Después de tantos años de aburrimiento político e insoportable monotonía, reflejada en que de antemano se nos ha adelantado lo que ocurrirá en el plano político frente a los problemas nacionales o en las votaciones, las que esconden todo tipo de sorpresas cuando se trata de saber anticipadamente quiénes serán los diputados y senadores más votados, surgió ayer y cuando nadie lo pensaba, una nueva vía simbolizada en un pacto entre la Democracia Cristiana y Renovación Nacional en torno al tema de las reformas políticas.
Dos partidos centristas que, si bien en el fondo pueden convivir con mucha paciencia y esmero, pusieron en jaque a los dos grandes conglomerados políticos, como la Concertación y la Alianza por el Cambio. No queda ninguna duda que el proyecto de un nuevo régimen político para Chile es un paso importante que no se había dado hasta ahora, al menos no con la claridad de ayer, lo que, de aprobarse y aplicarse, sería para el país una garantía de una sana gobernabilidad por muchos años.
Quizá varios de los puntos mencionados en el documento titulado “Un nuevo régimen político para Chile” pueden nuevamente analizarse a fondo, pero lo importante es que la columna vertebral del modelo de Gobierno, el centro mismo, cuya aplicación es urgentemente necesaria para el país, está ya escrito en las cuatro carillas que contienen la iniciativa.
En líneas generales (ver texto completo en la edición de ayer de Krohne Archiv), el nuevo régimen sería semipresidencial separando la institución de la Presidencia --la Jefatura de Estado-- de la Jefatura de Gobierno, creándose la figura de un Primer Ministro al estilo de los más modernos Estados europeos. Esto implica un Presidente electo por voto universal, con atribuciones exclusivas en las relaciones exteriores, defensa nacional y con la tuición de una administración pública moderna y profesional, con funciones de moderación y arbitraje político, con facultad de disolver el Congreso (sólo hasta una vez en cada período), y un Jefe de Gobierno propuesto por el Presidente de la República que requerirá de la aprobación mayoritaria del Congreso Nacional.
La reforma llegaría también a las regiones con elecciones directas del Presidente del Gobierno Regional y de los consejeros regionales como igualmente se crearían los Gobiernos Metropolitanos. Y todo esto en el marco de un Estado nacional y unitario. Por último, el sistema electoral binominal sería reemplazado por uno proporcional corregido.
Como en todo proyecto siempre hay perdedores y ganadores. En este caso la gran perdedora parece ser la Unión Demócrata Independiente (UDI) que se vio de pronto ayer ante los cimientos de una gran reforma en la que no está de acuerdo al ser reticente a este tipo de transformaciones mayores, especialmente cuando se trata de modificar los modelos político y económico (neoliberal). Son dos sectores que los udiístas, como políticos conservadores, los más extremos del espectro político chileno, se niegan rotundamente a modificar. Están por el mantenimiento de la línea política impuesta durante la dictadura de Pinochet, período en el cual ellos también se organizaron como partido político.
El udiísta más indignado es el diputado Felipe Ward, jefe de bancada, que exigió ayer a Renovación Nacional una explicación sobre lo que había hecho al unirse a uno de los fragmentos de los que se compone la opositora Concertación para la Democracia. Al parlamentario se le escapó algo demasiado grave: la UDI, como derecha pura, no ha estado nunca por este cambio y entre gallos y medianoche resolvió “ponerle paños fríos a este tema y a fijar un procedimiento de trabajo”. Claramente Ward señaló que esta era una “mala noticia, ya que rompe las reglas del juego”, porque “salir con este domingo 7 sin haberle avisado a nadie tensiona aún más las relaciones dentro de la Alianza”.
Esto significa ni más ni menos que el asunto se enfriaba y simplemente se “chuteaba” para adelante ¿para cuándo? Tampoco se sabe. Esto no tiene nada de nuevo, porque es el pensamiento de la UDI de ayer, hoy y mañana y nadie sabe como va a enfrentar ahora este desafío si el proyecto DC-RN llegara a transformarse en un proyecto de Ley que el Presidente debería enviar al Congreso Nacional próximamente.
Por el otro lado está la Concertación, donde aparecieron los ofendidos de siempre al sentirse “pasados a llevar”, como algunos socialistas, aunque al interior de este conglomerado, en general, la iniciativa fue recibida mayormente con grandes sonrisas, no tanto por el proyecto mismo, sino más bien porque su presentación le habría quitado “el veto” permanente que ha ejercido la UDI durante el actual Gobierno y frente al Presidente Piñera.
Sin la UDI, el avance en las tareas de este Gobierno hubiese sido más rápido y fácil. Su oposición a los cambios no se limita sólo a las reformas políticas sino a la mayoría de los proyectos que están pendientes y por lo cual Chile ha sido criticado en el exterior. Están “en veremos” una reforma tributaria contundente, una reforma educacional sin lucro, cambios en salud, cambios en la previsión, protección severa del medio ambiente, mejora en la distribución de la riqueza, reducción de la desigualdad y la pobreza.
Es importante saber también ahora de ¿cómo va a seguir la relación entre la DC y RN? Esto está también por verse y debe ser una tarea de observación permanente de los analistas. Algunos antecedentes permiten explicar la tendencia de centro derecha que han tenido o tienen ambos partidos en su historia, aunque la DC se ha inclinado más hacia la centro izquierda, sin que puedan ignorarse a muchos centristas de derecha que han estado vinculados o siguen siendo miembros del partido. Sin ir más lejos, la carrera política de Piñera se inició en la Democracia Cristiana pasando de allí a Renovación Nacional.
A RN el desarrollo de una relación más estrecha con el PDC le resolvería quizá algunos problemas, como poder liberase en parte del veto permanente de la conservadora UDI. A su vez, al PDC le permitiría tener la posibilidad de resolver las dificultades que puede tener al interior de la Concertación, especialmente con el acercamiento a esta coalición del Partido Comunista. Esto es muy importante para los democristianos porque este acercamiento hace peligrar los eventuales apoyos financieros que pudiera recibir de la democracia cristiana alemana y europea.
En todo caso, la señal que dieron la DC-RN es que también partidos de distintas coaliciones pueden hacer importantes aportes en beneficio de este país llamado Chile. Para esto están los buenos políticos. Y en este sentido los grandes ganadores con el proyecto serán a largo plazo todos los chilenos.
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