Por Jessika
Krohne
www.psicología Global
En el mundo existe
conciencia de que el alcoholismo es una enfermedad grave, tanto por los daños que provoca a los
individuos como los que ocasiona en la sociedad y pareciera que después de la
aplicación de la ley tolerancia 0, la gente tuviera más conciencia de esta
problemática.
El alcoholismo es una
enfermedad que consiste en padecer una fuerte necesidad de ingerir alcohol
etílico, de forma que existe una dependencia física del mismo, manifestada a
través de determinados síntomas de abstinencia cuando no es posible su ingesta.
El alcohólico no tiene control sobre los límites de su consumo, y suele ir
elevando a lo largo del tiempo su grado de tolerancia al alcohol.
Acuciosos estudios
epidemiológicos nacionales han señalado que la cifra nacional alcanza el 12,6 %
de alcohólicos en nuestro país, lo que resulta de por sí alarmante y excesivo,
porque se piensa que un alcohólico es un sujeto permanentemente embriagado,
deteriorado, es decir en la etapa crónica o terminal. Para ser estrictos en el
uso del concepto, además de estos individuos debe considerarse como alcohólicos
a aquellos sujetos que se encuentran en una etapa anterior - evolucionando
hacia el deterioro - pero igualmente adictos, a pesar de que ellos sean menos
manifiestos porque disimulan su enfermedad.
En ambos casos los
pacientes tienen necesidad de estar ingiriendo alcohol en forma diaria o bien
periódica: en algunos meses del año, fines de semana, o en las tardes. En
cualquiera de estas situaciones, los sujetos generalmente llegan al estado de
embriaguez o semi- embriaguez debido a que padecen de un apetito de alcohol
muy intenso, compulsivo, que no desaparece
con la ingesta de una o dos dosis diarias, como ocurre en el sujeto normal,
como manifiesta el Dr Julio Palavicini.
Existen tratamientos para combatir el alcoholismo, unos más efectivos que otros, pero si no está la voluntad por parte del paciente, los pronósticos no son positivos.
Uno de los métodos de tratamiento contra el alcohol es la técnica de utilizar sustancias que crean aversión al consumo provocando una reacción negativa que lleva a la persona a desarrollar miedo al beber. Un ejemplo es el Disulfiram que se utiliza desde 1945 y se presenta en tres opciones: puede ingerirse vía oral como pastillas comúnmente denominadas Antabuse; en versión inyectable y en pellet, cápsulas que se aplican a través de una pequeña incisión en el abdomen y se disuelven en el torrente sanguíneo en forma paulatina.
Existen tratamientos para combatir el alcoholismo, unos más efectivos que otros, pero si no está la voluntad por parte del paciente, los pronósticos no son positivos.
Uno de los métodos de tratamiento contra el alcohol es la técnica de utilizar sustancias que crean aversión al consumo provocando una reacción negativa que lleva a la persona a desarrollar miedo al beber. Un ejemplo es el Disulfiram que se utiliza desde 1945 y se presenta en tres opciones: puede ingerirse vía oral como pastillas comúnmente denominadas Antabuse; en versión inyectable y en pellet, cápsulas que se aplican a través de una pequeña incisión en el abdomen y se disuelven en el torrente sanguíneo en forma paulatina.
Las formas de
consumir el medicamento tienen diferente efectividad y duración. "Las
personas que consumen Disulfiram en forma oral están cubiertos unos dos o tres
días por el fármaco, la versión inyectable tiene una duración de tres o cuatro
meses y en el caso del pellet, hablamos de ocho meses a un año", explica
el psicólogo experto en adicciones Osvaldo Araya.
Araya explica que el
pellet es el más popular, pero se recomienda más comúnmente el uso del fármaco
en forma oral. El problema en la ingestión vía pastillas es que los pacientes
pueden dejar el remedio un par de días si quieren beber, engañándose a sí
mismos y al entorno, por lo que muchas veces los médicos encargan a la esposa o
a un pariente el suministro del medicamento, asegurando la continuidad del
tratamiento. Es por eso que la voluntad del paciente es esencial, para que el
tratamiento sea exitoso. Además se requiere de mucha motivación y la total
convicción de que se quiera salir del estado alcohólico. Por eso también es tan
necesario complementar el tratamiento farmacológico con una terapia, donde se
puedan trabajar los objetivos y metas a corte y largo plazo y también en la
motivación para no interrumpir el tratamiento.
S egún Araya, es
necesario tener claro que el disulfiram se trata sólo de un fármaco y no de la
solución al problema. "Yo no conozco ningún fármaco que resuelva problemas
y el pellet no es la excepción. Es un apoyo y el verdadero tratamiento es el
que se realiza a nivel de los procesos psicoterapéuticos individuales y
grupales", apunta.
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