Diario La Razón de Bolivia
Chile y el mar
Quizá es hora de pensar en el restablecimiento de los vínculos suspendidos en 1978
No parece lo más óptimo negociar un enclave desde donde solamente se podrían exportar minerales. Es decir, el hierro y el litio son metales que tienen una proyección extraordinaria para la economía nacional y, a la larga, reportarán ingentes cantidades de dinero a las arcas del Estado, pero no convendría limitar las exportaciones a dos minerales, por más que éstos fueran lo que son, resignando la posibilidad del transporte marítimo de otros productos.
La histórica demanda boliviana de mar, incluyendo soberanía, tropezó innumerables veces con la reticencia chilena. Luego de más de tres décadas sin relaciones diplomáticas y de los avances logrados por los gobiernos de Bachelet y Morales en los últimos años, quizá haya llegado la hora de pensar en el restablecimiento de los vínculos suspendidos en 1978. Esto, como se ha visto a lo largo de las diferentes etapas de la negociación, tampoco sería fácil.
Desde el año 2006, las comisiones de ambos países han tenido nueve rondas de consultas diplomáticas en el marco de la agenda de los 13 puntos, que comprende, entre otros, el escabroso tema del mar. Bachelet, hasta ahora, fue la mandataria chilena que demostró mayor interés en dar pasos concretos en esta discusión. Muchos creen que Piñera estaría en mejores condiciones de atender, en alguna medida, el reclamo boliviano. Se ha notado predisposición en él, pero también una intención de cambiar el rumbo de las negociaciones.
Ya no sería un enclave sino un corredor, al norte de Arica, el que se ofrecería a Bolivia, invariablemente, sin soberanía. Con diplomacia muy chilena, Piñera se sinceró y dijo buscar soluciones “concretas, útiles y factibles”. Pues, la del corredor, si bien no colmaría las expectativas de Bolivia fundadas en la memoria histórica de los territorios arrebatados durante una guerra injusta, al menos posibilitaría un acceso al mar y en condiciones dignas.
Con la ola de tragedias que les ha tocado afrontar a los chilenos, hasta de mal gusto resulta ahora insistir en la atención de este reclamo boliviano. Cabe ayudar al país hermano, como sucedió con el terremoto de febrero y con el rescate a los mineros en los meses recién pasados y, cuando llegue el momento oportuno, insistir en el restablecimiento de las reuniones aplazadas y bregar por la irrenunciable demanda de una salida soberana al Pacífico, si es necesario, primero accediendo a un corredor.
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