Tomado de Emol.com
La alimentación en general se asocia con las emociones de las personas. “Para entender esta relación hay que recordar que el temprano intercambio con la madre, o con un sustituto de ella, aquél que permite la sobrevivencia, enlaza la dimensión del amor con los cuidados, el placer y la alimentación. El amamantamiento deja en nuestro inconsciente la experiencia que el amor, el placer y la comida van de la mano”, explica Mariana Fagalde C. Directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
Comer gran cantidad de chocolate cuando se siente tristeza o falta el afecto sería totalmente comprensible.
El chocolate estimula químicamente al cuerpo, creando sensaciones de bienestar, tranquilidad, sedación, felicidad e incluso puede causar euforia. También contiene alcaloides, al igual que el café, el té y el mate es estimulante. Aumenta el ánimo y disminuye la sensación de cansancio y decaimiento, “con el chocolate el sistema nervioso central aumenta su actividad, elevando el ánimo y mejorando las capacidades del pensamiento”, comenta Jessica Piña, psicóloga de la Clínica Vespucio.
Estudios han comprobado que el comer de chocolate estaría relacionado con esos periodos de angustia, decaimiento del ánimo e incluso irritabilidad, donde las mujeres serían las mayores consumidoras.
“Cuando existen carencias afectivas en el entorno, se va desarrollando una sensación persistente de vacío y necesidad de afecto, que muchas veces no se puede expresar e incluso es difícil de reconocer, pero nuestro aparato psíquico lo reconoce y traduce en sensaciones de angustias y conductas ansiosas e irritables, entre otras”.
De esta manera, agrega Jessica Peña, el chocolate, se convierte en este compañero sanador, que entrega por momentos, la sensación de bienestar, pero en ningún caso puede solucionar los problemas en torno a las carencias afectivas.
Refugio en la comida
Satisfacer necesidades emocionales o malestares internos a través de la comida sería transversal a los géneros sexuales, pero las mujeres culturalmente “son las encargadas del cuidado de los otros, y por ello, las expertas en detectar y satisfacer las necesidades de los otros (hijos, alumnos, pacientes, etc.) lo cual, tiende a promover que ellas descuiden sus propias necesidades emocionales y corporales, e incluso ni siquiera llegan a identificarlas. Por ello, es posible que tiendan a satisfacerlas a través de la comida, transgrediendo sus límites biológicos, comiendo más de lo necesario”, sostiene Mariana Fagalde C.
El malestar emocional, expone la psicóloga de Universidad del Pacífico, si no lo puedo resolver en el nivel emocional, lo puedo anestesiar a través de la comida.
“La estricta necesidad de un objeto, sea un alimento u otro, en otras palabras, tener una dependencia vital hacia un objeto es un problema. Para abordarlo es necesario reconocer qué hay en esa dependencia e intentar satisfacer las necesidades genuinas, probablemente emocionales, y ampliar el ámbito de experiencias gratificantes más allá de la oralidad y la alimentación. Se puede crecer como ser humano al incorporar nuevas experiencias, como el deporte, el trabajo corporal, el arte, la experiencia visual, aromática, olfativa, auditiva, etc.”.
Por tanto, esta “adicción” al chocolate se podrá modificar cuando haya un compromiso íntimo a ver qué sucede realmente y se arroje a realizar actividades que despierten esas capacidades latentes.
Lo imprescindible será establecer en qué situaciones se provoca la necesidad de ingerir automáticamente un chocolate, “si es por ansiedad puedes hacer ejercicios corporales y de respiración; por angustia, cantar, bailar, salir a caminar, si es que no se hace otra actividad física.
Además, se debe consumir siempre mucha agua y mantener un orden en las comidas, comer cada 4 ó 5 horas, para evitar el desbalance de azúcar en el organismo. Eso evitará el consumo desmedido de chocolate e incluso puede eliminarlo”, aconseja la psicóloga Jessica Piña.
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