HUMANIDAD Y OLVIDO
TRAS EL RESCATE DE LOS 33 MINEROS VINO EL ABANDONO - EL JÚBILO SE TRANSFORMÓ EN GRAN TRAGEDIA
DESDE AHORA LOS RESCATADOS TENDRÁN UNA JUBILACIÓN VITALICIA
Por Walter Krohne
Hace cuatro años que
ocurrió el acontecimiento minero más impactante, al menos en la historia de la minería chilena,
cuando los 33 mineros, que quedaron atrapados en la mina San José de Copiapó,
norte de Chile, donde pasaron 68 dramáticos días y noches, fueron rescatados con un masivo apoyo
tecnológico dispuesto por el Gobierno de Sebastián Piñera y subidos a la
superficie.
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Todos a salvo, lo que originó una emoción profunda al verlos
salir desde las profundidades de la tierra, lo que conmovió no sólo a chilenos
sino que a los habitantes del planeta. Todos los países pudieron ver los
momentos de emoción en la mina San José al comprobarse que la verdadera tragedia
que había comenzado el 5 de agosto de 2010 había llegado a un final feliz.
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Un derrumbe en una mina de cobre y oro, sepultó a 32
trabajadores chilenos y un boliviano a 700 metros de profundidad. Luego de 17
días de búsqueda llegó lo inesperado: una prueba de vida en forma de un mensaje
manuscrito que decía: "Estamos bien en el refugio los 33". El "milagro" desató la euforia nacional en el país y
la puesta en marcha de una de las operaciones de rescate más complejas de la
historia reciente de la minería. Los familiares levantaron varias carpas
(tiendas) alrededor de la boca del
yacimiento, el 'campamento Esperanza', para darles fuerzas a sus seres
queridos.
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Para muchos de los rescatados el día 13 de octubre de 2010 había terminado una etapa en sus vidas y comenzaba una nueva, aunque todos eran personas distintas al día 5 de agosto cuando toneladas de rocas cortaron las vías que le permitían cada día a estos trabajadores poder volver a salir a la superficie y retornar a sus hogares. Ese día no fue más posible.
Para muchos de los rescatados el día 13 de octubre de 2010 había terminado una etapa en sus vidas y comenzaba una nueva, aunque todos eran personas distintas al día 5 de agosto cuando toneladas de rocas cortaron las vías que le permitían cada día a estos trabajadores poder volver a salir a la superficie y retornar a sus hogares. Ese día no fue más posible.
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Los especialistas en impacto mediático calculan que mil
millones de personas vieron lo que ocurría en la zona de Copiapó.
¿Cuántas lágrimas se habrán derramado alrededor del mundo? La emoción también
está globalizada. Pero acontecimientos de esta magnitud hacen aflorar diversas
facetas del ser humano. Muchas más que las emociones. Sobre todo si se trata de
un hecho que no tiene parangón en la historia de la Humanidad. Un
acontecimiento que justo ocurre cuando la tecnología permite estar en vivo y en
directo en las profundidades del socavón. Y que también hace posible un rescate
que antes jamás pudo realizarse.
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Más tarde, pasadas ya las celebraciones, abrazos y aplausos,
los 33 comenzaron a reintegrarse en la sociedad a la que siempre formaron
parte. Lógicamente, porque así es la
vida, surgieron los inevitables problemas que causaron enfrentamientos y
divisiones entre ellos, quedando atrás con
el tiempo el gran misterio de la profundidad de la tierra, donde se selló un
pacto secreto que ha quedado así, secreto, hasta el día de hoy.
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Si hoy se hacen balances, el optimismo de entonces desaparece
porque los planes de unidad y de trabajo
conjunto del comienzo se han desvanecido y sin exagerar, se puede decir que
cada uno ha tomado su propio camino. Este cuadro vino acompañado de problemas
derivados, como enfermedades, depresiones y rupturas familiares.
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Los 33 se sintieron abandonados por parte de las autoridades
que los rescataron y por la comunidad que los acompañó en los momentos
cruciales. Las acusaron de utilizar su propia desgracia para recorrer el mundo
diciendo: Los mineros en Chile no mueren.
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Como dijo entonces el columnista de KRADIARIO y de otros medios
Wilson Tapia Villalobos “quedarán para el balance que viene las diferencias que
en algún momento surgieron. Un grupo de trabajadores contratistas se sintió
segregado. Resulta aberrante que las diferencias que impone el sistema
económico vigente persistan hasta en los momentos en que está en juego la vida.
Eso da la dimensión de lo que ocurre en el mundo del trabajo. En este mundo
neoliberal, en la economía global. La externalización no sólo permite hacer
economías a la empresa. También marca diferencias muy graves entre los
trabajadores propios y “los de afuera”. Esta es una práctica discriminatoria
que se ocupa en toda la minería, grande y mediana, empezando por la gigante
Codelco. Los trabajadores de primera, de segunda y de tercera existen. Los de
primera son los propios. Los otros, externos. Ojalá esta tragedia sirva para
alumbrar ese recoveco que maltrata a tanto obrero chileno. Y lo hace de la
forma más hipócrita posible. No es la gran empresa la que paga malos sueldos.
Son las compañías pequeñas que prestan servicios a los grandes".
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Sin embargo, a pesar del pensamiento del escritor Tapia, la realidad de la minería chilena y la excesiva
falta de seguridad en las minas es la misma de antes. Los dueños de la mina San
José no fueron sancionados como debería haber sido y todo sigue exactamente
igual , salvo que el actual Gobierno anunció que entregará una pensión vitalicia de 315 mil pesos (US$ 552) a los 33 mineros. “Algo es algo,
peor es nada”, comentaron la noticia en los círculos de trabajadores mineros.
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Al hacer el anuncio, el intendente de Atacama, Miguel Varas,
señaló que esto “busca reparar las promesas incumplidas de la administración
anterior”, que fue la que rescató a estos trabajadores con vida.
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