que hace cinco años, por lo menos,
viene haciendo gastos dinerarios a manos llenas, con la intención de reingresar
a Palacio de Gobierno. En palabras sencillas, retomar a cualquier precio lo que
no pudo o dejó de hacer el fundador de la “dinastía Fujimori”, hoy en prisión
por enriquecerse con los bienes del Estado y perverso violador de los derechos
fundamentales de la persona humana.
Joaquín, habría que llamarlo así, no tiene mayores
méritos que lo acompañen. No es un ideólogo, no se le conoce como un líder
político consagrado como tal, menos como orador. Por eso y luego de su presunta
metida de pata, a estas alturas, a lo mejor, debe estar pensando en qué mala
hora se le ocurrió decirle a Jesús Francisco Vásquez: ¿Tú sabes que la “China”
me dio 15 millones de dólares en la campaña anterior para lavarlos, para la
campaña del 2011 de las elecciones y yo los lavé a través de una cadena de grifos,
de estaciones de combustible?”. Claro, en esos instantes ignoraba que su
ocasional confidente y con quien hacía tratativas para adquirir aviones, era
nada menos que informante de la DEA y que le estaba grabando lo dicho. En estos
momentos quizá, tampoco, encuentre respuesta porqué su interlocutor le
repreguntó: ¿La “China” Keiko Fujimori te dio 15 millones de dólares para que
los laves? y él, inocente entre los inocentes, presto respondió: “Sí, me los
dio”.
Lo ocurrido con Joaquín, seguramente pasará a la
historia de la candidez, ya sea por torpe, simplemente bobo o “lengua larga”.
Pero lo mismo, según se lleven a cabo las investigaciones secretísimas que
acostumbra a realizar la Administración para el Control de Drogas -DEA- también
conocida como la Agencia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos
dedicada a la lucha contra el contrabando y el consumo de drogas, podría
ocurrir con Keiko e inclusive hasta salpicarle, con todo lo que eso significa
para alguien que se dedica a la política. Todo depende de lo que venga de ahora
para adelante.
En estas horas tan delicadas para el devenir de la
política nacional, hay muchos que creemos que para aclarar las cosas, lo mejor
es dejar de lado cualquier actitud hipócrita. No es echándole la culpa a otros
de sus propias desgracias, como alguien se puede redimir. La hipocresía, como
bien hace años hizo recordar José Ingenieros, no es otra cosa que el arte de
amordazar la dignidad, ella hace enmudecer los escrúpulos en los seres
incapaces de resistir la tentación del mal. Es falta de virtud para renunciar a
éste y de coraje para asumir su responsabilidad… Los seres rebajados por la
hipocresía viven sin ensueño, ocultando sus intenciones, enmascarando sus
sentimientos, dando saltos como el eslizón; tienen la certidumbre íntima,
aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, vergonzosos, nocivos,
arrufianados, irredimibles. Por eso es insolvente su moral: implica siempre una
simulación.
Y eso, señora Keiko Fujimori no merece el Perú de
hoy, no le corresponde a este pueblo anhelante de paz y de justicia y que, por
lo mismo, espera que haga usted el esfuerzo supremo de hablar a solas con su
conciencia, tomar decisiones sinceras y cortar las ramas podridas que, al
parecer, existen en ese árbol frondoso del fujimorismo, cuyo pasado millones de
compatriotas saben que no es tan recomendable.
Ojalá en un momento de autosinceridad proceda de
tal manera. Usted debe haber oído o leído que la producción, tráfico
internacional, comercio interno y consumo de drogas, se ha convertido
paulatinamente en un grave problema que atenta contra la estructura social, los
valores morales y en forma realmente dramática vulneran al propio Estado. No
creo que haya olvidado las andanzas criminales de Vladimiro Montesinos,
testa íntimo de su padre, el recluso Fujimori. Y si así fuera, le hago
recordar, entonces, que este drama afecta fundamentalmente a la célula familiar
y a la juventud, desquiciando los valores de la persona humana y de la
sociedad, impactando las formas de vida, tradiciones, culturas, provocando la
distorsión y la destrucción de una civilización humanista.
Señora Keiko Fujimori, aun está a tiempo. Tiene de
su parte un mañana que, si se esfuerza y encamina sus pasos, puede ser mejor.
Una vez más, recurra a la autosinceridad, no se deje ganar por el cinismo ni
por la hipocresía de muchos que, hoy, están a su lado, que ayer estuvieron en
otro y, más tarde, con toda seguridad emigrarán a lugares distintos, siempre y
cuando les convenga.
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