HUMANIDAD Y OLVIDO
DEL ARCHIVO DE KRADIARIO-ESTE ARTÍCULO SE PUBLICÓ EL 16 DE OCTUBRE DE 2014, ES DECIR MUCHO
DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN DE LOS 33 MINEROS Y SE REFIERE A LA EXPERIENCIA QUE
TUVIERON LOS RESCATADOS TRAS SALVAR DE LA MUERTE Y TENER QUE ENFRENTARSE OTRA VEZ A LA VIDA NORMAL DE LOS
CHILENOS.
TRAS EL RESCATE DE LOS 33 MINEROS VINO EL ABANDONO - EL JÚBILO SE TRANSFORMÓ EN GRAN TRAGEDIA
Por Walter Krohne
Hace cuatro años que ocurrió el acontecimiento minero más impactante, al menos en la historia de la minería chilena, cuando los 33 mineros, que quedaron atrapados en la mina San José de Copiapó, norte de Chile, donde pasaron 68 dramáticos días y noches, fueron rescatados con un masivo apoyo tecnológico dispuesto por el Gobierno de Sebastián Piñera y subidos a la superficie.
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Todos a salvo, lo que originó una emoción profunda al verlos salir desde las profundidades de la tierra, lo que conmovió no sólo a chilenos sino que a los habitantes del planeta. Todos los países pudieron ver los momentos de emoción en la mina San José al comprobarse que la verdadera tragedia que comenzó, el 5 de agosto de 2010, había llegado a un final feliz.
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Un derrumbe en una mina de cobre y oro, sepultó a 32 trabajadores chilenos y un boliviano a 700 metros de profundidad. Luego de 17 días de búsqueda llegó lo inesperado: una prueba de vida en forma de un mensaje manuscrito que decía: "Estamos bien en el refugio los 33". El "milagro" desató la euforia nacional en el país y la puesta en marcha de una de las operaciones de rescate más complejas de la historia reciente de la minería. Los familiares levantaron varias carpas (tiendas) alrededor de la boca del yacimiento, el 'campamento Esperanza', para darles fuerzas a sus seres queridos.
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Para muchos de los rescatados el día 13 de octubre de 2010 había terminado una etapa en sus vidas y comenzaba una nueva, aunque todos eran personas distintas al día 5 de agosto cuando toneladas de rocas cortaron las vías que le permitían cada día a estos trabajadores poder volver a salir a la superficie y retornar a sus hogares. Ese día no fue más posible.
Para muchos de los rescatados el día 13 de octubre de 2010 había terminado una etapa en sus vidas y comenzaba una nueva, aunque todos eran personas distintas al día 5 de agosto cuando toneladas de rocas cortaron las vías que le permitían cada día a estos trabajadores poder volver a salir a la superficie y retornar a sus hogares. Ese día no fue más posible.
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Los especialistas en impacto mediático calculan que mil millones de personas vieron lo que ocurría en la zona de Copiapó. ¿Cuántas lágrimas se habrán derramado alrededor del mundo? La emoción también está globalizada. Pero acontecimientos de esta magnitud hacen aflorar diversas facetas del ser humano. Muchas más que las emociones. Sobre todo si se trata de un hecho que no tiene parangón en la historia de la Humanidad. Un acontecimiento que justo ocurre cuando la tecnología permite estar en vivo y en directo en las profundidades del socavón. Y que también hace posible un rescate que antes jamás pudo realizarse.
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Más tarde, pasadas ya las celebraciones, abrazos y aplausos, los 33 comenzaron a reintegrarse en la sociedad a la que siempre formaron parte. Lógicamente, porque así es la vida, surgieron los inevitables problemas que causaron enfrentamientos y divisiones entre ellos, quedando atrás con el tiempo el gran misterio de la profundidad de la tierra, donde se selló un pacto secreto que ha quedado así, secreto, hasta el día de hoy.
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Si hoy se hacen balances, el optimismo de entonces desaparece porque los planes de unidad y de trabajo conjunto del comienzo se han desvanecido y sin exagerar, se puede decir que cada uno ha tomado su propio camino. Este cuadro vino acompañado de problemas derivados, como enfermedades, depresiones y rupturas familiares.
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Los 33 se sintieron abandonados por parte de las autoridades que los rescataron y por la comunidad que los acompañó en los momentos cruciales. Las acusaron de utilizar su propia desgracia para recorrer el mundo diciendo: Los mineros en Chile no mueren.
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Como dijo entonces el columnista de KRADIARIO y de otros medios Wilson Tapia Villalobos “quedarán para el balance que viene las diferencias que en algún momento surgieron. Un grupo de trabajadores contratistas se sintió segregado. Resulta aberrante que las diferencias que impone el sistema económico vigente persistan hasta en los momentos en que está en juego la vida. Eso da la dimensión de lo que ocurre en el mundo del trabajo. En este mundo neoliberal, en la economía global. La externalización no sólo permite hacer economías a la empresa. También marca diferencias muy graves entre los trabajadores propios y “los de afuera”. Esta es una práctica discriminatoria que se ocupa en toda la minería, grande y mediana, empezando por la gigante Codelco. Los trabajadores de primera, de segunda y de tercera existen. Los de primera son los propios. Los otros, externos. Ojalá esta tragedia sirva para alumbrar ese recoveco que maltrata a tanto obrero chileno. Y lo hace de la forma más hipócrita posible. No es la gran empresa la que paga malos sueldos. Son las compañías pequeñas que prestan servicios a los grandes".
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Sin embargo, a pesar del pensamiento del escritor Tapia, la realidad de la minería chilena y la excesiva falta de seguridad en las minas es la misma de antes. Los dueños de la mina San José no fueron sancionados como debería haber sido y todo sigue exactamente igual , salvo que el actual Gobierno anunció que entregará una pensión vitalicia de 315 mil pesos (US$ 552) a los 33 mineros. “Algo es algo, peor es nada”, comentaron la noticia en los círculos de trabajadores mineros.
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Al hacer el anuncio, el intendente de Atacama, Miguel Varas, señaló que esto “busca reparar las promesas incumplidas de la administración anterior”, que fue la que rescató a estos trabajadores con vida.
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