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miércoles, 4 de septiembre de 2013

4-9-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N°869 

Cronicas del Golpe Militar
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HACE 43 AÑOS FUE ELEGIDO  SALVADOR ALLENDE PRESIDENTE DE CHILE
 
Por Walter Krohne
 
Salvador  Allende Gossens fue elegido Presidente de Chile en un día como hoy hace 43  años. Con una votación de 36,6% contra 34,9 del derechista Jorge Alessandri Rodríguez y 27,8 del democristiano Radomiro Tomic, llegó a La Moneda para impulsar la “vía pacífica al socialismo” inspirada en una profunda injusticia social que, igual que ahora, dominaba a Chile. Era una forma nueva y revolucionaria para avanzar hacia un Chile donde todos tuvieran el derecho de expresarse  y luchar por sus intereses y el  bienestar.

Sin embargo, este experimento socialista terminó en una guerra abierta cuando tres años más tarde, el 11 de septiembre de 1973, Allende fue derrocado por militares al servicio de la derecha económica y apoyado por el gobierno de Estados Unidos, donde dominaba  la preocupación  por el avance del  socialismo en América Latina, lo que hizo intervenir al Presidente Richard Nixon y a su secretario de Estado Henry Kissinger.  La manipulación de la CIA en Chile  fue clara y muy potente, así como también la de otros servicios secretos del imperio del norte.
Allende, nacido en el puerto de Valparaíso en 1908, luchó más de 20 años por conquistar el poder, lo que logró tras cuatro intentos. Sin embargo solo pudo mantenerlo por escasos mil días.

Así como otros revolucionarios optaron por las armas para llegar al poder, Allende prefirió las urnas para ser Presidente de Chile, pero muy pronto se vio enfrentado a una caótica descordinación en sus propias filas  y a una oposición que combatió el socialismo sin cuartel y con todos los medios posibles.
El resultado de este experimento socialista a la chilena terminó con la vida de Allende y comenzó una masacre que costó unas 3.500 vidas humanas en el marco de una sangrienta  dictadura militar que se mantuvo en el poder durante 17 años, como también un millón de chilenos tuvo que buscar refugio en distintos lugares del mundo.

Sus ideas de justicia y de un gobierno del pueblo y para el pueblo convirtieron al presidente Allende en un símbolo de “ética, libertad y servicio social” como lo definió casi treinta años después el hoy ex presidente socialista Ricardo Lagos Escobar.  Allende se convirtió con el tiempo en un símbolo que ha ganado cada vez más adeptos, especialmente entre jóvenes que miran con mucho escepticismo este mundo superpoblado y regulado por las normas de la economía de libre mercado.
Sin embargo, la pregunta que se ha planteado una y otra vez es ¿hasta qué punto el símbolo de Allende ha servido para crear una nueva izquierda en Chile?

Muchos políticos del gobierno de la Unidad Popular salieron al exilio, otros siguieron luchando en el país, algunos murieron por las torturas en celdas de las policías política la Dina y la CNI, además de otros sistemas de inteligencia que operaban en cada una de las  tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, y más de mil dirigentes desaparecieron.
Los que retornaron a Chile o los que se reintegraron a la política activa en los últimos años de la dictadura y tras el retorno a la democracia en 1990 tuvieron que hacerlo bajo condiciones distintas y en un país diferente, donde el consumismo extremo había anulado el escenario del pensamiento y de las ideologías y una Constitución formulada y aprobada por el dictador en 1980, definió la rígida conducta política, en todos los campos, que debieron seguir y respetar los chilenos.

Todo desapareció de raíz. La Concertación que asumió el poder y gobernó por 20 años no hizo tampoco intentos de cambio, ni siquiera en la formulación de una nueva política económica que apartara a Chile de un capitalismo salvaje. En esta forma, Allende quedó solo como un símbolo porque sus antiguos “compañeros” prefirieron continuar con el legado de Augusto Pinochet y evitar asi los cambios que podían agitar más de la cuenta las aguas de la política.
El resultado de este segundo desastre, que para algunos no parece ser tan malo, es la gran desigualdad económica provocada por la deficiente distribución de la riqueza y los notorios desniveles sociales.

La Concertación encabezó una serie de Gobiernos desde el fin de la dictadura en 1990 con la fórmula de  combinar una política de continuidad en lo económico y la  conservación del esquema político que permite elegir un parlamento empatado por el sistema electoral binominal impidiendo cambiar la Constitución de Pinochet por ser esta un manto de seguridad inventada por la dictadura bajo el argumento de una necesaria estabilidad para el país.
Todos los compañeros de antaño, hasta  las mismas caras, han estado veinte años en el poder, pero completamente alejados de la doctrina allendista.

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