13-11-13-KRADIARIO-878
MARCAR AC: ¿FANTASÍA O IRRESPONSABILIDAD?
Por Luis Conejeros
Todos quienes hemos sido alguna vez apoderados de mesa en un proceso electoral, sabemos que parte de la tarea de cualquier apoderado es objetar todos y cada uno de los votos que no siendo para nuestro candidato, tengan una marca. Son precisamente esos los votos que en un proceso de revisión, pueden transformarse más fácilmente en nulos.
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Los organizadores de la campaña “Marca AC”, a una semana de la elección, han redoblado sus esfuerzos para convencer a los chilenos que un voto marcado debe ser contabilizado de acuerdo a la preferencia que contiene, lo que es correcto desde la formalidad. Sin embargo, evitan aclarar suficientemente que esos votos serán con seguridad objetados y, por tanto, susceptibles de ser evaluados y anulados en cualquier revisión posterior del tribunal electoral.
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Siendo partidario de que Chile tenga una nueva constitución y de que el mecanismo para lograrlo sea el más participativo posible (nada sería más participativo que una asamblea constituyente) no estoy dispuesto a perder mi voto ni a correr el riesgo de que éste sea anulado. Por ello, no estoy dispuesto a marcar mi voto. El comando de Matthei ya dio instrucciones a sus apoderados para objetar los votos que digan AC. Probablemente, con menos publicidad, los otros comandos harán lo mismo.
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Más de alguien podría considerar que sólo los votos escrutados son los relevantes y que no tiene mayor importancia que sean objetados. Esto podría ser así en caso de competencias holgadas, con un número de votos objetados que aunque importante, no sea determinante para la elección.
Todos quienes hemos sido alguna vez apoderados de mesa en un proceso electoral, sabemos que parte de la tarea de cualquier apoderado es objetar todos y cada uno de los votos que no siendo para nuestro candidato, tengan una marca. Son precisamente esos los votos que en un proceso de revisión, pueden transformarse más fácilmente en nulos.
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Los organizadores de la campaña “Marca AC”, a una semana de la elección, han redoblado sus esfuerzos para convencer a los chilenos que un voto marcado debe ser contabilizado de acuerdo a la preferencia que contiene, lo que es correcto desde la formalidad. Sin embargo, evitan aclarar suficientemente que esos votos serán con seguridad objetados y, por tanto, susceptibles de ser evaluados y anulados en cualquier revisión posterior del tribunal electoral.
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Siendo partidario de que Chile tenga una nueva constitución y de que el mecanismo para lograrlo sea el más participativo posible (nada sería más participativo que una asamblea constituyente) no estoy dispuesto a perder mi voto ni a correr el riesgo de que éste sea anulado. Por ello, no estoy dispuesto a marcar mi voto. El comando de Matthei ya dio instrucciones a sus apoderados para objetar los votos que digan AC. Probablemente, con menos publicidad, los otros comandos harán lo mismo.
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Más de alguien podría considerar que sólo los votos escrutados son los relevantes y que no tiene mayor importancia que sean objetados. Esto podría ser así en caso de competencias holgadas, con un número de votos objetados que aunque importante, no sea determinante para la elección.
No es el caso de Chile.
Supongamos que la campaña AC tiene un resultado modesto. Digamos
unos 500 mil votos. Muy modesto para toda la notoriedad pública que ha
alcanzado la convocatoria.
Le cuento que en la última elección presidencial, en segunda
vuelta, Sebastián Piñera le ganó a Eduardo Frei por 223 mil votos. En la
elección anterior, en la primera vuelta de 2005, Sebastián Piñera pasó a
segunda vuelta gracias a 151 mil votos que sacó por sobre Joaquín Lavín. Más
atrás, en 1999 la diferencia entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín en primera
vuelta fue de 31 mil votos en primera vuelta, la que se amplió a sólo 187 mil
en segunda vuelta.
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Es curioso, pero a nadie en la campaña “Marca AC” parece preocuparle que la elección del próximo domingo termine con votos objetados en una cuantía muy superior al número de votos que definirá la elección. Quizás la envergadura electoral que ha alcanzado la ex Presidenta Bachelet les ha hecho caer en la fantasía de que una presidencial puede resolverse por diferencias de millones de votos.
