El gran paquete de gasto en defensa anunciado por la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (800.000 millones de euros) va en esa línea: autonomía militar y reconfiguración geoestratégica. En ese sentido, peligra el futuro de la OTAN. Aunque Estados Unidos ha anunciado que no prevé abandonar la Alianza Atlántica, ha exigido un aumento del 5 por ciento del gasto militar a cada socio. Muchos no querrán pasar por ese aro. Más bien, no podrán. Entre ellos España, a la que ya le supone una barrera casi insalvable destinar el 3 por ciento a la compra de armas.
Pero hay más consecuencias del arancelazo de Trump. La búsqueda de nuevos mercados. Las relaciones entre la UE y China van a estrecharse sin duda. El próximo viaje de Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno Español, al gigante asiático se antoja trascendental.
Europeos y chinos han entendido que una alianza comercial es la única forma de salir de la recesión en la que nos ha metido Trump. A partir de ahora, habrá más colaboración política y económica, quizá militar. China necesita a los europeos como compradores para seguir produciendo al mismo ritmo de ahora. El Ministerio de Comercio chino ya expresó este mismo jueves su “firme oposición” a los gravámenes, y prometió represalias para “salvaguardar” los derechos e intereses del país asiático. La reacción a la guerra comercial fue otro arancel a los productos norteamericanos.
Están cambiando los ejes comerciales y políticos. El mundo se realinea. Con un Estados Unidos en sintonía con la Rusia de Putin, a otros países se le abren oportunidades de cara al futuro. Es el caso de las economías emergentes: India, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí, Emiratos, Turquía, Corea del Sur (quizá también Corea del Norte), Vietnam e Irán pueden beneficiarse del deliro arancelario trumpista que ha revolucionado el marco internacional. Estos países necesitan vender para crecer, pero también comprar, y ahí la UE tiene otro nicho de oportunidad. El mundo promete crecer por el Este, por Oriente, y Asia, con China a la cabeza, se perfila como el nuevo motor económico.
La historia avanza fabricando unos imperios y destruyendo otros (en este caso el yanqui, que parece haber entrado en fase de decadencia). Muere un mundo y renace otro. No mejor ni peor necesariamente, pero sí distinto. Nuevas expectativas se abren, como la explotación de las tierras raras y las nuevas energías, dejando atrás el agotado mercado del petróleo, el avance tecnológico (robótica, industria cuántica y espacial) y la posibilidad de la revolución verde.
China está apostando seriamente por la sostenibilidad (como no podía ser de otra manera en un país donde millones de ciudadanos viven con mascarilla debido a la contaminación en las grandes urbes) y promete comerse ese sector de la economía en las próximas décadas, de ahí el temor de Trump (sus aranceles no dejan de ser una pataleta impotente contra el avance, contra el cambio de paradigma y contra el traspaso de poder al nuevo imperio amarillo).
Baste un ejemplo: BYD es el mayor fabricante chino de vehículos eléctricos del mundo. Hace unos días, la compañía anunció una innovación que promete revolucionar la industria automovilística en los próximos años: una batería autónoma capaz de recargarse en cinco minutos. Tras la noticia, al otro lado del mundo, Elon Musk, el consejero de confianza de Donald Trump, temblaba. China le había dado el golpe de gracia a su empresa Tesla, que no atraviesa precisamente por su mejor momento.
La compañía de Musk se tambalea en Bolsa, el activismo izquierdista la ha tomado con el empresario en una agresiva campaña antifascista como pocas se recuerdan (no solo con troleo y desprestigio de la marca en redes sociales sino con quema de decenas de coches) y hasta el propio Trump ha tenido que intervenir para echarle una mano al hombre del saludo romano que envía turistas al espacio.
La imagen de la Casa Blanca convertida en un concesionario de vehículos para animar a los norteamericanos a comprar Tesla es la metáfora perfecta de hasta dónde llega la decadencia del imperio americano.
La aplastante maquinaria industrial china representada por BYD produce automóviles, autobuses, camiones, bicicletas y carretillas, todo eléctrico. China está pasando, a una velocidad de vértigo, de la revolución cultural de Mao a la revolución tecnológica, con coches enchufables, baratos y limpios que prometen reventar el mercado. Esa es la auténtica guerra comercial que se está librando. Y solo puede quedar un imperio.
(*) Las próximas elecciones presidenciales serían el 7 de noviembre de 2028 y posesión del cargo el 20 de enero de 2029. Después de ganar las elecciones elecciones presidenciales de 2016 y 2024, Donald Trump no es elegible para un tercer mandato, debido a las disposiciones de la Vigesimosegunda Enmienda. El segundo mandato de Trump expira al mediodía del 20 de enero de 2029, cuando los ganadores de las elecciones serán investidos como el 48.º presidente y el 51.er vicepresidente de los Estados Unidos.
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