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lunes, 11 de noviembre de 2013

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ROXANA MIRANDA: VOZ POPULAR

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Roxana es candidata y enfrenta reciamente los desafíos que exige tal oficio. Se ve una mujer autóctona y auténtica, de hablar fácil y con un tono de voz parecido a Violeta Parra. Su discurso es retador y también un lamento. Son las dos realidades del pueblo más pobre que ella representa. Ese pueblo está bien representado, pues esta mujer no se arredra, no teme, no se achica ante las preguntas pseudo-técnicas de los periodistas. 

Simplemente les responde exponiendo la realidad propia de pueblo desatendido. Porque ella no necesita abarcar el universo de problemas del país, le basta con los problemas sociales, para eso está en campaña.
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Roxana desubicó al sistema formal de las candidaturas; ella dejó perplejos y mudos a los interrogadores y despertó las simpatía de los demás candidatos. Ella sabe que no va a ganar, pero sabe que es una voz que no puede seguir ausente en la política nacional. Lo importante  es que se atrevió, que encaró, que no se retractó de nada de lo obrado y dicho a través de su trayectoria de luchadora social.
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Sabe que los “encapuchados” juveniles producen desmanes en la propiedad pública y privada; no dice que eso esté bien, pero tampoco los recrimina; dice que los entiende, pues sus formas de lucha constituyen una simple respuesta a la violencia que sobre ellos ejercen, y han ejercido también  sobre sus padres. Además señala que esos que han violentado por generaciones a las familias pobres, se han puesto la capucha de la institucionalidad represiva o económica. Esos encapuchados viven felices y con la conciencia cercana a Dios, ese Dios que establece otra institucionalidad protectora y que les tranquiliza la conciencia, lo poco que les queda y a los pocos  que la poseen.

Ya, hace unos cuantos siglos y en medio de un clima pre revolucionario, el Marqués de Sade acusaba a su sociedad de injusta, claro que lo hacía desde su posición  de noble. Señalaba que debían abrirse las cárceles y dejar en libertad a todos los allí enclaustrados, pues eran inocentes, víctimas de un nacimiento, de un sistema oprobioso y de  falsas acusaciones. Que los verdaderos delincuentes estaban en las calles, en los palacios y en todos aquellos que oprimen a esa pobre gente, a las que se les negó todo, se las acusa de todo y se les castiga por todo.

Roxana, con su lenguaje popular pero categórico, va sembrando una conciencia contestataria, desafiante y propositiva, desde su posición social. No pretende dar cátedra de economía ni de sociología ni de política internacional. No es su interés ni lo podría hacer, pero es capaz de decir que sabe arreglárselas en la vida con un presupuesto familiar con el que hasta el más brillante de los ministros de hacienda o economía caería en la quiebra o colapsaría.
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No le pueden dar lecciones sobre la salud, pues ella vive cada día las carencias del sistema; de la ecología pues saben que el medio ambiente de los sectores populares se deteriora día a día; sobre delincuencia, qué decir, pues ella sabe que el 40% de los jóvenes que habitan los barrios periféricos de las grandes ciudades de Chile no trabajan ni estudian. Es decir, están a merced de la frustración que aprovecha el narcotráfico, la drogadicción y la delincuencia de todo tipo.
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Ella sabe que más carabineros pueden tranquilizar a los barrios acomodados, pero no son dique para contener una marea en alza, como es la falta de destino de los jóvenes pobres.
Roxana tiene conciencia de la ignorancia de su gente, pues la educación del pueblo no solo es insuficiente, simplemente es una vergüenza nacional.
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Roxana sabe que Chile está asentado sobre una plataforma frágil de injusticias extremas, de inequidad y de indiferencia. Sabe que nuestra cultura ha derivado hacia el individualismo consumista e insolidario, que el empresariado dejó de ser productivo e integrador, para convertirse a la sevicia especulativa y hasta la delincuencialidad operativa de los atajos de la legalidad. Los escrúpulos y la ética han sido canjeados por la ganancia rápida y fácil; el esfuerzo no aspira a construir dignidad a través del trabajo, sino la prepotencia del tener a costa de lo que sea.
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El pobre hombre que habita esta tierra se siente cada vez más humillado y ofendido por no exhibir los bienes de consumo que se instalan en reemplazo de la riqueza personal que nos elevan en términos  humanos.

Cual autómatas buscamos poder, prestigio y riqueza, pero ninguno de estos poderes pasa por la prueba de la blancura, y sin embargo todos van en la pista corriendo hasta desgañitarse y haciéndose toda clase de trampas, mientras los medios de comunicación de masas acreditan esta “carrera de los necios” como la gran prueba de la vida, en vez de denunciarla como la huida suicida de los monstruos.
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Incluso cuando se burlan de su decir y apariencia, Roxana les espeta a los agresores ilustrados con palabras humildes pero sabias: “Con gusto les hago el aseo de sus casa, pues lo hacen miles de mujeres de mi clase y con dignidad y esfuerzo se ganan su salario, que a ustedes sirve, pues les cuidan sus hogares, les crían a sus hijos y les permiten salir a trabajar y ganar mucho dinero”.

Si esa no es una gran respuesta, entonces díganme cuál lo es.

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