Por Gabriel Zaliasnik
Radio Cooperativa
En días pasados el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama pronunció un importante discurso sobre política exterior norteamericana de cara al Medio Oriente. Si bien este se refería primordialmente a los movimientos de protestas conocidos como “primavera árabe” -que sólo en Siria ya ha costado la vida a más de 900 civiles y al cual me referí en mi columna “La Maldita Primavera”-, la atención de los medios de comunicación en definitiva recayó en las alusiones que Obama hizo al conflicto árabe – israelí.
Ello se debió a mi juicio a la precipitada reacción del primer ministro israelí, quien a pocos minutos de finalizado el discurso reaccionó con vehemencia, y manifestó que para Israel resultaba inaceptable considerar la existencia de un Estado palestino cuya frontera correspondiera a los que se conoce como la línea verde, o las líneas de 1967, esto es, la situación que existía antes de la denominada “Guerra de los Seis Días” de 1967.
A partir de ello, los medios de comunicación no dudaron en informar –e incluso titular- que el Presidente de EEUU había planteado que la solución del conflicto pasaba por la creación de un Estado Palestino al lado del Estado de Israel, cuyas “fronteras” debían ser las existentes antes del 5 de Junio de 1967. Si esas eran las palabras de Obama, claramente EEUU modificaba su tradicional posición en la materia según la cual un futuro Estado palestino debe ser el resultado de negociaciones directas entre las partes involucradas y la definición de fronteras que proporcionen seguridad a Israel, debe ser parte de ese proceso negociador.
No obstante basta una tranquila lectura del discurso de Obama para advertir que ello no fue así, y que por lo mismo nada justificaba la reacción del Primer Ministro Israelí ni por lo mismo la errada información que muchos medios de comunicación reprodujeron.
¿Qué exactamente dijo Obama?
En primer término, señaló que las negociaciones directas de paz deben tener como “base” las líneas de 1967, pero con demarcaciones e intercambios territoriales acordados mutuamente. Así, contrario a la lectura que muchos le dieron, Estados Unidos no reconoció como fronteras las líneas de 1967, que no son sino las líneas de armisticio de 1949, y donde por lo demás jamás existió un estado palestino. De hecho lo que se conoce como la margen occidental del Río Jordán era parte de Jordania hasta 1967 y la llamada franja de Gaza pertenecía entonces a Egipto. Por lo mismo, tampoco se pronunció sobre un aspecto especialmente sensible como es el status de la ciudad de Jerusalén.
Más importante que lo anterior, Obama fue categórico en cuanto a que EEUU se opone – antes de que concluyan las negociaciones de paz- al reconocimiento unilateral de un futuro estado palestino, cualquiera sean sus fronteras, y por lo mismo rechaza el intento de la Autoridad Nacional Palestina de presentar ante la Asamblea General de la ONU en septiembre una resolución en tal sentido. Obama afirmó que dicha maniobra simbólica no contribuye al proceso de paz. El espejismo de dicho reconocimiento se diluye ante la inevitable realidad que el estado palestino sólo podrá ser fruto de un acuerdo de paz directo con Israel, y para ello el único camino es que la Autoridad Nacional Palestina acepte negociar con Israel.
Con todo el aspecto más importante del discurso de Obama, y que fue eclipsado con el artificial debate sobre las supuestas fronteras de 1967, fue su explícito llamado a la Autoridad Nacional Palestina a reconocer a Israel como un estado judío, y más aún, como el estado que es hogar nacional del pueblo judío. El carácter e identidad judía de Israel, implica a su vez la improcedencia del llamado derecho de retorno a territorios de Israel de los refugiados palestinos. Este punto es la esencia misma del conflicto ya que en la medida que subsista la radical pretensión de que hijos, nietos, bisnietos y en general descendientes de palestinos puedan asentarse dentro del Estado de Israel, por una mera realidad demográfica Israel perdería su calidad e identidad como estado judío, algo que nadie con el mínimo realismo político puede aceptar.
Nada obsta que los descendientes palestinos puedan integrarse al futuro estado palestino, tal como –en un hecho generalmente desconocido por la opinión pública- los casi 800 mil refugiados judíos expulsados de los países árabes lo hicieron en su época en Israel.
A este respecto cabe recordar que la resolución de Naciones Unidas 181 de 29 de Noviembre de 1947 que es la piedra fundacional de Israel y que en su momento los países árabes se negaron a acatar, optando por declarar la guerra al entonces naciente estado de Israel, disponía precisamente la creación de dos estados, uno árabe y otro judío.
En otras palabras, es de la esencia misma y de la génesis del conflicto como con claridad lo expreso Obama, que la Autoridad Nacional Palestina no sólo reconozca el derecho de Israel a existir, sino que además su carácter e identidad judía. La no aceptación de ello hace inviable cualquier solución y ciertamente aleja la tan anhelada paz para ambos pueblos.
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