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LADRONES Y CUCHILLEROS: LOS ÁRBOLES NO DEJAN VER EL BOSQUE
Por Hernán Ávalos Narváez
Los chilenos tenemos una elevada percepción
sobre la inseguridad frente a la delincuencia en el país (70,1%) aunque
tratándose de nuestro barrio, esta disminuye a la mitad (36,6%). Es decir,
donde vivimos nos sentimos más seguros.
.
Esto al menos es lo que demuestra la
Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), efectuada por
Instituto Nacional de Estadística (INE) con información recopilada en 2012, en
comparación con el año anterior.
La muestra nacional representativa de
hogares consultados arrojó una baja del 4,8% de victimización, lo que llevó al
Gobierno de Piñera a celebrar el cumplimiento de una meta y anunciar que ha redoblado las medidas
represivas para ofrecer más protección.
Pero la oposición, rápidamente, impugnó la
encuesta asegurando que fueron eliminadas 91 preguntas cuyas respuestas habrían
dado resultados distintos, poniendo en duda la legitimidad del procedimiento evaluativo.
La verdad es que hay que hacer un esfuerzo para
entender esta multiplicidad de cifras, las variaciones que permiten su
comparación entre períodos, la forma en que son desagregadas por regiones y por
comunas, ofreciendo aún más complicaciones para su entendimiento por parte de los ciudadanos que, sin importar los
números, continúan sintiéndose inseguros.
Por esta razón para evaluar las cifras de
delincuencia de manera simple y fácil de comprender, las mediciones deberían
hacerse por tasas. Es decir, el número
de denuncias por delitos específicos cada 100 mil habitantes, tal como ocurre en
la mayoría de los países desarrollados, terminando con la manipulación de las encuestas y sus
interpretaciones antojadizas, las cuales sólo contribuyen al descrédito de las
políticas contra la delincuencia.
Más contraproducentes resultan estas muestras
ordenadas por el Gobierno, habida cuenta que las tasas de denuncias por delitos
son recogidas y analizadas por el Ministerio Público, el ente profesional e
independiente de los demás poderes del Estado, el cual tiene las prerrogativas
legales para llevar adelante las
acciones penales. Además atesora el registro de víctimas y tiene un protocolo
de atención para ellas y sus familias.
Esta información simple, confiable,
entendible por todos, debería servir de orientación fundamental para el trabajo
de prevención y represión delictual efectuado por las policías.
Y para terminar por descalificar la
credibilidad de las encuestas hay que hacer notar que las denuncias por faltas
a la ley son resueltas por los Juzgados de Policía Local. Y las personas cuando
son consultadas difícilmente pueden discriminar entre haber sido víctimas de delito
o de falta. Incluso podrían hasta confundir el año o el lugar en que fueron
victimizados. Por tanto esos datos así obtenidos resultarían engañosos.
Delitos contra la propiedad
Ahora bien, nuestra delincuencia está
formada en su gran mayoría por ladrones, siendo los delitos contra la propiedad
nuestro principal problema. Y entre estos el más frecuente es el robo cometido
en viviendas, empresas, negocios o vehículos. Curiosamente existen campañas
publicitarias de prevención sobre los accidentes de tránsito, el consumo de
drogas, alcohol y tabaco, pero nunca han sido elaboradas campañas publicitarias
contra los robos.
Y para defendernos de los ladrones las
leyes nos permiten tener armas de fuego en los hogares o negocios y usarlas
amparados en la legítima defensa. El porte está prohibido, pues hemos renunciado a ese derecho en favor de
los miembros de las FF.AA., Carabineros e Investigaciones. Los ciudadanos por
excepción pueden portar armas de fuego con un permiso especial.
Por otro lado la tasa de homicidios en
Chile es muy baja y equivalente a la que tiene Suecia. El arma homicida de
preferencia es el cuchillo. Por lo que a nuestros delincuentes deberíamos
agregarles el calificativo de “cuchilleros”.
Nosotros hablamos de delincuencia, porque
en nuestro territorio no hay crimen organizado, ni industria del secuestro, ni
guerrilla. Los carteles de la droga han sido descubiertos cada vez que han incursionado
en el país y las operaciones financieras sospechosas son intervenidas con
oportunidad. Las policías son competentes y el sistema de persecución penal
funciona eliminando los brotes de corrupción.
La delincuencia chilena está lejos de las
tasas de criminalidad existentes en Colombia, Brasil o México.
¿Cómo explicar entonces que se mantenga la
alta percepción de inseguridad de los chilenos?
Es cierto que la percepción es subjetiva,
en eso no hay duda. Está a nivel de las emociones. Por eso algunas mujeres que
viven solas corren a echar cerrojo a la
puerta cada vez que ven en televisión algún robo o delito violento,
aunque estén lejos del lugar de los hechos. “! Está mala la gente ¡” decía mi
abuela y me llamaba por teléfono para sentirse acompañada.
Pero
no es sólo la sensación de temor ante la posibilidad de ser víctima de algún
delito lo que explica las altas cifras de inseguridad. También genera
inseguridad el temor a perder el trabajo, la incertidumbre sobre la capacidad
financiera para matricular a los hijos en la universidad, las dudas sobre cómo
enfrentar los gastos del hogar o una enfermedad grave, los abusos del mercado,
el endeudamiento, la polución del aire, el aumento del parque automotor, entre
una lista interminable de vulnerabilidades que afectan a los ciudadanos en un
Estado como el nuestro, francamente indolente.
Porque tanto la inseguridad de las personas
como la delincuencia tienen origen común. Nadie nace delincuente. La realidad
social, el entorno, la familia y las circunstancias moldean a las personas, le
inculcan hábitos y valores.
Por lo demás es sabido que hay una relación
inversamente proporcional entre el aumento del ingreso y la disminución en las
tasas de delitos.
Así
la política para controlar la delincuencia no sólo debiera estar orientadas a
la represión de las conductas ilícitas, sino también apuntar a superar la
marginalidad social, las deficiencias en salud y educación, la inequidad en la
distribución de la riqueza producida por todos y la falta de oportunidades para
los jóvenes que se incorporan al trabajo. Y en esto el modelo económico y
quienes lo sustentan tienen la mayor responsabilidad.
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