¿Cuál era su visión sobre la relación entre fe y política? ¿Francisco cambió la doctrina del catolicismo o solo la forma de explicarla?
Por Miguel Pastorino (1)
Al hablar del papa Francisco, muchas son las voces que se cruzan entre el elogio y la crítica, entre la esperanza de algunos y la decepción de otros, para tratar de entender un fenómeno que no es clasificable en los esquemas ideológicos a los que estamos acostumbrados.El catolicismo como realidad extraña
En el siglo XIX, con la emergencia de las ideologías políticas, muchos comenzaron a pensar el catolicismo con las mismas categorías que un partido político. Eso ha sido un grave error que oscurece la más elemental comprensión de la fe católica.
Lo que podemos llamar izquierda y derecha (con todos los límites) tiene una historia muy breve, y el cristianismo tiene una historia de dos milenios. La doctrina social de la Iglesia (DSI), al poner a la persona y su dignidad por encima del capital, del Estado o de cualquier estructura o sistema, es imposible de amalgamar con las ideologías políticas.
Por eso cuando Juan Pablo II, gran enemigo del comunismo, escribió sobre el capitalismo salvaje y contra los peligros del neoliberalismo, dejó perplejos a muchos que creían ver en él un aliado del capitalismo. Porque es doctrina del catolicismo denunciar lo que provoque injusticias, desigualdades y exclusión de los más pobres y vulnerables, sin importar cual sea el papa.
La doctrina social de la Iglesia, desde León XIII hasta nuestros días, tiene un desarrollo que no ha dejado de interpelar a quienes creían conciliar fácilmente la fe cristiana con su ideología política.
Existen católicos comprometidos en diferentes opciones políticas y en diversidad de partidos. El magisterio de la Iglesia da orientaciones generales acordes a la visión cristiana del hombre y a los valores del Evangelio, pero no consagra ninguna ideología política.
Valora el legítimo pluralismo de opciones políticas y recuerda siempre los principios no negociables de la ética cristiana respecto de la defensa del bien común, de la justicia y de la dignidad humana.
Cambio en el estilo, no en la doctrina
Francisco no ha cambiado la doctrina de la Iglesia. Su
estilo relajado y espontáneo ha hecho pensar a muchos que estaba cambiando la
doctrina, pero no ha sido así. De hecho, ningún papa de turno puede cambiar la
doctrina de la Iglesia en las cuestiones fundamentales. No funciona como otras
instituciones, donde por voto de mayoría o por imposición de su máxima
autoridad se pueden cambiar los contenidos de la fe. Hay una autoridad por
encima del papa y es la fe recibida desde el Evangelio y alimentada por una
tradición viva.
Un ejemplo conocido de esta confusión es que cuando, ante una pregunta por la homosexualidad, Francisco dijo: «¿Quién soy yo para juzgar?». Eso no es nuevo, porque el Catecismo de la Iglesia Católica (1993) manda no discriminar ni juzgar a las personas por su orientación sexual, y exhorta a acompañarlas en la fe, pero no acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo. No hay nada nuevo.
Los que lo califican de progresista no saben qué pensar cuando este papa hablaba en contra del aborto o de la llamada ideología de género, no para referirse al feminismo sino a algunas teorías sobre la sexualidad humana «que la reducen a una mera construcción sociocultural».
¿Progresista o conservador?
¿Es entonces un conservador que se hace el progresista? ¿Un progresista que se cuida de no escandalizar a los conservadores? Ni una cosa ni la otra. Es católico. Podrá gustar más o menos su estilo, pero la doctrina es católica. Tal vez su falta de precisión y rigor en los pronunciamientos doctrinales, por sus opciones de lenguaje más llano y comprensible, ha creado una creciente confusión dentro y fuera de la Iglesia. Hay quienes esperan de cada opinión suya un decreto doctrinal y ese no es su modo de comunicar.
Francisco es deudor de la misma hermenéutica que hace Ratzinger del pensamiento de San Agustín en cuanto a la Iglesia y la política. Ningún proyecto humano es inmaculado, ningún proyecto político puede presentarse como si fuera el cielo en la tierra, porque sacralizar lo político solo creará más frustración o derivas totalitarias.
No sacralizar ningún proyecto político
Así lo expresa Borghesi: «La teología del pueblo salvaba los valores fundamentales de la teología de la liberación —la opción preferencial por los pobres y la lucha por la justicia—, superando el aspecto violento tomado de la doctrina marxista». Se diferencia de los pontífices anteriores en su visión política más centrada en los movimientos populares que en las instituciones. O por lo menos, eso es lo que ha dado a entender (1).
Una vida contra la polarización
Su p
reocupación fue siempre la polarización social y,
paradójicamente, le tocó ser el papa en un tiempo de creciente polarización,
incluso dentro de la Iglesia. Su vida en una sociedad quebrada, herida y
golpeada por la división, le llevó a que sus
énfasis sociales y políticos estén marcados por esta dura experiencia y por el
anhelo de la fraternidad entre los que, siendo hermanos, viven como enemigos.
Francisco ha desmitificado el papado. Lo volvió más simple y callejero, hablando en un lenguaje más espontáneo, sin que eso signifique que lo que decía en cada entrevista o en una conversación se transformara en doctrina. No todas las cuestiones tienen la misma relevancia para la doctrina católica, ni todas están en el mismo nivel.
La patria grande
Methol tenía la profunda convicción de que América Latina es, ante todo, una comunidad lingüística y de fe, que hace del continente una patria grande. Esta visión, que muchas veces se asocia a la izquierda, es propia del pensamiento de Methol, de la teología del pueblo y, por ello mismo, también de Bergoglio.
Tradición popular cristiana
Para Alberto Methol Ferré, el rol histórico de América Latina en lo político como en la fe debe comenzar por la reconstrucción de su unidad, por su integración, que es posibilidad de su desarrollo. En este sueño, la cultura juega un papel fundamental. Por ello, es esencial el diálogo entre fe y cultura, revalorizando la religiosidad popular tan propia de América.
Methol y Bergoglio compartieron el sueño de la patria latinoamericana que revaloriza la tradición popular cristiana y que América Latina ocupe su lugar con su rostro propio en el mundo globalizado. Es coherente con toda una filosofía y teología latinoamericana que, para quien la desconoce, solo puede ubicarlo en las modas políticas del momento.
[1] Konrad Adenauer Stiftung - El Papa y la Política latinoamericana - Por Miguel Pastorino.
[2] Borghesi,
M. (2019). Jorge Mario Bergoglio: Una biografía
intelectual. Dialéctica y mística. Madrid: Encuentro.
[3] Methol Ferré, A., y Metalli, A. (2013). El papa y el filósofo. Buenos Aires: Biblos.
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