Por Walter Krohne
Las encuestas de opinión pública se han convertido en una pesadilla para la alianza de derecha, que cree hacerlo muy bien, a pesar que el 61,3 por ciento de los chilenos diga que el gobierno de Sebastian Piñera “ha sido peor de lo esperado”.
Seis de cada 10 encuestados son críticos con la actual gestión y un 70% opina que el primer año de Michel Bachelet fue mejor que el de Piñera.
La encuesta Adimark -otra de las encuestas que hace temblar al Gobierno- le dio hoy a Piñera sólo un 42 por ciento de aprobación, porcentaje que no varió desde el último sondeo. Es decir, pasan y pasan los meses y el gobierno de derecha no repunta, sigue igual de opacado como al comienzo. Pero eso no es todo, porque lo más grave es que el 49% de la población chilena rechaza su gestión o sea la mitad de Chile lo reprueba.
Sólo tras el rescate de los mineros la cosa estuvo algo mejor. Sin embargo, este fue un hecho puntual, logrado con mucha televisión, que de pasada elevó a las nubes al ministro de minería y energía Laurence Golborne.
Algo pasa con Piñera. Para el senador Pablo Longueira, las cosas se han hecho muy mal desde el punto de vista político. Esto involucra además un aspecto comunicacional que ha impedido explicar mejor el contenido de los proyectos de Ley que el gobierno se propone tramitar en el Congreso.
Longueira tiene razón, porque si analizamos el caso Jacqueline Van Rysselberghe, no se recuerda otro caso similar que haya sido tan mal tratado políticamente. La Intendenta debería haberse ido en el mismo momento en que cometió el primer error, pero Piñera dijo que no, seguramente mal aconsejado. En eso, su Partido Renovación Nacional no estaba tan errado, porque harto caro le ha costado a La Moneda la conducta de “la ovejita blanca y buena” de Concepción.
Pero esto no es todo dentro de los errores políticos. Los proyectos del Gobierno, en general, no son bien explicados y terminan apareciendo como si fueran movidas engañosos de Piñera y su Gobierno, con lo cual se está perdiendo la credibilidad que hoy es más necesaria que nunca.
El postnatal y la eliminación del 7% de salud de los jubilados aparecen como proyectos incompletos y poco creíbles, porque con el fin de abaratar costos se plantean fórmulas escalonadas o no iguales para todos los involucrados. En otras palabras, no se solucionan a fondo los problemas reales, lo que causa desconfianza. No se dice que se va a reducir el 7% en forma escalonada, sino se habla a secas de la eliminación de dicho pago, lo que confunde a los usuarios que se ven engañados al creer que con la medida sus pensiones van a crecer, lo que no es así.
La idea central de La Moneda en estas materias es orientar los proyectos casi siempre a beneficiar al quintil más pobre, olvidándose una vez más de la “sufrida clase media”, que en realidad las está viendo negras. Los quintiles más pobres están en cierto modo protegidos porque reciben a menudo subsidios del Estado, ya sea por carestía de los alimentos, por necesidad de ropa de invierno, por pago de colegios, por salud o por pensiones solidarias.
Sin embargo, la clase media, las está pasando mal y no hay ni siquiera una mínima esperanza que bajo este gobierno pueda pasarla mejor. Para esta clase no hay ayudas especiales concretas, salvo excepciones aisladas o mínimas.
El trabajador que recibe sueldos bajos y que tiene que pagar colegios, salud, alquiler, movilización (carísima en Chile), vestirse bien (especialmente los que trabajan en oficinas), se ven fuertemente perjudicados y no les queda otro camino que no sea el de endeudarse, porque el Estado no les da nada, ni tampoco somete a controles especiales los préstamos que los bancos conceden a la clase media, y que a veces son realmente usureros.
Otro grupo que está abandonado es el de las Tercera Edad, especialmente en barrios de clase media como Providencia y Ñuñoa, que tienen que pagar elevadas contribuciones por sus casas compradas hace años a través de asociaciones de ahorro y préstamos y que no tienen derecho a ningún tipo de ayuda por aparecer como propietarios de un bien raíz. Otra cosa cara en estos barrios es la recolección de la basura que sube dos veces al año con fuerza, haya o no inflación.
Pero las cosas están también mal en la salud pública. Para algunos pobladores de clase media, gran preocupación es tener seguros adicionales para prepararse en el caso de llegar a padecer una enfermedad y tener que ser internado en alguna clínica. “Hay que tratar de no caer en el servicio público”, dicen algunos ex empleados bancarios o profesionales, hoy jubilados, que gastan lo que no tienen en seguros médicos adicioinales. Y eso lo saben las clínicas, los seguros y los bancos que pasan ofreciendo nuevos planes aseguradores para enfermedades que los usuarios quizá nunca padezcan. ¡Negocio redondo que tampoco es controlado por el estado!
¡Pero claro, se me olvidaba, el neoliberalismo y el libre mercado no lo permiten, mil perdones!
Este es un país de gente insegura y miedosa por la situación económica, el mal funcionamiento de los servicios del Estado y la criminalidad que no tiene solución a corto plazo. Y esta inseguridad hace infeliz a una población que ve, por otro lado, lo bien que viven los ricos y sufren en carne propia las diferencias sociales y sobre todo la desigualdad en la distribución de la riqueza, la que en gran parte está depositada en fondos de inversión de Nueva York.
Esto hace pensar a quienes contestan las encuestas de opinión pública que, después de hacer este “tour” por la crisis social y económica que vive el país, quedan sin respuesta para calificar al Gobierno de Piñera cuando se les pregunta si lo ha hecho bien o mal. Sería bonito si los electores chilenos tuviéramos al menos proyectos concretos que nos dieran esperanzas de que los problemas enumerados algún día podrían llegar a resolverse, pero ni siquiera eso tenemos.
Mientras el país siga caminando por esta frustrante senda de confusión e inseguridad permanentes, Piñera no subirá en las encuestas.
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