EN BRASIL
LAS ELECCIONES A LA LUZ DE LA HISTORIA ANTI-PUEBLO
Por Leonardo Boff
.
Nada mejor que leer
las actuales elecciones a la luz de la historia brasilera con la tensión entre
las élites y el pueblo. Voy a valerme de la contribución de un historiador
serio con formación en Roma, en Lovaina y en la USP de São Paulo, el padre José
Oscar Beozzo, una de las inteligencias más brillantes de nuestro clero.
Dice Beozzo: «la cuestión de fondo en nuestra sociedad es la
del derecho de los pequeños a la vida, amenazada siempre por la abismal
desigualdad de acceso a los medios de vida y por las exiguas oportunidades
abiertas a las grandes mayorías del piso de abajo.
Como nos enseña Caio Prado Júnior, nuestra desigual
formación social reposa sobre cuatro pilares difíciles de remover: a) la gran
propiedad de la tierra concentrada en las manos de unos pocos, de tal modo que
no haya tierra “libre” y “disponible” para quien la trabaja o para quienes
fueron sus dueños originarios, los pueblos indígenas; b) el predominio de la
monocultura; c) la producción enfocada al mercado externo (azúcar, tabaco,
algodón, café, cacao y hoy soja); d) el régimen de trabajo esclavo.
La independencia de Portugal no alteró ninguno de esos
pilares. Los que en aquella época soñaron con un Brasil diferente proponían el
cambio de la gran propiedad por la pequeña propiedad en manos de quien la
trabajaba; de la monocultura por la policultura, de la producción para el
mercado internacional por otra dirigida al autoconsumo y al abastecimiento del
mercado interno; del trabajo esclavo por el trabajo familiar libre. Esto pudo darse
en pequeñas regiones periféricas a las monoculturas tropicales, en la sierra
gaucha y catarinense, con colonos alemanes, italianos, polacos, en una
propiedad más democratizada.
Hubo una oposición general de los grandes propietarios
esclavistas a cualquiera de esas medidas y fueron eliminados a sangre y fuego
los levantamientos populares que apuntaban a cualquier medida democratizadora
en la economía, en la política y sobre todo en las relaciones laborales. Basta
recordar algunas de esas revueltas: la insurrección de los esclavos Malês en
Bahía, la Balayada en Maranhão, la Cabanagem en la Amazonia, la revolución
Playera en Pernambuco, la Farroupilha en el Sur.
La revolución del 30, con su rasgo nacionalista, desplazó
aunque parcialmente el eje del país del mercado externo hacia el interno; del
modelo agrario exportador al de sustitución de importaciones; del dominio de
las élites exportadoras de café del pacto Minas/São Paulo hacia nuevos líderes
de las zonas de producción para el mercado interno, como las de arroz y charque
de Rio Grande del Sur; del voto restringido al voto “universal” (menos para los
analfabetos, en aquella época todavía mayoría entre los adultos), del voto
exclusivamente masculino al voto femenino; de las relaciones de trabajo dictadas
solamente por el poder de los patrones a su regulación, por lo menos en la
esfera industrial, con la creación del Ministerio de Trabajo y de las leyes del
trabajo enfocadas hacia la clase obrera. No se consiguió tocar el dominio
insoslayable de los propietarios de tierra en la regulación del trabajo dentro
de sus propiedades, lo cual ocurrirá sólo después de 1964, con el Estatuto del
Trabajador Rural.
Getulio implantó una política corporativista de
apaciguamiento entre las clases y de “cooperación” entre capital y trabajo,
entre los obreros y los capitanes de la industria en torno a un proyecto de
industrialización y de defensa de los intereses nacionales.
En esta campaña electoral ciertos medios de comunicación han
creado el eslogan: “Fuera PT”. Se busca acabar con la dictadura del PT para
instaurar la “dictadura del mercado financiero”. ¿Qué es lo que molesta
realmente? ¿La corrupción y el “mensalón”?
A mi modo de ver, lo que incomoda, pese a todos sus límites,
son las medidas democratizadoras como la Pro-Uni, los cupos en las
universidades para los estudiantes venidos de la escuela pública y no de los
colegios particulares; las cupos para aquellos cuyos abuelos vinieron de las
bodegas de la esclavitud; la reforma agraria, mucho menor todavía de lo que sería
necesario; la demarcación y la homologación en área continua de la tierra
Yanomami contra media docena de arroceros apoyados por el coro unánime de los
latifundistas y del agronegocio, así como todos los programas sociales de Bolsa
Familia, Luz para todos, Mi Casa, mi Vida, Más Médicos y de ahí por delante.
Nunca molestó a estos críticos que el Estado pagase los
estudios a jóvenes estudiantes de familias ricas que dieron a sus hijos una
buena educación en escuelas particulares, lo que les franqueó el acceso a la
enseñanza gratuita en las universidades públicas, profundizando la desigualdad
de oportunidades. Esos estudios cuestan mensualmente al Estado en los cursos de
Medicina de seis a siete mil reales. Nunca protestaron esas familias contra esa
“bolsa-limosna” dada a los ricos, considerada como un “derecho” debido a sus
méritos y no como un puro y escandaloso privilegio. Son los mismos que se
niegan a ejercer de médicos en el interior y en las periferias que no disponen
ni de un solo medico.
Los que suben el tono diciendo que en el país todo va mal,
que pese a la mejora del salario mínimo, la creación de millones de empleos, la
ampliación de las políticas sociales dirigida a los más pobres, la creación de
Más Médicos, se posicionan en contra de las políticas del PT que pretenden
asegurar derechos ciudadanos, ampliar la democratización de la sociedad,
combatir privilegios y sobre todo poner un poco de freno (insuficiente a mi
modo de ver) a la ganancia y a la dictadura del capital financiero y del “mercado”.
Esta es la razón de mi voto para otro proyecto de país, que
atienda las demandas siempre negadas a las grandes mayorías. Por eso, voté a
Dilma en la primera vuelta y lo volveré a hacer en la segunda, respetando otras
opciones».
Me asocio a esta interpretación, también en el voto a Dilma
Rousseff.
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