Cristina usa su incógnita, ataca a Moyano y fortalece a Boudou
Por Julio Blanck
Diario Clarín de Buenos Aires
Con precisión y método, la Presidenta machacó ayer sobre los dos pilares de su discurso de estricta coyuntura : la indefinición acerca de su eventual candidatura a la reelección y la reiterada descarga retórica sobre los dirigentes sindicales, impopulares para un muy amplio sector de las clases medias y descubiertos después de ocho años, en el libreto oficial, como peligrosamente corporativos.
Cristina Fernández, en esos dos frentes, está haciendo a la perfección los deberes preelectorales del gobernante que pretende seguir en el poder.
Al no confirmar su postulación, mantiene la incógnita y la usa para mantener en un puño la danza de tensiones e intrigas que supone el armado de listas y cargos para la próxima elección, en la que todos los que tienen una porción de la torta pretenden conservarla y si es posible ampliarla un poco más. De paso, la ambigüedad le permite no hablar del futuro, que es lo mínimo que se le exige a cualquier candidato. Y el futuro, no es secreto para nadie, está impregnado de algunas tareas económicas y sociales dolorosas que se deberán ejecutar. Por ahora, el discurso de Cristina pivotea sobre lo hecho, guardando oportuno silencio sobre lo que se hará si le toca seguir en la Casa Rosada.
Por otra parte su furibunda crítica al sindicalismo, además de dar libre cauce a sus opiniones y sentimientos más genuinos acerca de Hugo Moyano y su gente, le permitieron colocar otro ladrillo, el más potente hasta ahora, en la construcción de su distanciamiento con el jefe de la CGT, con la forma en que conduce los conflictos y con el modo casi empalagoso que tiene de presionar cada día por más poder, mientras proclama su adhesión al modelo y a su conductora.
El enojo mayúsculo de Cristina por cierto desborde actual de los conflictos sindicales, que afectan el humor de las capas medias porque pegan de lleno en cuestiones de vida cotidiana como el abastecimiento de nafta, alcanza a los sindicalistas. Pero también lo sintieron con toda crudeza , ayer mismo, los funcionarios encargados de lidiar con ese tipo de situaciones.
A la Presidenta, y no es novedad, le disgusta casi todo de Moyano. Tampoco es novedad que este gobierno, como cualquier otro, necesita un período apreciable de paz social para afrontar una elección. No es que la paz social haya faltado en estos años kirchneristas, más allá de episodios puntuales que nunca desbordaron. Habrá que aceptar que ese insumo estratégico, que disfrutaron y supieron usar Néstor primero y Cristina después, se debió en buena parte a la actitud de Moyano y la CGT, que apretaron pero siempre llegaron hasta un límite. A cambio de la moderación, claro, conseguían mayores volúmenes de poder y fondos casi discrecionales.
La insistencia de Moyano en proclamar por su cuenta y riesgo la candidatura de Cristina a la reelección obedece, también, a la necesidad del jefe sindical de mantener abrochada y monolítica esa alianza básica. Alianza que, al cabo, terminó siendo el principal soporte político y social del kirchnerismo cuando los vientos le soplaron en contra. No fueron los cacareos oportunistas de quienes corrieron presurosos a explicar o justificar cualquier política quienes permitieron que esas políticas siguieran adelante.
Pero resulta que para Cristina, por lo que dicen sus dichos y acciones, esa alianza fundamental con Moyano no está ni abrochada ni es monolítica.
Si ella está pensando en gobernar otro período, los pasos que ya dio para diferenciarse crudamente de Moyano empiezan a transformarse en un camino sin retorno, con todos los riesgos y los beneficios que ello puede suponer.
Astuto, experto en supervivencia política, Moyano le ha dicho más de una vez a su gente: “Muchachos, a prepararse que vienen por nosotros”. Para pertrecharse en espera de ese momento crucial, que nadie sabe si será antes o después de las elecciones de octubre, el jefe de la CGT juega otras fichas además de las zalamerías reeleccionistas que le dispensa a la Presidenta.
Por ejemplo, percibiendo que están en continua baja las acciones de su confiable amigo Julio De Vido, enlazó hace rato una relación cercana con Amado Boudou (foto izquierda), el ministro de Economía que cada día parece escalar otro paso en el favor de la Presidenta .
En el círculo íntimo de Moyano explican esa cercanía por la simpatía con algunas medidas impulsadas por Boudou, incluso antes de ser ministro, como la estatización de las AFJP. Pero además Boudou maneja decisiones sobre cuestiones de dinero a las que los gremialistas son especialmente sensibles. Curiosidad: también Hebe de Bonafini se ha hecho seguidora fiel del ministro.
Moyano supone, y supone bien, que una aceitada relación con Boudou es una vía de acceso a Cristina. Esa llegada se le complicaría si intenta otro recorrido, por ejemplo a través del secretario Carlos Zannini, custodio ideológico del Gobierno y ahora también operador de armados políticos.
Eran otros tempos. |
Un dato central: Boudou, que ya aprendió todos los usos, costumbres y picardías del modo de gestión kirchnerista es, posiblemente, uno de los poquísimos funcionarios con los que Cristina ha hablado cuestiones del futuro, ese espacio de misterio que ella hábilmente se está reservando.
Amigos del ministro juran que la Presidenta le encomendó preparar medidas y proyectos “para diciembre” , cuando empieza el próximo período presidencial. Si esto que se dice es así, sería el primer indicio concreto de que Cristina ya decidió ser candidata y sólo espera el momento oportuno para anunciarlo. Pero con sus declaraciones de ayer volvió a alimentar la duda. Nunca había llegado tan lejos en sus insinuaciones sobre un renunciamiento.
Ese es su juego y lo juega bien.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario