22-11-2013-KRADIARIO-879
LOS GRUPOS DE SIEMPRE QUE SE APROVECHAN DE UNA BAJA VOTACIÓN PARA TRATAR DE CAMBIAR EL SISTEMA DEMOCRÁTICO
Por Walter Krohne
Chile es un país inestable en el pensamiento cuando se
confronta el modelo vigente o la ruta elegida
por la que se quiere llegar a un determinado punto u objetivo, con el comportamiento humano, que a veces se manifiesta con una conducta no “apta para cardiacos” y que es el
momento que aprovechan los sectores más desesperados
para obtener ventajas y poder cambiar el
rumbo de toda una sociedad.
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Esto es lo que estamos viendo en esta etapa post electoral
de primera vuelta, cuando se critica abiertamente la votación voluntaria de los
chilenos que ha sido inferior a lo que se pensó en un comienzo. La reacción es
drástica: No, este sistema no funciona porque el chileno es flojo, se levanta
tarde y no va a votar o no le interesa la política. Sin embargo, ninguno de los
pensadores de siempre, que son demasiados en Chile, está dispuesto a analizar el problema con una mayor
profundidad.
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Primero que nada no hay que olvidar que tuvimos una
dictadura que terminó con todo lo que olía a política y significó un gran
quiebre cívico: cerraron los institutos de estudios políticos, los políticos
fueron encarcelados o asesinados, entró en vigencia una Constitución, aún
vigente, que limita una serie de
actuaciones políticas, y no hubo elecciones libres que pudieran abrirle los
ojos a los chilenos que nacieron a fines de los sesenta, principios de los setenta
o inmediatamente después del golpe. Es decir todos los niños que llegaron a los
años 1989-90 en edad para poder comenzar
a sufragar.
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Posteriormente vinieron los gobiernos democráticos a partir
de 1990, cuatro de la Concertación y uno de la Alianza, en los cuales las prometidas
reformas del modelo político estuvieron o han estado lejos de convertirse en realidad. No hay que
olvidar que hasta una década y media después de iniciarse la redemocratización
existían todavía los senadores designados, de los cuales el mismo Pinochet fue
uno de ellos, como también la antigua versión del Consejo de Seguridad
Nacional (COSENA), antes del 2005, donde los Fuerzas
Armadas ejercían un poder casi superior al del propio Presidente de la
República.
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Las nuevas generaciones se encontraron de pronto con un
Congreso de dos cámaras y una serie de autoridades elegidas por el voto popular
a lo largo del país. Nadie les explicó de que se trataba. Los colegios y escuelas
no contemplaban ya clases de educación cívica. Los “nuevos” en democracia no se manejaban con conceptos como partidos
políticos ni movimientos sociales y hasta hoy a los nuevos votantes les es
difícil diferenciar entre un senador, un diputado y un core, este último concepto
que a muchos les ha venido a complicar más aún la existencia cívica.
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Todo esto debe manejarse hoy con mucho cuidado y trabajando
en profundidad, porque no se trata de volver atrás cada vez que la
modernización democrática no de los resultados esperados. Ya lo vemos muy a menudo
con la reforma o anulación del sistema electoral binominal. Cuando a una
coalición le va electoralmente bien, abandona todo interés por cambiar las
cosas, pero si no le va bien comienzan a despotricar contra el sistema
surgiendo de inmediato nuevos proyectos.
Y esto ocurre tanto en la Alianza como en
Nueva Mayoría.
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¿Qué pasó esta semana con los diputados de Michel Bachelet
que simplemente no votaron por la eliminación del actual binominal a pesar de estar
presentes en el edificio del Congreso?
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Quizá lo hicieron tras pensar que en las últimas elecciones,
con diez doblajes, no les fue tan mal, lo que les daría pie para revisar a futuro la vigencia de este sistema electoral. Total
da lo mismo como se elijan a los representantes del pueblo.
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Ahora, en materia de votación, estamos ciertamente en un nivel levemente inferior al cincuenta
por ciento del número de electores. Esto
produce un gran escándalo en parte de la clase política, y se argumenta que el sistema no sirve, comenzando ya a crearse grupitos, especialmente en la
derecha, que aparece electoralmente como perdedora, para cambiarlo todo. Esto
es completamente absurdo, ya que hay que crear las condiciones para que el sistema
funcione como ocurre en otros países, mucho más desarrollados que Chile y también mucho más “viejos”, como Alemania, por ejemplo, 73% en 2013; España 71%
en 2011; o Reino Unido, 65,1% en 2010 (Otros: Colombia 2010: 44% o Venezuela 2013: 79%).
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Nunca el sistema empleado va a ser perfecto, pero nos
permitirá decidir en democracia si queremos ir a votar o no, que es lo más importante.
Es nuestra propia decisión y libertad la que está en juego. Lo otro es lo de antes cuando se obligaba a
las masas a ir si o si a las urnas, tuvieran o no una idea por quién votar, porque
de lo contrario los ausentes o “rebeldes” frente al sistema serían puestos ante
un juez como infractores o casi como “delincuentes”.
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Todavía no hay en Chile clases de educación cívica, tampoco
las municipalidades se preocupan de explicarle a la comunidad de cómo funciona
el sistema político chileno, qué es lo que se debe cambiar, la importancia que tiene
el hecho de participar en política, destacar la ignorancia de algunos
santiaguinos en el día de la elección que declaran desde Viña del Mar que se fueron a la playa porque “les carga la política”.
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Un factor que debe ser considerado, al menos en las presidenciales,
es que no deberían ir a la competencia nueve candidatos como ocurrió el
domingo. Es una enorme variedad de puntos de vista que en el fondo llegan todos
a la misma conclusión que es la desigualdad que origina el modelo económico,
pero no se dan soluciones concretas. Es democrático que se presenten como
candidatos todos quienes crean que pueden hacer aportes reales, pero el número
debe pasar por un cedazo que deberían ser las elecciones primarias generales y obligatorias.
Este filtro lo superarán sólo los candidatos
que logren una votación superior al 5 por ciento. La existencia de casi diez
candidatos originó confusión en una parte del electorado que no fue a votar por
esta razón o porque no entendió la importancia que tenía este acto electoral.
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Tomar en cuenta estas sugerencias evitará el deterioro de
nuestro sistema electoral y por último nuestra democracia que ha sido difícil
de reconstruir.
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