OPINIÓN-COLUMNA DE CARLOS PEÑA-KRADIARIO
ICARE: ESCASEZ DE IDEAS
Por Carlos Peña (*)
¿Se puede acabar con la sensación de ir al garete -navegar
al compás de olas que se sabe que vienen pero no cómo eludirlas- sin darse el
trabajo de pensar y expresar ideas?
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Los ministros Burgos y Valdés parecen creer que sí.
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Los ministros Burgos y Valdés parecen creer que sí.
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No se explica de otra forma que, luego de un mes de tener en
sus manos parte importante del manejo del Estado, todavía no hayan hecho el
esfuerzo de emitir alguna. Han hecho gestos, pronunciado un reiterativo sí es
no es; pero ideas, ninguna.
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Para probarlo, nada mejor que revisar sus intervenciones en
el reciente encuentro de Icare.
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Tanto Burgos como Valdés repitieron apenas cuestiones
generales, dos o tres vaguedades que dan cuenta de que si la ciudadanía está
desorientada, ellos también.
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El ministro de Hacienda, por ejemplo, reveló ante la
audiencia verdades tan sorprendentes como que la economía de mercado requiere derechos
de propiedad claros; que el crecimiento es tarea de todos; que por supuesto las
reformas hay que emprenderlas, pero al mismo tiempo moderarlas; que la
confianza es muy importante para el mercado, y que es una lástima que hoy esté
lesionada, y otras profundidades semejantes ¿De verdad el ministro de Hacienda
no tiene nada sustantivo que decir, carece de una agenda que exponer y por eso
llena los minutos ante la audiencia de Icare pronunciando lugares comunes y
declarando buenas intenciones?
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El ministro Burgos lo hizo algo mejor; pero también en él
sobraron las ambigüedades que, con toda certeza, son consecuencia de no saber
cuál es la voluntad presidencial. Reiteró lo que ya se anunció el 21 de mayo
-que la palabra final en cuestiones constitucionales la tendrá el Congreso- y
poco más. Respecto de las otras reformas, comenzó señalando que había que
"levantar la mirada" ("un animal mudo levanta la vista",
dicen los versos de Rilke; Burgos omitió la primera parte). Lo que siguió fue
la confusión misma:
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"Para ello será fundamental -expresó- el diálogo
sincero, orientado al bien común y acotado a las posibilidades reales de lograr
avances". "Eso no significa -concluyó- renunciar a las reformas
comprometidas, pero sí priorizar y acotar con realismo aquello que queremos
lograr".
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¿Qué dijo el ministro? Lo que sigue: el diálogo será acotado
a las posibilidades reales (luego, cuáles sean las posibilidades reales estará
fuera del diálogo, puesto que de otro modo no podrían acotarlo). Agregó que no
hay que renunciar a las reformas; pero hay que acotarlas con realismo (lo que
es equivalente a decir que habrá que renunciar a parte de ellas, pero sin
decirlo), etcétera.
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Es demasiado obvio que los ministros Burgos y Valdés quieren
dejar (o se les ha ordenado dejar y eso es cuanto han oído como instrucción
presidencial) tranquilas a audiencias que son incompatibles entre sí: a los
empresarios ante quienes hablaban, motivo por el cual usaron las palabras
mágicas diálogo y realismo, y al fantasma de los movimientos sociales, razón
por la cual declararon que no hay renuncia alguna a las reformas.
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Burgos y Valdés están incurriendo, desgraciadamente, en un
error severo. Actúan como el neurótico obsesivo que a punta de repetir gestos y
frases intenta eludir las preguntas que realmente importan. Parecen creer que
el remedio para los males de la hora son los gestos, las frases hechas, como si
hacer gestos o usar palabras mágicas fuera el abracadabra capaz de resolverlo
todo. Como si la política se hiciera a punta de performances : gestos que
producen realidades.
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Pero Burgos y Valdés se equivocan, porque lo que hace falta
hoy día son ideas claras y distintas acerca de los problemas que aquejan a la
esfera pública y la manera de resolverlos. El problema de la esfera pública y
de la política de hoy no es la falta de modales, que se cura con gestos, sino la
falta de ideas, que se cura con reflexión acerca de cómo alcanzar racionalmente
lo que se ha declarado perseguir.
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La falta de ideas, en cambio, produce un efecto que
Maquiavelo diagnosticó bien: ni gana amigos, ni derrota enemigos.
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Y hace que la delgada línea entre lo sublime y lo ridículo
-esa cuerda floja de la política- se incline rápidamente hacia lo segundo.
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Si no lo cree, revise una vez más las intervenciones de los
ministros en el seminario de Icare.
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¿Realmente Burgos y Valdés no tenían más que lugares comunes
que pronunciar ante la audiencia de Icare? Después de verlos y oírlos no cabe
duda. El problema de Chile no es la carencia de gestos, sino la falta de
reflexión.
(*) El autor es columnista permanente de El Mercurio.
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