Por Aldo González (*)
Meses atrás, el presidente de Telefónica España, César Alierta, señaló que su empresa debería cobrarle a Google. Para él, no era lógico que el buscador lucrara a través de internet, sin pagarle por el uso de las redes. En el marco de la discusión sobre la ley de televisión digital, asistimos a una pugna similar en nuestro país.
Los canales de televisión abierta, sobre todo los de más alto rating, en forma conjunta reclaman que las empresas de cable y satélite lucran poniendo sus señales en su parrilla, sin pagarles un peso en retribución. Se está afectando el derecho de propiedad, señala el canal público TVN. Nada más grave en nuestro país que afectar tal derecho, así que veamos el tema seriamente.
Las empresas que proveen internet, como los canales de televisión, son plataformas o mercados de dos lados que conectan a empresas con usuarios. La TV abierta produce programas que vemos todos, sin cobro alguno. ¿Por qué? Porque se financia con la publicidad. Hay empresas que están dispuestas a pagar por llegar con su mensaje a los televidentes, y mientras más de éstos haya, más pagarán.
Usted ha descargado software para leer documentos, o ha sido contactado por un head hunter que le ofrece un buen trabajo. En ambos casos usted no paga, y no es que dichas empresas hagan beneficencia. Simplemente, los ingresos los obtienen de los usuarios o empresas que están al otro lado de la plataforma, es decir, de quienes compran el software para escribir documentos, o de la empresa que está en búsqueda de algún profesional. Como vemos, en este tipo de mercados, beneficiarse o usar no implica necesariamente pagar.
¿Y qué pasa en la disputa televisión abierta versus cable? Cierto, las empresas de cable ganan al poner los canales de TV abierta en su parrilla, pues mejora su oferta en términos de variedad. Pero, también, los canales se benefician con esta inclusión, permitiendo que su señal llegue a más gente y con mejor calidad. Es decir, aumentan su audiencia y, por ende, mejoran sus ingresos por publicidad. Es una situación donde ambos ganan, y la forma en cómo se reparte dicho excedente de la ganancia es lo que está hoy en disputa. La respuesta de quién debe pagar a quién, para mí no es evidente. Como claramente no lo es que Google deba pagarle a Telefónica por llevar sus contenidos a los clientes. ¿No debería ser al revés?
Sin embargo, hay argumentos a favor del no pago. Los canales de TV abierta gozan de concesiones de espectro radioeléctrico otorgadas por el Estado a precio cero.
Este espectro es limitado y las concesiones tienen por finalidad que la televisión abierta llegue al mayor número de personas. Por ello, se definen como canales de libre recepción. Si las empresas de cable, satélite o cualquier otra ayudan a ese objetivo de máxima cobertura, bienvenido.
Como contrapartida, se podría exigir que las empresas de cable incluyeran las señales de TV abierta, incluso las de alta definición, en todos sus planes, sin discriminar entre los premium o básicos.
También se debería dar algún espacio a los nuevos canales que surgirán producto de la televisión digital.
(*) Departamento de Economía de la Universidad de Chile
Diario La Tercera
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