Economía
Por Hugo Latorre Fuenzalida.
El tema de la responsabilidad social empresarial, si bien no es nuevo, encarna conceptualmente en el mundo de la globalización de una manera particular.
¿Por qué se habla de este tema en el mundo globalizado?
1.- Porque vivimos un tiempo de desregulación casi absoluta en el mundo de la actividad económica.
2.- Porque la globalización se ha planteado como una estrategia de salida ante la crisis productiva del capitalismo occidental, y esa propuesta postula la liberación universal de la iniciativa empresarial.
3.- Porque los países de menor desarrollo, han sufrido las mayores consecuencias críticas de los desarreglos económicos producto de los problemas globales, sobre todo en la década de los 80, lo que les obligó a pactar condiciones desfavorables de transacción de recursos para con los acreedores financieros del sector más rico del mundo. Estas condiciones desfavorables se refieren no sólo a precios sino a condiciones de operación y resguardo de los intereses foráneos.
4.- Porque la ideología dominante, que se ha aplicado de manera inflexible en América Latina (y sobre todo en Chile), ha sido la de la escuela neoliberal friedmanniana o chicaguista. Esta escuela, por boca de Friedmann planteaba que no era misión de las empresas ni de los empresarios preocuparse de los problemas sociales, pues eso distrae la misión propia, cual es la de generar riqueza.
Los resultados esperables
La crisis del modelo keynesiano, con las tareas del Estado en la distribución de la riqueza social acumulada, llevó al predominio de la escuela neoliberal, la cual vino a sostener que se debía desprender la pesada carga social y tributaria que pesaba sobre las empresas, con la finalidad de permitir la recapitalización del sector productivo y, de esa manera, volver a instalar una economía basada en el “crecimiento”, es decir desde la oferta de bienes y servicios.
Al retirar al Estado de la tarea económica del consumo y distribución, de hecho se libera al sector productivo de gruesa parte de la carga tributaria, pero también se deja a las empresas liberadas de la capacidad reguladora que correspondía al Estado, ya que éste reduce su capacidad empleadora y de fiscalización a niveles de impotencia. Pero por otra parte, genera una caída de las actividades productivas y mercantiles internas, dado el empobrecimiento real de la población, cosa que las empresas combaten mediante estrategias de reducción de costos operativos y salariales, ambientales y de calidad y, por otro lado, globalizando su horizonte de negocios, lo que lleva a instalar el concepto de ventajas comparativas a nivel internacional.
El sector empresarial sin resguardos, restricciones y luchando en medio de una encarnizada competencia mundial, se hacen pronto presa de estrategias depredadoras, sucias y especulativas. De hecho, la ingeniería económica conduce a abaratar costos mediante el desempleo, la especulación financiara o las alianzas en abanico para crear “racionalidad” operativa y ventajas de escala. Logran licencias legislativas sobre tributación, presionan por deshacer normativas restrictivas en lo ambiental, uso de recursos naturales, desechos contaminantes y toda una serie de acciones que conducen en los países con institucionalidad más débil o cooptable a una verdadera calamidad ética y económica.
La marginación social es una de las consecuencia; la inequidad le sigue como corolario y el deterioro de la convivencia lleva a procesos de riesgo político (ingobernabilidad), social (delincuencia organizada) y medioambiental (contaminación y agotamiento de recursos).
Esta situación, que se da en niveles de calamidad en los países de menor desarrollo, también se produce en menor dimensión en los países ricos, puesto que el neoliberalismo ocasiona también allí problemas de desigualdad, de marginación y de especulación abusiva. Las reiteradas crisis vividas en todas las regiones del planeta dan cuenta de esta realidad que también se ha hecho global.
Entonces la responsabilidad social empresarial
Como el Estado se ha ocultado, reducido o amedrentado; como carece de financiamiento o de instrumentos efectivos, se debe recurrir ahora a las empresas para que mitiguen el daño ocasionado por su mismo crecimiento desregulado. La sociedad no tiene defensor público, así es que ahora ha quedado a merced de la caridad o la buena voluntad del empresariado. Ahora debe demandarse y tocar a las fibras que quedan de sensibilidad en el sector más rico y poderoso de la sociedad, para intentar resolver el tema de las demandas sociales, ambientales y políticas que el conjunto problematizado de las organizaciones y pueblos demandan para poder seguir adelante. La gobernabilidad, la paz social y la viabilidad sustentable de la economía dependen de este frágil hilo ético que se denomina “responsabilidad social empresarial”.
La responsabilidad social empresarial tiene entonces, ahora, diversas dimensiones: al interior de la gestión empresarial, ante el entorno ambiental, ante el entorno social, ante las estrategias de desarrollo integrador y ante las capacidades de competitividad de largo plazo, donde se incluye la creación de capacidades tecnológicas.
Como se puede apreciar, el desafío es enorme y demasiado integral para ser abordado desde la pura “buena voluntad” del empresario moderno. Sobre todo cuando lo que se aprecia en el universo de emprendedores, es que son pocos los que se molestan en elevar la mirada más allá de la recomendación de Friedmann, siendo, más bien, la compulsión por acumular ventajas y ganancias lo que mueve y conmueve a las élites económicas del mundo entero.
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