ADIOSES INESPERADOS
Por Wilson Tapia Villalobos
El 28 de febrero, a las 16 horas de Chile, Benedicto 16 terminó su papado. Y abrió un capítulo de incertidumbre y novedad que la Iglesia Católica no veía hace por lo menos 600 años. Es decir, claramente, no estaba en su recuerdo ni en las reglas del juego. El olvido y los nuevos tiempos habían llevado a cabo su labor. Los papas se morían, no renunciaban.
Inesperado, aunque más natural, el adiós de Stephan Hessel. El día 27 del mismo mes murió este diplomático, escritor y político francés, a los 95 años de edad. Pese a lo que pudiera pensarse, fue el que lanzó algunas luces políticas de lo que seguramente será el paradigma del futuro. Ese bajo el que tendrán que cobijarse los jóvenes de hoy para sacar del pantano a un mundo que se ahoga entre la codicia y el hambre.
Judío, Hessel estuvo a punto de morir en 1944, en el campo de concentración de Buchenwald. Se salvó gracias a que suplantó al soldado francés, muerto de tifus, Michel Boitel. Luego, en 1948, fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, hoy es conocido por un opúsculo que lanzó en 2010. Su título: “Indignaos” (“Indignez vous”). Un grito iracundo ante la injusticia que apabulla a gran parte de la Humanidad y devasta el planeta. Mientras, el mundo jamás ha conocido tal cúmulo de riqueza. Esta pequeña obra parece estar en la base de las rebeliones de distintos países europeos, incluidos los Indignados de España.
De algún modo, estos dos adioses están unidos. Por la forma que eligió uno y por la acción del otro, los dos personajes son símbolos de su tiempo. Seguramente Benedicto 16 nunca hubiera renunciado si la tarea de recuperar a su Iglesia no fuera tan difícil. Y, tal vez, el término difícil no da la dimensión justa de lo que hay detrás de su resolución.
Con ese secretismo tan característico del poder, hasta ahora no se conoce el contenido del Informe que el Papa pidió cuando fueron hechos públicas comunicaciones privadas del Vaticano. En aquellos documentos, llamados Vatileaks, se denunciaban irregularidades. Y el Informe en cuestión habría confirmado la existencia de redes de prostitución homosexual, lavado de dinero, corrupción, abusos sexuales dentro de la casa matriz de la Iglesia. La renuncia de Benedicto coincide con la entrega del documento. Y, ahora se sabe oficialmente, éste no será conocido sino solamente por el nuevo Papa. Ni siquiera los cardenales que conforman el cónclave que lo elegirá podrán enterarse de los detalles.
Los dos adioses también se acercan por la época en que se producen. Un tiempo plagado de confusión, descrédito de las instituciones tradicionales, y la llegada de lo que parece ser un cambio de valores. Una crisis que cada vez cobra mayor dimensión. Claro que esta cercanía sólo es temporal. Los dos protagonistas, en cambio, la enfrentan de manera muy diferente. Mientras Hessel denuncia con fuerza el sistema inmisericorde que impone el poder -en el cual está incluida la Iglesia de Roma-, Benedicto se declara sin fuerzas para enfrentar los malos momentos que soporta su institución. Los que él definió hoy como aquellos en que “las aguas estuvieron agitadas y el viento sopló en contra, cuando pareció que el Señor estuviera dormido”. Pero más adelante mostró su confianza ante los fieles. Aseguró que “Dios no dejará que (la Iglesia) se hunda”.
Nada de autocrítica. Sólo confianza en la ayuda de la divinidad y responsabilidad también de aquella por dejar solos a los hombres de Roma.
Con cerca de 85 años sobre sus hombres, Benedicto está cansado. Pero todo parece indicar que su agotamiento tiene directa relación con las luchas de poder. Y él ya no era el hombre que podía hacer de puente entre los intereses que se mueven al interior de la Iglesia.
El trabajo que espera al nuevo Papa no es sencillo. Algo tendrá que hacer para levantar la imagen de su entidad. Una institución conmovida por el descrédito que arrojan abusos sexuales y del poder económico. Una institución que durante más de un milenio ha compartido, con príncipes, reyes, tiranos y demócratas, el poder en todo el mundo. Y tal como la corrupción ha crecido en la política, tras las labradas puertas de sus catedrales y conventos también lo ha hecho. Hasta el punto de que entre quienes deben elegir al sucesor de Pedro, hay cerca de una docena de cardenales que han hecho oídos sordos a abusos sexuales cometidos por sacerdotes de su Diócesis. Es el caso del cardenal emérito chileno Francisco Javier Errázuriz, según The New York Times.
El adiós de Hessel parece más coherente. Parte nonagenario, protestando contra un sistema injusto. Creando nuevas formas para tratar de hacer un mundo mejor. Entregando caminos de solución que, aunque difíciles, parecen ser la única alternativa ante un poder sordo, insensible y tan fuerte, que puede desbancar a personajes tan poderosos como un Papa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario