¿PUEDE EUROPA SOBREVIVIR?
Por Roberto Savio (*)
El último acto formal de la desintegración europea fue la reciente negociación entre los 28 líderes europeos y el primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoğlu. El acuerdo, contrario a todos los tratados internacionales, es una capitulación total de los valores europeos. Europa dará a Turquía 6 mil millones de dólares, a cambio de que Turquía evite que los refugiados vengan a Europa. O más bien dicho, un claro mensaje para todos: a Europa pueden venir sólo los sirios aspirantes al asilo político.El último acto formal de la desintegración europea fue la reciente negociación entre los 28 líderes europeos y el primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoğlu.
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Esto es sólo una manera de evitar una
posición común sobre los refugiados. De hecho, se trata de mantener a la gente
fuera de Europa. Como el presidente de la UE, Donald Tusk, ha advertido
explícitamente “manténganse fuera, porque no son bienvenidos”, a lo que se une
la absoluta inexistencia de una política europea sobre este tema. Los 28
aprobaban por mayoría un plan de reasentamiento de 60.000 refugiados, una gota
en los más de un millón varados en Europa.
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Después de siete meses, se han aceptado un
total de 600 refugios. Algunos países, como Hungría y la República Checa, han
anunciado un referéndum sobre la cuestión de admitir refugiados. Una maniobra
claramente ilegal, ya que las decisiones del Consejo de Ministros, que son
democráticamente adoptadas, constituyen un marco para todos los miembros.
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Sin embargo, Europa se enfrenta a los cuatro caballos del apocalipsis, tres internos y un cuarto externo, lo que es aún más siniestro. Todo esto se está gestando y todas las probabilidades son contrarias al sueño de una Europa integrada.
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Sin embargo, Europa se enfrenta a los cuatro caballos del apocalipsis, tres internos y un cuarto externo, lo que es aún más siniestro. Todo esto se está gestando y todas las probabilidades son contrarias al sueño de una Europa integrada.
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La primera es la línea divisoria entre el
este y el oeste de Europa, que viene después de la brecha Norte-Sur. La
división Norte Sur fue más austeridad que Alemania y otros países protestantes
querían imponer al sur católico y ortodoxo. El campo de batalla elegido fue
Grecia y el Sur perdió.
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El rígido Ministro de Finanzas alemán,
Wolfgang Schäuble, que incluso llegó a vetar cualquier programa para el
crecimiento en el último G-20, acaba de declarar que Grecia, inundada de
refugiados, “no debería distraerse de su tarea de reformar su economía”.
Alemania ha estado bloqueando todo programa de solidaridad fiscal que pueda
significar cualquier contribución alemana.
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Nada ha cambiado en este asunto. La única
excepción se producirá en los gastos de defensa y seguridad, después de la
masacre de París. Esos costos no se calculan en el límite inflexible de no
traspasar un déficit de 3% del presupuesto nacional. Sin embargo, esta fractura
ha sido totalmente sustituida por la división Este-Oeste.
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La marea de inmigrantes ha puesto en
evidencia algo que todo el mundo cómodamente pasó por alto: Europa del Este
ingresó en las instituciones europeas para tener beneficios, no obligaciones.
Consideran que Europa Occidental les debe dar los medios para eliminar la
brecha económica y social, creada por la cortina de hierro, pese a que si el
dominio soviético ha desaparecido, se debe a Estados Unidos y no a Europa. ¿Y
de repente, la UE les está pidiendo tomar refugiados que escapan de conflictos
con los cuales no tienen nada que ver, como Siria y Libia, que son básicamente
asuntos de europeos occidentales?
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Lo que nadie quería ver es el viraje de
Europa del Este hacia el nacionalismo y la xenofobia, en contra de los valores
fundamentales de la integración europea. Primero fue el gobierno húngaro,
declarando su oposición a los valores democráticos de Europa. Luego Polonia, el
mayor beneficiario de los fondos europeos de la historia, que votó por un
partido autoritario anti europeo, que está en contra de los homosexuales y los
valores no cristianos en Europa.
En toda Europa Centro-Oriental, tenemos una
clara marea de revuelta contra los que se presumen valores europeos: la
solidaridad, la democracia, la participación, la inclusión social. La OTAN es
el punto de referencia, ya que es una alianza liderada por Estados Unidos contra
una Rusia expansionista.
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Nadie advierte en el absurdo de invitar a Montenegro,
que tiene un ejército de 3.000 soldados, a hacer parte de la Alianza.
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En cada elección nacional en los últimos
años, los partidos de derecha se han ido consolidando. En las elecciones
eslovacas de la semana pasada un partido pro nazi consiguió 14 escaños en el
parlamento de Bratislava.
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Pero la decadencia de la democracia es el
segundo caballo del apocalipsis galopando por los cielos europeos. Es posible
que este mes en Alemania, el partido contra Europa AfD (Alternativa para
Alemania-Alternative für Deutschland), tendrá una fuerte presencia en las tres
regiones en que se celebran elecciones, una amenaza directa para el Partido
Socialdemócrata.
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No hay ningún país europeo, con la
excepción de Portugal y de España –donde el Partido Popular de Mariano Rajoy
logra abarcar todas las posiciones de derecha–, en que la extrema derecha y los
partidos xenófobos no haya crecido desde la crisis de 2009 y que a menudo son
el punto de inflexión en los parlamentos nacionales. Con elecciones próximas,
un cambio de la marea va a pasar por toda Europa. El cedazo será el de la
derecha, incluso en países que eran símbolo de tolerancia e inclusión, como los
nórdicos y Holanda.
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Europa es ahora una simple recopilación de
28 países, cada uno con su propia agenda nacional como prioridad. De forma
individual, han recurrido a una serie de medidas ilegales, como la construcción
de muros de contención y alambre de púas, sin ningún tipo de coordinación europea.
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Austria ha llegado incluso a resucitar el
antiguo imperio Austro-Húngaro, haciendo un llamamiento a una alianza entre sus
viejos miembros, y especialmente de los países de los Balcanes, excluyendo a
Grecia, que debería ser el más implicado en cualquier debate sobre la
migración. El triste episodio de los refugiados golpeados y repelidos por una
descarga de granadas de gas lacrimógeno en la frontera de Macedonia, fue
observado con complacencia en Austria.
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Y si bien todos los países de forma
individual intentan evitar el asunto de los refugiados, de manera colectiva han
llegado a un acuerdo con Turquía, el que ha sido condenado por las Naciones
Unidas y por todos los expertos jurídicos en derecho internacional. Este
acuerdo ocurrió pocos días después de que el presidente turco, Recep Tayyip
Erdoğan, percibiese que Europa tendría como prioridad su comodidad y no se
daría cuenta de su último intento de tomar el mando total de Turquía, al
hacerse cargo Zeman el mayor diario del país, donde ya controla el poder
judicial, el legislativo, el banco central, y la economía, en un claro esquema
de compinches.
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Sin embargo, la UE aceptó reabrir el
proceso de admisión de un país al que se consideró demasiado lejos de los valores
europeos mucho antes de Erdogan adoptase la vía del crecimiento del
autoritarismo.
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El tercer caballo es claro para todos.
Europa debió torcer sus reglas para acoger las excepciones exigidas por el
primer ministro británico David Cameron, para poder convencer a los ciudadanos
británicos a permanecer en Europa.
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Está lejos de ser claro si esa maniobra
tendrá éxito y Cameron ha declarado que ya no aceptará más ningún el Tribunal
de Justicia Europeo. Él no reconoce que la UE tenga la competencia para asignar
ningún refugiado en el Reino Unido. Pero si el referéndum para mantener a
Londres en Europa fuese un fracaso, esto sería la pérdida total de legitimidad
de Bruselas y las concesiones a Gran Bretaña abrirán un precedente para
cualquier otro país europeo.
En este panorama, existe una amenaza
externa, el cuarto caballo del Apocalipsis que está encima de los líderes
europeos y de lo que es Europa en el mundo. En 1900, Europa constituía 24% de
la población mundial. Al final de este siglo, será de 4%, hecho que por
supuesto es acompañado por una disminución de la relevancia europea en el mundo.
En Estados Unidos, se ha dado lugar al
fenómeno sin precedentes de Donald Trump. Aquí en Europa, con el crecimiento de
la extrema derecha, el discurso que gana es el de un ayer mejor.
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Debemos volver a al tiempo en que fuimos
poderosos y ricos… Vamos a eliminar todos esos tratados que han reducido
nuestro poder nacional y me hacen depender de los banqueros, los burócratas y
de los valores externos… ¿Se trata de Trump? No, en absoluto, quien lo dice es
la primera ministra de Polonia, Beata Szydło.
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El mundo, y especialmente Europa, está
entrando en un período de estancamiento económico, o sea que hay muy poco para
distribuir, lo que es la base de la socialdemocracia. El control de la crisis
está en manos de la derecha, como nos dice la historia.
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La idea de una Europa integrada, con un
fuerte componente social, de alguna manera era una idea progresista. Pero el
nacionalismo y la xenofobia están regresando, gracias a la visión neoliberal,
donde los mercados son los únicos actores de las sociedades, con la imposición
de la austeridad y el fin de la solidaridad de los países europeos más ricos.
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(*) Periodista italo-argentino.
Co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS).
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