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lunes, 16 de enero de 2012

CHILE: DESCONTENTOS EN LAS FILAS

Por Abraham Santibañez

Este debía ser el año de consolidación del gobierno del Presidente Piñera. Su llegada a La Moneda se produjo –literalmente- en medio de las réplicas del terremoto. El año pasado irrumpió el estallido social. Está claro que, con un horizonte limitado a solo dos años más, se espera que el Jefe del Estado actue con firmeza y decisión.

Hasta ahora, las señales han sido equívocas. En poco más de 48 horas, la última semana, se puso en evidencia que el binominal y la reforma tributraria dividen al gobierno. El lunes en la noche, luego de una cena en el hogar de los Piñera-Morel, el sector conservador cantó victoria: el cambio del binominal no era prioridad. No lo había percibido así la oposición luego que sus cuatro ex presidentes estuvieron en La Moneda: y salieron convencidos de que sí habría cambios.

Ante este balde de agua fría, como era lógico, replicó de inmediato la oposición. Pero también lo hizo un sector importante del oficialismo. La brecha que históricamente ha separado la UDI de Renovación Nacional se profundizó cuando dos senadores de la Alianza, dos independientes y 20 opositores suscribieron un acuerdo a favor del fin del binominal.

En tanto, el Presidente atacó por otro flanco. "Se requiere un clima de diálogo, de grandeza, de colaboración, de sentido de país, de una misión de Estado. Por una razón muy simple: ninguna de las dos grandes coaliciones tiene por sí misma la fuerza para hacer los cambios. Por lo tanto, o se ponen de acuerdo o no hay cambios.... la Concertación... nunca logró ningún avance en materia de sistema electoral, de hecho nunca se presentó un proyecto de ley para perfeccionar nuestro sistema electoral”.

La afirmación es discutible. Según el profesor Ricardo Gamboa, del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de Chile, “revisando la base de datos del Congreso chileno se encontraron diecinueve proyectos de ley o de reforma constitucional que pretenden modificar los elementos del sistema electoral”.

El Presidente siguió adelante en su crítica: “He visto los debates de los últimos días, en que prácticamente las partes piensan (que) o se hace todo exactamente como ellos quieren, o simplemente no se hace nada".

La duda que se instaló fue hacia quién iban las alusiones. Podría pensarse en un nuevo enfrentamiento con la oposición. Pero obviamente también había dardos contra algunos de sus propios aliados. A juzgar por las algunas desconcertadas imágenes de directivos de la UDI, allí estaba el blanco.

Estas escaramuzas obviamente no ayudan al acuerdo que el gobierno necesita para enfrentar este año.

Eso explica el desmesurado eco de las salidas de madre del alcalde de Ñuñoa, Pedro Sabat. Primero descalificó a las ocupantes del Internado Nacional Femenino (“un puterío”), pero luego se explayó en CNN diciendo que se encontraba "completamente desilusionado" del gobierno, porque no cumplió con "nuestras expectativas ni (las) de quienes nos reventamos porque saliera elegido, ni de quienes votaron a última hora".

No parece, por cierto, un buen comienzo para el 2012.

Y la gobernabilidad ¿qué?
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Un senador oficialista pide que se recupere la cordura y que el Presidente aclare con quién quiere gobernar. Una ministra, ex senadora, dice que se está tratando de apagar un incendio con bencina. Otro parlamentario salta al debate señalando que “los problemas que tenemos muchas veces con el gobierno, son derivados de que el gobierno toma decisiones sin consultar a sus partidos y después les pide que defienda sus decisiones”.

Nunca, en 20 años de democracia, gobierno alguno tuvo tantos y tan públicos problemas con quienes supuestamente lo apoyan. Hoy no se necesita wikileaks para internarse en los entresijos del régimen. Basta con escuchar, ver o leer a quienes son teóricamente sus partidarios.

Y si no fuera suficiente, se pueden agregar opiniones nada propensas a la exaltación extremista como los británicos The Economist, The Guardian o Financial Times. Sus comentarios van desde lo simplemente anecdótico a una reflexión profunda a partir de señales como el intento de cambiar el término “dictadura” por el de “régimen militar”.

A ello habría que agregar ahora lo que ha recorrido la prensa del mundo acerca del exabrupto del alcalde de Ñuñoa y su penosa referencia a las alumnas del Internado Nacional Femenino.

A estas alturas recordar aquello de “la nueva forma de gobernar” se ha convertido en sarcasmo. El propio alcalde ñuñoíno, cuando dejó de insultar a las estudiantes, abundó en lo mismo

Dos años después de la elección, el gobierno de Sebastián Piñera parece haber tocado fondo más de una vez: cuando las encuestas mostraron su vertiginosa caída, cuando debió cambiar funcionarios por tuiteos torpes; cuando empezó la rebelión de los ecologistas; cuando siguió el estallido de los estudiantes, apoyados por sus padres, la oposición y un sector creciente de ciudadanos sin militancia. A ello, hay que agregar las acusaciones sin evidencias de respaldo que debilitan el sistema judicial y que han puesto a carabineros en una posición casi insostenible..

Tras cada uno de estos episodios la opinión generalizada ha sido que debe producirse un cambio. Pero nunca lo hubo ni en el fondo ni en la forma. Peor aun: ahora tenemos una guerrilla brutal entre los propios socios de la Alianza.

Aunque el término ofenda a muchos, es evidente que la gobernabilidad está en riesgo.

Y eso debe preocuparnos a todos, opositores o partidarios del gobierno.

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