OBAMA EN CUBA
Por Camilo Escalona
Aumentando el desconcierto de las mentes rígidas y
dogmáticas, así como el estupor, en la derecha o la izquierda, de los
"ultras" de diferente signo y catadura, el Presidente Barack Obama,
acompañado de su esposa, llega en visita oficial a Cuba este domingo.
Con ello, un antagonismo de más de medio siglo, hijo directo
de la "guerra fría" entra en vías de extinción, que sólo el regreso
del extremismo de derecha al gobierno de los Estados Unidos podría revertir. Se
trata de un cambio que abre nuevas y potentes perspectivas en nuestro
continente.
Aunque al dogmatismo de izquierda le resulta difícil
encontrar donde está la trampa, tampoco puede asumir que el gobernante
norteamericano esté dispuesto a aceptar la estabilidad en Cuba, cuando sigue
Raúl Castro dirigiendo el país y se conserva el sistema de partido único como
rector del Estado.
Hay que convenir entonces, que hace poco tiempo este hecho
no era posible. Incluso, en la nueva etapa de normalización de las relaciones
entre ambos países, la visita del Presidente de los Estados Unidos a Cuba, es
un hecho político notable, que reafirma por sí sólo el valor de la acción
política, como un ejercicio civilizatorio esencial, sin el cual la sociedad
humana se condena a la ley de la selva, en la que manda el más fuerte.
.
En América Latina no es el tiempo de las invasiones de
infantes de marina o de tropas especiales de intervención, que intenten dictar
las reglas del juego en territorios ajenos. El horror de combates fratricidas,
que devastan países y destruyen el progreso social de la humanidad, se ha
instalado lejos de sus fronteras, en el suelo del Medio Oriente, donde el
fanatismo y la ceguera de un enfrentamiento despiadado consume la vida de
millones de personas.
No obstante su profundidad, este viraje en América Latina
resulta ser controvertido.Algunos no lo entienden, otros no lo quieren, tanto
en Cuba, donde Raúl Castro ha debido superar una rígida ortodoxia doctrinal e
incluso la inercia del aislamiento que acomoda a la burocracia, como en los
Estados Unidos, donde la decisión de Obama ha debido y debe vencer fuerzas de
carácter imperialista, que no desean más que la derrota incondicional de la
conducción cubana; de modo que se logra imponer la racionalidad política por
sobre la insensatez de la confrontación a ultranza.
Incluso en Chile, en la derecha hay algunos torpes
imitadores del extremismo yanqui, que han intentado teorizar acerca de
"quién gana más", si Obama o Raúl, apuntando a cuestionar la posición
del Presidente de los Estados Unidos, con el argumento que el entendimiento
entre ambos gobiernos, da la espalda a los grupos disidentes o fuerzas
opositoras.
Resulta obvio añadir que ambas partes salen fortalecidas, en
cuanto países y como líderes. Concluida la guerra fría tras el colapso de la ex
Unión Soviética, hace 25 años, de la cual la áspera tensión entre Cuba y los
EEUU no era más que una de sus más agudas expresiones, la lucidez de ambos
mandatarios, Obama y Raúl, consiste
sencillamente en concluir un anacronismo sin validez en el presente.
.
En definitiva, Cuba requiere salir de su aislamiento para
expandir sus fuerzas productivas y resolver sus más urgentes carencias, y EEUU
no puede seguir blandiendo la política del gran garrote que perturba sus
relaciones con toda América Latina.
Los países deben entenderse y convivir y aún cuando su
potencia y tamaño difiera claramente como en este caso, una política de mala
vecindad y confrontación se agota inevitablemente. La soberanía de una nación
no puede entenderse como un estéril autoaislamiento, ni el socialismo puede
asumirse como pobreza, estrecheces y privaciones, fruto de las dificultades que
enfrenta en su camino.
Cada país debe seguir su propia ruta y resolver los enormes
dilemas que hoy enfrentan, tanto los regímenes políticos como los sistemas
económicos. Hoy, se ha formado un juicio en la opinión pública que frente a
cada situación nacional resulta ser sumamente crítico y adverso. Nadie puede
proclamarse poseedor absoluto de la verdad.
Lo que es claro es que todo grupo, partido o líder que se
enriquezca, abuse y atropelle desde sus atribuciones en el Estado debe ser
drásticamente rechazado. Ya no es justificación el argumento de la época
estalinista de que está en alza la "agudización" de la lucha de
clases para intentar dar un barniz de legitimidad a toda suerte de abusos que
se cometen con el uso indiscriminado del poder.
.
Aquel país que pretenda imponer sus reglas, normas y
"modelo" a los demás está condenado al fracaso, como lo señala la
trágica situación que se desató en Oriente Medio, precipitada luego de la
invasión ordenada por Busch en Irak.
Resulta paradojal, pero el progreso inducido desde fuera,
contra la cultura, la religión y la realidad de cada nación e impuesto por la
fuerza, toma su revancha, generando en algunos casos apatía y regresión social,
así como en otros, sangrientas y desgarradoras luchas armadas de las fuerzas
políticas en disputa. Lo que ocurrió fue sorprendente, por muy tecnologizadas
que fueran las tropas de ocupación eran impotentes ante el caos que ellas
mismas habían desatado. La razón es bien clara, la civilización humana es mucho
más que la Coca Cola y la TV por cable.
Tampoco resulto el voluntarismo de "instaurar" el
socialismo por decreto, en África y Asia, en sociedades atrasadas, incluso
tribales en algunos casos, que requerían un largo avance, por cierto dilatado
en el tiempo, de una vía gradual, que se llamó como "no capitalista"
en su desarrollo, pero que no fue respetada por la pretensión mesiánica de
quemar etapas, de obligar a que el dogma de una forma históricamente agotada de
entender el "marxismo-leninismo" se podía imponer a rajatabla, en
cualquier circunstancia y lugar, anulando el derecho de cada pueblo a tener su
propio Estado y ejercer su soberanía y autodeterminación.
Naturalmente que la civilización ha creado valores
universales: la libertad, la igualdad y la democracia, el respeto a los
derechos humanos y el ejercicio del pluralismo político, el respeto al gobierno
de la mayoría y la alternancia en el poder. Será la tarea de cada pueblo, el cómo lograr que
adquieran vida y se concreten estos principios, de modo de encontrar la
respuesta histórica que corresponda a cada realidad nacional.
Quienes crean haber encontrado verdades absolutas, y se
propongan reeditar esquemas por su simple imagen de radicalización artificial,
o se dejan llevar por el bullicio de consignas que se sitúan en una resonante
pero efímera moda, no podrán responder, a largo plazo, en la nueva era que se
vive globalmente.
.
Absolutizar la idea que el cambio revolucionario era la
"socialización" de los medios de producción, estatizando incluso los
"boliches" de venta de dulces y cigarros, ese criterio absurdo se dio
de cabezas cuando aquellos instrumentos eran tan toscos y rudimentarios que no
aseguraban siquiera la simple reproducción de las condiciones de vida de esas
naciones. En suma, en la perspectiva socialista no puede sino concluirse que,
en cada país, existe un camino original e inimitable para avanzar a la justicia
social desde la sucesiva consolidación y ampliación de la democracia.
En la actualidad no existe un modelo sacrosanto a imponer en
realidades diversas. Ni los Estados Unidos pueden pretender imponer su modo de
vida ni Cuba el suyo.Cuando ello no se entiende o se olvida surgen tristes y
lamentables formas de intervención que a nada bueno han conducido, porque la
realidad de cada nación y el fervor patrio de cada pueblo son enteramente
originales e irrepetibles.
Ahora bien, la vieja separación entre buenos y malos ya no
sirve. Han caído las caretas y las etiquetas están en desuso, líderes que
debieron ser intachables no lo fueron y enormes fuerzas se derrumban, en la
derecha, el centro o la izquierda, por vacíos conceptuales y de principios y,
en especial, sacudidas por escándalos de corrupción, abusos de poder y el
enriquecimiento indebido de muchos jerarcas. Ante ello, rehacer la legitimidad
de la gobernabilidad democrática resulta ser una tarea urgente y primordial.
.
Hubo dictadores que se presentaban como santas palomas, así
como iconos políticos que resultaron con pies de barro. Hoy hay que resolver e
implementar lo que para cada nación y pueblo sea lo mejor y, no cabe duda, que
el apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro, colabora a un mejor
pasar, al apoyo mutuo y el progreso de sus países y de todo el continente.
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