Por Roberto Mejía Alarcón
El soberano ha dado una magistral primera lección. Le falta la segunda y definitiva. La primera cátedra ha dejado una enseñanza para no olvidar. Esta se ha ceñido a los cánones más elevados de la democracia, a los principios y valores de la participación ciudadana y el resultado está allí: el país necesita y con urgencia una gobernabilidad más cercana a sus reales necesidades.
El alto porcentaje alcanzado por el candidato Ollanta Humala así lo refleja. Hay miseria en un tercio de la población de 29 millones de habitantes, la exclusión es mayoritaria en los pueblos altoandinos y amazónicos y existen grandes bolsones de pobreza en los entornos de las ciudades que reclaman su redención. El pueblo, aquel que sobrevive en barriadas y tugurios, quiere más que pan, exige un rol en la vida política y demanda una configuración del Estado para que su voz se deje escuchar y su decisión marque el destino de la nación.
¿Humala tendrá la capacidad suficiente para interpretar la esencia del voto de protesta emitido el domingo 10? ¿Se refugiará en el discurso de las promesas demagógicas, con tal de hacer realidad su sueño presidencial? ¿Se quitará el disfraz y tal como temen los sectores más conservadores, impondrá un gobierno a semejanza de la autocracia venezolana? Todo es posible. En su entorno hay inteligencias que entienden los grandes cambios políticos y económicos de este siglo, que tienen una visión distinta a la del radicalismo jacobino y que podrían originar una gobernabilidad con democracia participativa, inversión sin menoscabo de los intereses nacionales, desarrollo autosostenido y redistribución de la riqueza. Pero en esa misma cercanía están en guardia aquellos que actúan de acuerdo a su dogmatismo, que razonan con la cabeza caliente y que quieren tener en sus manos la guillotina que les permita acabar con los avances de la democracia burguesa, lo más pronto posible.
El voto popular ha ungido a Keiko Sofía Fujimori en la posible alternativa de ingresantes a la segunda lección que en junio entrante estará a cargo, como debe ser, de ese gran maestro que es el soberano. El porcentaje, aunque ajustado técnicamente al que tiene Pedro Pablo Kuczynski, así lo avizora. El voto tiene una idéntica procedencia al obtenido por el ganador de la primera vuelta. Pero tiene sus diferencias, en tanto es consecuencia de un antiguo clientelismo, muy dinámico y que ha estado en permanente actividad a lo largo de estos últimos diez años, con raíces muy profundas en los comedores populares, en los cuadros dirigenciales del vaso de leche y otras organizaciones sociales. En la práctica son los símiles de los antiguos comités de los partidos políticos tradicionales y que los han reemplazado con evidente eficacia.
En paralelo, el apoyo a Fujimori viene de algunos cantones del empresariado y de los cuarteles militares y policiales. En el primer caso, se trata de personajes que sumaron fortunas al amparo de la seguridad brindada en los tiempos de la autocracia, incluyendo el irrespeto a los derechos sociales y económicos de los trabajadores. Y en el segundo, a quienes, en los años del terrorismo, asumieron responsabilidades y, posteriormente, se encontraron desamparados y acusados por el propio Estado, en forma indiscriminada, de violadores de los derechos humanos. La campaña silente pero lubricada con recursos financieros, ha tenido efectos positivos.
¿Pero qué podrá acontecer si Keiko Fujimori llega de retorno a Palacio de Gobierno? Se habla mucho de una reedición del régimen del hoy encarcelado por corrupto y criminal Alberto Fujimori. Existe fundada preocupación entre los defensores de la democracia, entre los trabajadores y entre quienes aspiran a cambios fundamentales en la política económica neoliberal, por todo lo que significa ésta en la redistribución de la riqueza mediante el trabajo decente. E, igualmente, existe la convicción que, a pesar de sus promesas, Keiko procederá a indultar a su padre, sin más justificación que el uso de la facultad que da la Constitución Política y al retorno de la corrupción gansteril, en volumen ya vivido, en la década de los 90 del siglo pasado.
Tal como camina el conteo directo de votos, es casi una ilusión lo ocurrido con Pedro Pablo Kuczynski. Ni el sonido de la flauta dulce, ni las motivaciones del mexicano Miguel Ángel Cornejo, ni su sonrisa abierta e ingenio avispado, ni el reconocimiento a su formación económica y financiera, ni su encuentro corajudo al soberbio Alejandro Toledo, han sido suficientes para alcanzar el aval del soberano en esta reñida primera vuelta.
Lo ocurrido con el popular PPK trae, además, otros comentarios. Es posible su retiro de la política por razones de edad, como también un severo debilitamiento, por envejecimiento, de un partido con más de ochenta años de antigüedad, como es el caso del Apra, y un futuro incierto para colectivos que nunca fueron grandes como el Popular Cristiano, Perú Posible y Solidaridad.
Ahora sí y con asistencia masiva, esperemos la segunda lección del soberano el próximo 5 de junio. Y respetemos la voz del pueblo que es la voz de Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario