El embajador de Chile en Uruguay cree que la
ultraderecha está detrás de los ataques con bombas en su país.
Eduardo Contreras es
conocido por haber sido el abogado de derechos humanos que, junto con la
histórica dirigente comunista chilena Gladys Marín, inició un juicio por el que
fue desaforado el ex dictador Augusto Pinochet en 1998. Milita desde hace 50
años en el Partido Comunista, cuyo Comité Central integra, y era diputado en el
momento en que Pinochet dio el golpe de Estado, en 1973. A partir de entonces,
Contreras pasó largos años exiliado en Panamá, Cuba y México. El político
también es periodista y fue subdirector del semanario El Siglo, del Partido
Comunista, hasta que asumió en mayo como embajador en Uruguay. En ese medio
publica una columna semanal desde hace 25 años.
-¿Cómo evalúa el regreso de su partido
al gobierno por primera vez desde 1973?
-El ingreso del Partido Comunista a Nueva Mayoría
[la coalición de gobierno] marca un antes y un después. Nosotros no estuvimos
de acuerdo con la forma en que se terminó la dictadura, porque se habían
establecido pactos. Hubo sectores de la política chilena -la derecha, pero
también de la Concertación [coalición ahora sustituida por Nueva Mayoría]- que
negociaron, y eso a los comunistas no nos pareció. Los problemas que tenemos
como democracia se deben a que Pinochet no fue nunca derrotado, y eso crea una
democracia a medias y genera la necesidad de cambios de fondo. Esos cambios de
fondo nunca los vimos en programas de gobierno anteriores. Pero ahora está
presente la reforma tributaria -que ya es realidad, apenas unos meses después
de que Michelle Bachelet asumiera en marzo-, la reforma laboral y, lo más
importante, que es una nueva Constitución. Lo que nos suena mal es que tengamos
una democracia que se enmarca institucionalmente en una Constitución que es
autoritaria, una Constitución que Pinochet impuso en 1980 por la fuerza. A este
gobierno sí hay que apoyarlo; hay reforma educacional, hay reforma tributaria,
hay reforma de la Constitución. ¿Lo lograremos? Dependerá de la lucha del
pueblo.
-¿Cómo va la convivencia con la
Democracia Cristiana?
-Bien. No es fácil, y en ese caso Uruguay es un
ejemplo. Ustedes crearon el Frente Amplio en una época en que nosotros creamos
la Asamblea Popular. Nosotros conseguimos ser gobierno y nos derrocaron.
Ustedes no fueron gobierno antes, lo han sido ahora y por lo tanto la alianza
entre socialdemócratas, marxistas y cristianos es sólida en Uruguay, tiene
muchos años. En Chile es un experimento que recién comienza. Es cierto que hubo
un asomo durante el gobierno de Allende, y hubo contactos de sectores
progresistas con la democracia cristiana, pero nunca llegó a establecerse una alianza.
Yo diría que estamos asistiendo al comienzo de la aceptación de un gran
compromiso. Si ese compromiso resulta, creo que ayudará de una manera muy
importante a la estabilidad democrática de Chile hacia el futuro. Pero es un
proceso. Hoy día hay, de ambos lados, visiones muy distintas en muchos temas.
No es igual la relación Partido Comunista-Democracia Cristiana en Uruguay que
en Chile. Entre otras cosas, porque la directiva demócrata cristiana de 1973
apoyó el golpe. Eso es algo que pesa mucho en la sociedad chilena, aunque es
cierto que con posterioridad estos mismos dirigentes lucharon contra la
dictadura.
-¿Cómo funciona la colaboración entre
Uruguay y Chile en políticas de derechos humanos vinculadas con sus dictaduras?
Nos admira mucho la adhesión de masas que se
expresa en hechos como la Marcha del Silencio. La vi bajo la lluvia. Eso en
Chile nunca lo hemos tenido. Marca un respaldo a la lucha contra el olvido; la
memoria está presente. En Chile, la lucha carece de universalidad. Los
estudiantes no tienen nada al respecto entre sus reivindicaciones, la central
de trabajadores tampoco. Sin embargo, en Chile -sin ese respaldo- judicialmente
se ha avanzado bastante más. Uno puede pensar que si tuviéramos el apoyo que
hay en Uruguay esto sería mucho mejor. Creo que es importante el acuerdo de
intercambio de información sobre los juicios por violaciones a los derechos
humanos que se firmó cuando vino Michelle [en setiembre]. Esa información mutua
puede servir mucho para el avance de los procesos. Nosotros estamos tratando de
ayudar en todo lo que tenga que ver con el esclarecimiento de crímenes de
uruguayos que fueron asesinados en Chile. Habían ido a Chile a buscar asilo;
muchos fueron llevados al Estadio Nacional; también hay víctimas fatales y
desaparecidos. He conocido a muchos ex presos políticos uruguayos y he tratado
de ayudarlos.
-Hace poco se derogó la ley de amnistía
en Chile.
-Era un decreto-ley, el 2.191, de 1978, que a
partir de nuestra querella [contra Pinochet] en 1998 dejó de aplicarse, por lo
tanto su supresión actual es simbólica. Pero ojo, el gobierno ha hecho bien al
pedir la “anulación”, no la derogación. Si se derogaba quería decir que había
sido válido y que todos los crímenes cometidos antes podían volver a
discutirse, y no se hubieran podido reabrir los casos cerrados por la ley. En
cambio, si la anulas, lo que estás diciendo es “nunca existió”, porque tuvo un
origen espurio; nunca la discutió un Congreso.
-En Chile hay ante las reformas
expectativas muy fuertes tanto como resistencias.
-Una de las características de la sociedad chilena
es una radicalización de las posiciones políticas. Aquí nadie se reconoce de
derecha ni partidario de la dictadura. En Chile se reconocen y se enorgullecen.
Creo que hay un porcentaje no inferior a 25% de la población que sigue siendo
nostálgico de Pinochet y de la dictadura. La reforma tributaria, que toca los
bolsillos de las grandes empresas, y la reforma de la Constitución, que para mí
y para cualquier persona normal son cambios necesarios, para la derecha
fascistoide son la revolución marxista. Por lo tanto, yo no tengo ninguna duda
de que estos actos terroristas que se han registrado son de la ultraderecha. Es
lo mismo que hacían cuando Allende, aunque usen elementos anarquistas.
-¿Usted dice que son anarquistas
instrumentalizados por la ultraderecha?
-Mi lógica es la siguiente: cuando no hay cambios
no hay terrorismo. ¿A quién le interesan los actos terroristas? A la derecha, a
la derecha empresarial. Y no siempre actúan los derechistas en los hechos.
Cuando [durante el gobierno de Salvador Allende] el grupo Patria y Libertad
empezó a actuar por la CIA, eran casi de izquierda. Yo esos cuentos ya los
conozco. Pero no creo que el terrorismo llegue mucho más allá. La derecha se va
a oponer, se seguirá oponiendo y tratará de negociar todo lo que pueda para que
las reformas sean lo más débiles que sea posible. Pero además hay un sector,
sobre todo en la juventud, que tiene muchas expectativas. Esto que estamos
peleando ahora no es más que recuperar lo que teníamos. Chile siempre tuvo
educación gratuita. Yo soy hijo de modestos trabajadores y pude ser abogado
porque la educación era gratuita y de calidad. Esto se acabó en 1973 con la
dictadura. Entonces a estos jóvenes de hoy hay que decirles: cálmense, sólo
estamos recuperando lo que siempre tuvimos: educación gratis, salud gratis, que
todavía no la hemos recuperado, la política tributaria del pasado era mucho más
progresista que la de ahora. Por lo tanto, estamos volviendo a ser el Estado
democrático avanzado que nos dio un lugar en América Latina hasta 1973. Ahora
me parece sano y natural que se exija más: si se puede dos, ¿ por qué no exigir
cuatro? Pero el método del terrorismo masivo nunca fue de la izquierda. La
izquierda podrá llegar a considerar el uso de la vía armada, pero eso no tiene
nada que ver con el terrorismo. La revolución cubana no es un método
terrorista. Lo que me interesa es que los jóvenes apoyen los cambios y no se
transformen, sin querer, en enemigos del progreso.
-¿Qué sabe de esos grupos “antisistema”
chilenos?
-Chile es el país con la mayor desigualdad del
mundo. Eso explica que haya un margen muy grande de descontento. Si a eso le
agregas un apagón en un Chile culto, durante la dictadura, eso hace que no
florezcan ideas científicas respecto del desarrollo de la sociedad y nazcan
ideas extravagantes. Antes de ser embajador fui decano en una escuela de
derecho de la Universidad Arcis [Arte y Ciencias Sociales, privada]. Yo veía en
los rayados [grafitis] cosas como “muera el gobierno”. Al margen de si tú
quieres o no que muera el gobierno, hay una cierta lógica, estás hablando de un
sector político que gobierna. Pero luego los rayados de los grupos anarquistas
eran “muera el Estado”. La organización política de la sociedad no puede morir,
no se mata al Estado. Al final encontré un rayado que decía “muera la
sociedad”. Creo que las dictaduras engendran estas cosas. Hoy vivimos en un
mundo donde las perspectivas revolucionarias no existen a corto plazo. Los
jóvenes viven en una gran desigualdad, sin expectativas, no hay luces que
muestren el camino. Ahora, si resultan las reformas será distinto.
Marina González- Medio electrónico LA DIARIA de Montevideo.
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