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¿Se imagina, estimado lector, que Michelle Bachelet gane en primera vuelta con una diferencia de 100 mil votos y con un millón de votos objetados? ¿O que el paso a segunda vuelta se defina entre Matthei y Parisi por una diferencia de 25 mil votos?
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Es curioso, pero a nadie en la campaña “Marca AC” parece preocuparle que la elección del próximo domingo termine con votos objetados en una cuantía muy superior al número de votos que definirá la elección. Quizás la envergadura electoral que ha alcanzado la ex Presidenta Bachelet les ha hecho caer en la fantasía de que una presidencial puede resolverse por diferencias de millones de votos.
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¿Se imagina, estimado lector, que Michelle Bachelet gane en primera vuelta con una diferencia de 100 mil votos y con un millón de votos objetados? ¿O que el paso a segunda vuelta se defina entre Matthei y Parisi por una diferencia de 25 mil votos?
Cualquiera de esos comandos estaría en todo su derecho, casi la
obligación, de solicitar reconteo y éste se inicia precisamente por los votos
objetados. Sería el show y la incertidumbre que en las municipales se vivió en
Ñuñoa entre Maya Fernández y Pedro Sabat, sólo que ahora repetido en las 346
comunas de Chile y nada menos que para definir al próximo Presidente.
¿Se acuerda de la crisis política
americana del año 2000 en la elección entre Bush y Gore? Creo que los chilenos
no debiéramos estar dispuestos a poner nuestro sistema político en crisis por
darnos el gustito de marcar el voto.
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Nuestra democracia, por imperfecta que sea, es un logro nacional que ha sido edificado, literalmente, gracias a la sangre, el sudor y las lágrimas de muchos que se jugaron la vida por la libertad y el respeto al voto soberano del pueblo.
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Lograr para Chile una asamblea constituyente es un objetivo loable. Sin embargo, degradar el instrumento más poderoso que tenemos los ciudadanos, el voto, tiene muchos más efectos que sólo aumentar una contabilidad de votos marcados. Se trata, en mi modesta opinión, si no de una irresponsabilidad respecto de la democracia que tanto ha costado construir, al menos de la fantasía de creer una iniciativa como ésta no genera externalidades negativas más allá de sus postulados.
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Nuestra democracia, por imperfecta que sea, es un logro nacional que ha sido edificado, literalmente, gracias a la sangre, el sudor y las lágrimas de muchos que se jugaron la vida por la libertad y el respeto al voto soberano del pueblo.
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Lograr para Chile una asamblea constituyente es un objetivo loable. Sin embargo, degradar el instrumento más poderoso que tenemos los ciudadanos, el voto, tiene muchos más efectos que sólo aumentar una contabilidad de votos marcados. Se trata, en mi modesta opinión, si no de una irresponsabilidad respecto de la democracia que tanto ha costado construir, al menos de la fantasía de creer una iniciativa como ésta no genera externalidades negativas más allá de sus postulados.
Ojalá que los comandos presidenciales, sometidos a números
estrechos el próximo domingo, actúen con la mayor responsabilidad y altura de
miras. De otro modo, el rumbo que tomen los acontecimientos podría resultar
lamentable.
Yo estoy dispuesto a marchar por
una asamblea constituyente, a firmar, a ir al notario o a publicar mi nombre
adhiriendo. Pero no estoy dispuesto a marcar mi voto ni con AC, ni con equidad
de género, matrimonio igualitario, reforma tributaria, educación gratuita o
ninguna de las materias que me convocan.
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En realidad no estoy dispuesto a marcar mi voto con nada que no sea la marca con mi candidato. No sólo es lo más serio y seguro. Es además, una alternativa válida para todos aquellos que quieran asamblea constituyente. Al fin y al cabo, existiendo 5 ó 6 candidatos que se han comprometido con ese mecanismo de reforma constitucional, pareciera que lo correcto es votar por cualquiera de ellos y considerar esa votación como la adhesión a dicho mecanismo.
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En realidad no estoy dispuesto a marcar mi voto con nada que no sea la marca con mi candidato. No sólo es lo más serio y seguro. Es además, una alternativa válida para todos aquellos que quieran asamblea constituyente. Al fin y al cabo, existiendo 5 ó 6 candidatos que se han comprometido con ese mecanismo de reforma constitucional, pareciera que lo correcto es votar por cualquiera de ellos y considerar esa votación como la adhesión a dicho mecanismo.
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