Fidel Castro: Antes y después |
Raúl Castro, en efecto, ha anunciado discretas reformas. No se puede decir que el presidente Castro no vea el problema y trate de ocultarlo. Quien lo oculta es el hermano mayor, el que prefiere hablar del apocalipsis lejano o global para ocultarse a sí mismo lo que sucede en su propio país. Dicen que Fidel no deja que Raúl avance. Aquí, al parecer, está el gran dilema de Cuba
A la edad de 85 años, Fidel Castro mira el mundo con ojos apocalípticos. Volvió a escribir sus "reflexiones" después de larga ausencia. Lo que ve son espectros de conflagración nuclear. Y, desde luego, según el cristal con que mira la escena mundial, la responsabilidad es exclusiva de los imperios y de los poderes occidentales. Para nada de factores de la política internacional, como quien pronto visitará La Habana, Ahmadinejad y sus programas de desarrollo de la energía nuclear con fines bélicos.
No es esto, las visiones apocalípticas de Fidel Castro, lo que llama la atención a pesar de sus implicaciones. Lo que intriga y lleva a la gente a preguntarse por qué el personaje que dicta la política en Cuba desde hace 53 años se dedica con tanta pasión al asunto internacional y guarda silencio de ultratumba sobre los problemas de su propio país, que son también apocalípticos, pero de una clase de apocalipsis muy peculiar, una "apocalipsis hecha en casa", y de la cual él es a la par su profeta y su ejecutor.
Un grupo de intelectuales cubanos acaba de lanzar una especie de manifiesto en La Habana en el que pide al Partido Comunista que se reforme, que se actualice, que se abra, o sea, que deje entrar el aire de la contemporaneidad a Cuba. En el texto hay angustia, incertidumbre, desesperación y también patriotismo, porque esto equivale a jugarse el todo por el todo, y allá significa mucho correr el riesgo de significarse, de ponerse en evidencia con una crítica, así sea tímida.
Allí se lee que el próximo Congreso del PCC sería la última ocasión que les queda a los líderes tradicionales para concretar las reformas anunciadas por Raúl Castro. Esto es cierto. Cuestión de tiempo, de generaciones, los relojes se detienen, pero no la marcha implacable de la historia.
Raúl Castro, en efecto, ha anunciado discretas reformas. Necesarias, urgentes, casi de supervivencia. Él no lo ocultó cuando le pidió a su partido que viera el precipicio que se les abre si no cambian. No se puede decir que el presidente Raúl Castro no vea el problema y trate de ocultarlo. No. Quien lo oculta es el hermano mayor, el que prefiere hablar del apocalipsis lejano o global para ocultarse a sí mismo lo que sucede en su propio país. Dicen que Fidel no deja que Raúl avance. Aquí, al parecer, está el gran dilema de Cuba.
Algunos observadores sostienen que Fidel sabe bien lo que se debe hacer. Pero algo lo detiene. Y es el destino de su discípulo venezolano, el comandante Hugo Chávez. Si Cuba cambia y reforma su sistema y se abre a las reformas que demanda la sociedad y que la economía requiere, descalificarían al seguidor venezolano que piensa que está en la Cuba de los años sesenta.
Y que lleva a Venezuela por aquel viejo camino.
No deja de ser extraña esta consideración. Este es un punto sobre el que Fidel guarda silencio reverencial. Más que leer las "reflexiones" del viejo líder es más prudente leer sus silencios.
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