Imagen tomada del sitio Internet del pintor Pedro Pablo Oliva |
Vivimos otra vuelta de tuerca de la intolerancia. Justo cuando la osadía de los individuos ganaba terreno aquí y allá, han llegado los tiempos del regaño. Las primeras señales aparecieron con el serial televisivo llamado las Razones de Cuba, cuyo guión más parecía haber sido escrito en la Rusia de Stalin que en esta isla caribeña del siglo XXI. Después vinieron reuniones relámpagos, incremento de los operativos policiales, monitoreo de móviles en tiempo real, detenciones y registros. Todo eso, mientras la prensa oficial seguía narrando que “el perfeccionamiento del modelo económico” va por buen camino y que el VI congreso del PCC “ha sido un éxito rotundo”. Estamos, pues, bajo el susto de los correctivos y ningún atrevido se quedará sin recibir su castigo perdurable.
Dentro de los azotes propinados esta vez por Papá Estado, está el cierre del centro cultural dirigido por el pintor Pedro Pablo Oliva y ubicado en la ciudad de Pinar del Río. Llamado con urgencia ante las autoridades locales, este artista, premio nacional de artes plásticas, vio cómo le caía encima un aluvión de críticas y reprimendas. Se le cuestionó haber declarado en una entrevista que estaba a favor del pluripartidismo y enviarle una carta muy cordial a esta servidora para que la publicara en su blog. Fue acusado también de abrir las puertas de su casa a contrarrevolucionarios y hasta codearse con diplomáticos de otros países. Lo despojaron de su cargo en la Asamblea Provincial del Poder Popular y unas horas después un cartel de despedida apareció en la puerta de su taller.
Los artistas de la UNEAC han optado –hasta el momento– por hacer silencio y mirar hacia otro lado. Como las figuritas de cuencas vacías y premonitorias que llevaba meses pintando Oliva en sus cuadros.
Sostengo que ahora es el momento de apoyarlo, de decirle “tranquilo, tu pincel será más libre sin esas ataduras ideológicas, sin esas formalidades partidistas”. Es asimismo una buena ocasión para que los sancionados por el insulto, la censura y la vigilancia hagamos algo. Si no hemos confluido en las opiniones y en las propuestas de futuro, al menos podríamos articularnos en el dolor, acercarnos para que el golpe recibido por uno se reparta entre todos.
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