26-11-2013-KRADIARIO-880
NO MANIPULAR LA FE
Por Camilo Escalona
No manipular la fe de los electores es uno de los límites fundamentales que
una candidatura se debiese imponer como criterio esencial de su ética política.
Lamentablemente, la lucha por el poder genera perversiones profundas en
muchos de quienes son sus protagonistas. Algunos se proclaman como representantes de una denominación religiosa en
el ámbito parlamentario, redescubren una nueva fe y se sienten poseedores de
una nueva verdad absoluta, de la cual posan como los más auténticos detentores,
no obstante la rapidez y vertiginosidad de sus procesos de conversión.
En esta vorágine de adorar nuevos ídolos o creencias bajo el apremio de
elevar una esmirriada votación también ha caído la candidatura de la derecha,
en un intento increíble de lograr simpatías por unos cuantos votos.
En este caso, se trata de manipular la fe y los valores del pueblo
evangélico afirmando lo que todo verdadero gobernante sabe que no se puede
hacer, gobernar de acuerdo al texto literal de la Biblia. La frase textual fue “no se hará nada que vaya en contra de lo que la Biblia señala” de ser quien llegue a
la presidencia de la República, por parte de la candidata Matthei.
Esto es lo que
podría ocurrir en una república fundamentalista y no en una nación democrática.Tal
vez debiese informarse mejor la candidata respecto de cómo, con el mismo
argumento, los talibanes les arrebatan a las mujeres sus derechos
fundamentales, humillándolas a extremos inenarrables. En lo personal, rechazo
tales expresiones de un oportunismo político visceral.
Toda persona sincera sabe que en la delicada tarea de gobernar el verdadero
estadista sabrá discernir en conciencia para actuar y encontrar el bien común.
Para ello se apoyará en los preceptos de su fe religiosa, de ser creyente, o en
los valores humanistas y de servicio público que le inspiran, pero jamás
recurrirá al intento de generar fanatismo o enceguecimiento de personas de
buena fe para obtener una ventaja mezquina o circunstancial.
El caso
Matthei alcanza grados severos de patetismo. No hace mucho suscribió con el
senador Fulvio Rossi un proyecto de aborto terapéutico que defendió
ardorosamente en diversos foros, ufanándose que con ello golpeaba las
convicciones más recónditas de su sector político.
En tal período ensayó una posición de apertura y liberalismo de la que hoy
abjura. Con razón muchas personas se distancian de la política, es lógico ante
tales conductas. Hay ciudadanos que llegan a temer lo que realmente son capaces
de hacer quienes recurren a cualquier método o están dispuestos a esgrimir el
argumento que sea, para engrosar sus expectativas electorales. Y si no es así, amenazan de inmediato con el “virus
de la anarquía”.
Ante tal espectáculo, creo que los actores políticos deben reflexionar. En
ambas orillas del escenario político se han instalado fanatismos e
intolerancias que se proponen tironear o empujar la situación nacional hacia
lamentables focos de conflicto que no harán más que debilitar el esfuerzo que
enfrenta el sistema institucional del país: reducir la desigualdad antes que provoque una
fractura social que lesione la estabilidad democrática de Chile.
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