Por Gabriel Sanhueza Suárez
Uruguay ganó
en este mundial de fútbol. No es que sea el campeón, como lo fue en el año 1930
y 1950, pero en el corazón de la gente son unos gigantes.
No fueron cuartos, fueron
imponentes, asombrosos.
Tienen razón las calles de
Montevideo de llenarse de orgullo. Son los sudamericanos que más ascendieron en
esta competencia mundial. Mandaron para la casa a los franceses, a Sudáfrica,
el anfitrión del torneo y a Ghana, el último de los equipos africanos en
competencia.
Llegaron más lejos que los brasileños y que los argentinos de Maradona.
Llegaron más lejos que los brasileños y que los argentinos de Maradona.
Los últimos 10 minutos del partido
con Holanda, cuando los uruguayos tuvieron la oportunidad de ir al alargue,
fueron sin duda de los más emocionantes de este campeonato mundial.
Y esa lucha por el tercer lugar con Alemania. Es cierto que perdieron 3 a 2, pero lo hicieron arrinconando al rival en su propio terreno, hasta el último segundo del partido. Como tiritaban los germanos con cada contraataque charrúa.
Y esa lucha por el tercer lugar con Alemania. Es cierto que perdieron 3 a 2, pero lo hicieron arrinconando al rival en su propio terreno, hasta el último segundo del partido. Como tiritaban los germanos con cada contraataque charrúa.
Dejaron el alma en la cancha. Como
olvidar esa pelota de Diego Forlán, que casi parte el travesaño en dos, cuando
el arquero alemán no alcanzaba ni a rozarla.
Eran la Cenicienta de los
seleccionados, el Pulgarcito sudamericano pero terminaron transformados en un
David. Simbólico porque estamos hablando de un país que sólo tiene tres
millones y medio de habitantes.
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