25-11-2013-KRADIARIO-880
EL PRESIDENTE INSISTE
Por Hugo Latorre Fuenzalida
El presidente Sebastián Piñera es hombre optimista y
pertinaz. Sostiene la tesis que Chile está ad portas del desarrollo, que somos
la estrella de América Latina, que nunca la gente ha estado mejor que ahora.
Siempre hemos dicho que el observador
siempre influye sobre lo observado, más aún, el observador es moldeado por
quien lo ha formado y preservado. Es decir, desde ya hace bastante tiempo que
la objetividad se ha descartado como absoluto….es cuando mucho un punto de
vista más, que requiere confrontación profunda y permanente.
Pero como al Presidente no le interesa la
teoría del conocimiento y vive su vida en una especie de campana de vidrio, lo
dejaremos terminar en paz su período soñando como un Hamlet en su soliloquio
que lo lleva a concentrarse sobre la duda del Ser, que para él será siempre una
afirmación de su propio Ser, como un Luis XIV cualquiera, o como ese noble
inglés que nunca se negaba a una designación real y que le llevó a afirmar:
“con un poco más de fortuna podré llegar
a Papa”.
La verdad es que por más que insista el
Presidente y sus corifeos, Chile está a años luz de ser un país desarrollado.
Podríamos dar una larga lista de razones y cifras que avalen nuestra postura,
pero como a las personas-igual que los enamorados- al perder el freno neuronal
sólo ven lo que su ilusión permite, entonces es en vano intentar cualquier
argumento, pues, además, los políticos son como el peor de los ciegos, es decir
de aquellos que no desean ver.
Entonces el Presidente insiste: hemos hecho
las cosas extraordinariamente bien,
estamos ad portas de ser un país desarrollado, nuestra economía crece a ritmo
extraordinario, tenemos casi pleno
empleo, somos el mejor país de la
región, etc., etc. Pensará que de tanto repetir estas frases, algo quedará en
la mente de las personas menos informadas……¿Creo que un alemán famoso
decía algo parecido?...Algo como
“Miente, miente…que algo queda”. En este caso no es que el Presidente
mienta….simplemente sueña despierto, y confunde sueños con realidad, la
imaginación con los hechos.
No queremos decir, con nuestra postura, que
Chile no se pueda desarrollar; todos deseamos que así sea, pero sabemos por
historia comparada que este no es camino al desarrollo. Para desarrollarse se
necesita crecer con armonía, de lo contrario no es crecimiento, es simplemente
deformidad. Para desarrollarse, se debe tener una multiplicidad de áreas de la
economía trabajando en simbiosis; pues
en Chile no tenemos industrias y gruesa parte del multiplicador y acelerador de
la inversión se va hacia afuera, enriqueciendo a otras economías y frenando el
potencial de la nuestra.
Al tener escasa red de interacción
industrial, se crean pocos empleos y además mal pagados, pues nuestra economía
dominante es de materias primas, entonces tenemos una mano de obra de poca
calificación y baja productividad, todos estos, elementos que consolidan el
atraso antes que el desarrollo.
Como no tenemos industria, tampoco nos
ocupamos del desarrollo científico y tecnológico, por tanto nos insertamos en
el mercado mundial con productos menguantes y no con estrellas nacientes, lo
que nos augura una falta de competitividad internacional a largo plazo.
Nuestra economía no presenta un curso de
crecimiento estable, sino que vive
afectada por los ciclos económicos internacionales, entonces las etapas
cíclicas positivas no dependen de la genialidad de nuestros gobiernos sino de
las bonanzas en los precios de nuestros productos, y nuestro auge actual es uno
de esos ciclos caídos como maná del cielo.
Es cierto que hemos tenido también un
terremoto, pero si bien eso puede afectar la producción en un período corto,
por otra parte se convierte en un
estímulo a la modernización de nuestros bienes de capital productivo y la
reconstrucción ayuda a alimentar un dinamismo económico extraordinario. Este
ciclo también lo estamos viviendo ahora, pero bastante menos intenso de lo que
pudo ser, debido a que el gobierno no alentó un programa nacional de
reconstrucción y se conformó con reponer la infraestructura pública, dejando a
los privados al albur de su suerte y de las tasas de interés de un sistema
financiero de alta renta.
En consecuencia, por el lado de la
educación, tenemos una formación retrasada en décadas, además de mal orientada
y peor gestionada. Somos una población literalmente “mal educada” e
insuficientemente educada, lo que hace más complejo alcanzar el desarrollo.
En salud, tenemos los peores registros de
desempeño público en salud, tanto física como mental. Es cierto que ahora
existen menos enfermedades de pobreza material, pero está siendo largamente
compensada por enfermedades modernas, derivadas de un estilo de vida insano,
patogénico y alienante.
Finalmente, somos una sociedad
institucionalmente rígida, incapaz de acoger procesos innovadores, tan propios
de las sociedades desarrolladas. Tenemos constituciones autoritarias y
anquilosadas, un vacío organizacional de las sociedades intermedias, lo que
plantea un modelo poco democrático. La rigidez cadavérica de nuestro sistema
político, nos vuelve poco aptos para desarrollarnos, constituyendo una especie
de zapato chino, que enlentece el caminar y deforma.
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