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miércoles, 13 de noviembre de 2013

13-11-13-KRADIARIO-878

MARCAR AC: ¿FANTASÍA O IRRESPONSABILIDAD?
Por Luis Conejeros

Todos quienes hemos sido alguna vez apoderados de mesa en un proceso electoral, sabemos que parte de la tarea de cualquier apoderado es objetar todos y cada uno de los votos que no siendo para nuestro candidato, tengan una marca. Son precisamente esos los votos que en un proceso de revisión, pueden transformarse más fácilmente en nulos.
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Los organizadores de la campaña “Marca AC”, a una semana de la elección, han redoblado sus esfuerzos para convencer a los chilenos que un voto marcado debe ser contabilizado de acuerdo a la preferencia que contiene, lo que es correcto desde la formalidad. Sin embargo, evitan aclarar suficientemente que esos votos serán con seguridad objetados y, por tanto, susceptibles de ser evaluados y anulados en cualquier revisión posterior del tribunal electoral.
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Siendo partidario de que Chile tenga una nueva constitución y de que el mecanismo para lograrlo sea el más participativo posible (nada sería más participativo que una asamblea constituyente) no estoy dispuesto a perder mi voto ni a correr el riesgo de que éste sea anulado. Por ello, no estoy dispuesto a marcar mi voto. El comando de Matthei ya dio instrucciones a sus apoderados para objetar los votos que digan AC. Probablemente, con menos publicidad, los otros comandos harán lo mismo.
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Más de alguien podría considerar que sólo los votos escrutados son los relevantes y que no tiene mayor importancia que sean objetados. Esto podría ser así en caso de competencias holgadas, con un número de votos objetados que aunque importante, no sea determinante para la elección.
No es el caso de Chile.
Supongamos que la campaña AC tiene un resultado modesto. Digamos unos 500 mil votos. Muy modesto para toda la notoriedad pública que ha alcanzado la convocatoria.
Le cuento que en la última elección presidencial, en segunda vuelta, Sebastián Piñera le ganó a Eduardo Frei por 223 mil votos. En la elección anterior, en la primera vuelta de 2005, Sebastián Piñera pasó a segunda vuelta gracias a 151 mil votos que sacó por sobre Joaquín Lavín. Más atrás, en 1999 la diferencia entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín en primera vuelta fue de 31 mil votos en primera vuelta, la que se amplió a sólo 187 mil en segunda vuelta.
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Es curioso, pero a nadie en la campaña “Marca AC” parece preocuparle que la elección del próximo domingo termine con votos objetados en una cuantía muy superior al número de votos que definirá la elección. Quizás la envergadura electoral que ha alcanzado la ex Presidenta Bachelet les ha hecho caer en la fantasía de que una presidencial puede resolverse por diferencias de millones de votos.
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¿Se imagina, estimado lector, que Michelle Bachelet gane en primera vuelta con una diferencia de 100 mil votos y con un millón de votos objetados? ¿O que el paso a segunda vuelta se defina entre Matthei y Parisi por una diferencia de 25 mil votos?
Cualquiera de esos comandos estaría en todo su derecho, casi la obligación, de solicitar reconteo y éste se inicia precisamente por los votos objetados. Sería el show y la incertidumbre que en las municipales se vivió en Ñuñoa entre Maya Fernández y Pedro Sabat, sólo que ahora repetido en las 346 comunas de Chile y nada menos que para definir al próximo Presidente.
¿Se acuerda de la crisis política americana del año 2000 en la elección entre Bush y Gore? Creo que los chilenos no debiéramos estar dispuestos a poner nuestro sistema político en crisis por darnos el gustito de marcar el voto.
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Nuestra democracia, por imperfecta que sea, es un logro nacional que ha sido edificado, literalmente, gracias a la sangre, el sudor y las lágrimas de muchos que se jugaron la vida por la libertad y el respeto al voto soberano del pueblo.
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Lograr para Chile una asamblea constituyente es un objetivo loable. Sin embargo, degradar el instrumento más poderoso que tenemos los ciudadanos, el voto, tiene muchos más efectos que sólo aumentar una contabilidad de votos marcados. Se trata, en mi modesta opinión, si no de una irresponsabilidad respecto de la democracia que tanto ha costado construir, al menos de la fantasía de creer una iniciativa como ésta no genera externalidades negativas más allá de sus postulados.
Ojalá que los comandos presidenciales, sometidos a números estrechos el próximo domingo, actúen con la mayor responsabilidad y altura de miras. De otro modo, el rumbo que tomen los acontecimientos podría resultar lamentable.
Yo estoy dispuesto a marchar por una asamblea constituyente, a firmar, a ir al notario o a publicar mi nombre adhiriendo. Pero no estoy dispuesto a marcar mi voto ni con AC, ni con equidad de género, matrimonio igualitario, reforma tributaria, educación gratuita o ninguna de las materias que me convocan.
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En realidad no estoy dispuesto a marcar mi voto con nada que no sea la marca con mi candidato. No sólo es lo más serio y seguro. Es además, una alternativa válida para todos aquellos que quieran asamblea constituyente. Al fin y al cabo, existiendo 5 ó 6 candidatos que se han comprometido con ese mecanismo de reforma constitucional, pareciera que lo correcto es votar por cualquiera de ellos y considerar esa votación como la adhesión a dicho mecanismo.


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