29-11-2013-KRADIARIO-880
CONCLUSIÓN BINOMINAL
CONCLUSIÓN BINOMINAL
Por Felipe Portales
Es sabido que el signo permanente de nuestra
“transición” (en rigor, de la consolidación del modelo heredado de la
dictadura) ha sido la asimilación del modelo neoliberal por el liderazgo
efectivo de la Concertación; y su consiguiente subordinación a los grandes
grupos económicos: la confesada “convergencia” con el pensamiento económico de
la derecha que tuvo lugar a fines de la década de los 80, reconocida nada menos
que por Edgardo Boeninger en 1997 (Democracia en Chile. Lecciones para la
gobernabilidad; Edit. Andrés Bello, Santiago, 1997; pp. 369-70).
Derivada de ella podemos comprender la constante
conducta concesiva que comenzó con el inédito regalo de la mayoría
parlamentaria efectuada a la futura oposición de derecha, mediante el acuerdo
de reformas constitucionales plebiscitado en julio de 1989. Y que tuvo como
secuencias fundamentales posteriores la “autodestrucción” de los medios de
comunicación escritos y televisivos controlados por la Concertación en la
década de los 90; la consolidación del duopolio “El Mercurio-Copesa”, a través
de la negativa de los gobiernos concertacionistas a devolver los bienes del
confiscado diario Clarín a Víctor Pey; la ausencia de voluntad de Ricardo Lagos
(2000-2002) y Michelle Bachelet (2006-2007) a utilizar su mayoría parlamentaria
para sustituir las principales instituciones económicas impuestas por la
dictadura; y el hacer propia la Constitución del 80 en 2005, a cambio de la
eliminación de los aspectos autoritarios más impresentables de aquella.
Además, uno de los elementos más solapados de aquella
conducta reiterada ha sido la virtual aceptación como democrático del sistema
electoral binominal, pese a las declaraciones y proyectos presentados por el
liderazgo concertacionista en orden a transformarlo. Así, Patricio Aylwin “decretó”
en agosto de 1991 que la “transición” había acabado y que Chile había adquirido
ya un carácter incuestionablemente democrático pese a la mantención de dicho
sistema, además de muchas otras instituciones antidemocráticas (Ver El
Mercurio; 8-8-1991).
Posteriormente el mismo Aylwin confirmó que la
vigencia de dicho sistema electoral no cuestionaba el carácter democrático del
sistema político chileno: “La democracia chilena es imperfecta. ¿Pero acaso es
perfecta la inglesa, la española, la francesa? La vida es transición. Yo creo
que la democracia volvió a Chile para quedarse y eso es lo que importa. Hay
cosas que aún no se han logrado. ¿Es bueno o no el sistema electoral binominal?
A mí no me gusta, pero reconozco que le da estabilidad a los gobiernos y conduce
a gobiernos de mayoría” (El Mercurio; 26-9-2003). Y lo mismo hizo -más
taxativamente aún- uno de los mayores expertos electorales de la Concertación y
actual diputado del PPD, Pepe Auth: “El sistema electoral no es ni más ni menos
democrático que otros aplicados en países de igual condición y muchos problemas
usualmente atribuidos al binominalismo tienen otro origen, son comunes a varios
sistemas electorales o francamente no tienen el carácter problemático que se
les atribuye” (El Mercurio; 25-9-2005).
Lo anterior, a su vez, fue plenamente congruente con
¡la consagración que el liderazgo de la Concertación hizo del sistema electoral
binominal, al suscribir la Constitución del 80 en 2005 (con la firma de Lagos y
de todos sus ministros que reemplazaron la de Pinochet) sin haberlo eliminado!
Es cierto que, para efectos de hacer más elegante aquello, se sacaron del mismo
texto constitucional las referencias a dicho sistema colocándolas en la Ley
Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares o Escrutinios. Esto, en
concreto, significó una diferencia poco relevante para su eventual
modificación: Que en lugar de requerir un quórum de 3/5 de los diputados y
senadores en ejercicio; se estableció uno de 4/7 en ambas cámaras.
La colusión real respecto del sistema electoral
binominal la hemos visto confirmada en la reciente elección. En primer lugar,
porque se han reiterado los simulacros de su transformación –siempre
frustrados- que se realizan previamente a las elecciones parlamentarias.
Además, que la proyectada transformación actual significaría establecer un
sistema binominal “corregido” que no eliminaría su esencia distorsionadora de
la voluntad popular.
Luego, porque de manera inaudita la Concertación
canceló virtualmente la posibilidad de doblar en las elecciones senatoriales de
Concepción (¡donde había doblado ya dos veces con duplas PDC-PS!) al presentar
a dos socialistas: Camilo Escalona y Alejandro Navarro. Más aún cuando la
derecha presentaba a su candidata potencialmente más fuerte en la zona:
Jacqueline van Rysselberghe. Como no es posible explicar esto por una
estulticia generalizada de dicho liderazgo; en el mejor de los casos, se
trataría de que para aquel era más importante arriesgar el único doblaje
senatorial que hasta la fecha se había conseguido, por un muy hipotético
triunfo de Escalona sobre Navarro. Por cierto, al final no se dobló; y ni
siquiera se eligió a Escalona… Solo, gracias a los gravísimos errores de la
derecha de dividirse en dos listas en la circunscripción de Antofagasta y de
dejar Coquimbo sin su carta fuerte (Evelyn Matthei), pudo la Concertación
obtener dos doblajes y quedar en una mayoría senatorial 21-17.
Pero, reveladoramente, El Mercurio efectuó un análisis
de los resultados electorales presentándolos falsamente como que el sistema
binominal había favorecido –respecto de la “estricta proporcionalidad” de los
cargos parlamentarios y los votos- esta vez a la Concertación en desmedro de la
derecha; haciéndose eco del experto electoral de la UDI, Andrés Tagle, quien señaló
que “el gran favorecido en esta elección ha sido la Concertación (…) Esta
teoría del empate que se ha construido no es así” (El Mercurio; 21-11-2013).
Sintomáticamente, el análisis que recoge El Mercurio se limita a la elección de
diputados, donde la distorsión (por la ley de los grandes números) ha sido
siempre menor. Pero incluso aquí las conclusiones son falsas, ya que la gran
favorecida fue también la derecha. Así, si comparamos los resultados obtenidos
por la Alianza con el actual sistema (49 diputados), con los que habría
obtenido de acuerdo a la estricta proporcionalidad de sus votos (2.247.442),
sus diputados habrían bajado a 45. Y, en el mejor de los casos, sumándole el
diputado que habría obtenido el PRI con sus 72.356 votos, habría llegado a 46.
Es decir, la Concertación más el PC y los independientes de centro-izquierda
sumaron 71 diputados. Pero, de acuerdo a la estricta proporcionalidad habrían
obtenido 74: El Pacto Nueva Mayoría, con sus 3.021.247 votos, hubiese obtenido
61; el Partido Humanista, con sus 209.106 votos, 4 diputados; el Pacto “Si tu
quieres Chile cambia” (MEO), con sus 338.122 votos, 6 diputados; y el Pacto
“Nueva Constitución para Chile” (Igualdad y ecologistas), con sus 172.985
votos, 3 diputados.
Es decir, el sistema binominal le está permitiendo a
la Alianza obstruir ilegítimamente en la Cámara de Diputados toda reforma
constitucional; ya que la mayoría de sus apartados exige un quórum de 3/5 de
los parlamentarios. Esto es, 72 diputados.
Pero en el Senado la distorsión es mucho más grave
puesto que le posibilita incluso a la derecha bloquear ilegítimamente toda
reforma a las leyes orgánicas constitucionales. Así, de acuerdo a la estricta
proporcionalidad, la Nueva Mayoría más los pactos de izquierda habrían logrado
23 senadores: 20 la primera, con sus 2.281.907 votos; 1 el Partido Humanista,
con sus 156.428 votos; 1 “Nueva Constitución para Chile”, con sus 176.139
votos; y 1 “Si tu quieres Chile cambia”, con sus 110.051 votos. Esto le habría
permitido, también legítimamente, a la “centro-izquierda” modificar las leyes
orgánicas constitucionales que exigen 22 senadores (4/7); y las reformas
constitucionales que requieren de 23 senadores (3/5). Pero al obtener solo 21
senadores con los dos doblajes ya mencionados (Antofagasta y Coquimbo), la
Concertación estará impedida de ambas cosas, salvo en el caso de las primeras,
si contara con el apoyo del independiente de derecha Carlos Bianchi.
Por lo mismo, llama poderosamente la atención que los
expertos electorales de la Concertación consultados por El Mercurio –Pepe Auth
y Milenko Mihovilovic- no hayan desmentido el hecho de que la ilegítimamente
favorecida con el sistema binominal en esta elección haya sido nuevamente la
derecha. Incluso, Auth señaló que “espero que ahora con este resultado los
diputados de la UDI recapaciten y dejen de poner obstáculos a la reforma” (El
Mercurio; 21-11-2013) (¿?).
Pero ciertamente que lo más grave son los anuncios de
connotados dirigentes concertacionistas de que ellos nuevamente (como fue el
caso durante Lagos y Bachelet) no “aprovecharán” que la distorsión no los
perjudicó tanto esta vez como para desmantelar las instituciones neoliberales
impuestas a sangre y fuego por la dictadura. Es importante tener en cuenta que
Bachelet va a tener mayoría parlamentaria simple y de quórum calificado -¡así
como la tuvo en su primer gobierno!- para sustituir el Plan Laboral, las AFP,
el sistema de salud, el sistema tributario, el sistema financiero, el sistema
universitario, etc. En dichos anuncios el más gráfico ha sido -como ya es
costumbre- el presidente del PDC, Ignacio Walker, quien ha dicho que “el hecho
de tener una mayoría en el Senado y en la Cámara no significa que estemos
pensando en pasar la aplanadora” (El Mercurio; 23-11-2013). ¡Pero si fue la
dictadura la que realmente con “aplanadora” –que incluyó centenares de miles de
desapariciones forzadas, ejecuciones, torturas, detenciones, exoneraciones y
exilios de personas- impuso el Plan Laboral, las AFP, las Isapre, la LOCE, la
Ley de concesiones mineras, etc.! ¿Cómo desmontar esa obra inicua y cruenta lo
más rápido posible (es un decir, ya que no hicieron nada de esto en los varios
años que gobernaron con mayoría parlamentaria) no va a ser un deber democrático
y de justicia social? ¡¡Gran Dios!!
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