AGRESIÓN CONTRA MUJERES-KRADIARIO
NI UNA MENOS
NI UNA MENOS
Cada 15 segundos, en alguna parte del mundo, una mujer es
agredida. Pienso en eso mientras leo los titulares de la prensa argentina,
donde las cifras llegaron a niveles intolerables.
Por Carolina Pulido (*)
Hace años que sentía importante hablar de violencia
de género en estas páginas, pero voy a ser honesta: lo encontraba fome. Poco
sexi. Pensaba que a lo mejor a usted, le iba a dar lata leer
sobre femicidios. Pero en vista de lo que está pasando (en 5 meses van más de
28 asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas u otros familiares,
solo en Chile) comprendí que además de inevitable era urgente darle una vuelta
a este asunto. Porque a nivel mundial ya se habla de pandemia. Sí, la violencia
de género mata en el planeta a más mujeres que el cáncer, la malaria, los
accidentes de tráfico y las guerras juntas. Y todo comienza con una subida de
voz, que probablemente da paso a los golpes y torturas que muchas dicen recibir
antes de ser brutalmente castigadas, torturadas y en ocasiones asesinadas por
sus parejas iracundas.
Las cifras son escalofriantes y engordan año a año, azotando
por igual a los países más pobres y a los del primer mundo. De hecho, hace
tiempo que se viene demostrando que el nivel de desarrollo de un país, así como
el nivel educacional y económico de las mujeres, no están para nada
relacionados con la ausencia o presencia de agresión. Es más, los países del
norte de Europa, que podrían darnos una cátedra acerca de cómo vencer la
discriminación, el sexismo y la delincuencia, están a la cabeza en la lista
europea de femicidios, lo que tal vez nos lleve a lanzar ciertas hipótesis.
Cada 15 segundos, en alguna parte del mundo, una mujer es
agredida. Pienso en eso mientras leo los titulares de la prensa argentina,
donde las cifras llegaron a niveles intolerables. Las redes sociales
encendieron la alarma luego del asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14
años que estaba embarazada y fue asesinada por su novio, de 16. Así surgió
#NiUnaMenos, una campaña que trascendió fronteras y que logró convocar a miles
de personas a marchar también en Chile, Uruguay, México y Brasil, para exigir a
los gobiernos acciones concretas en contra del flagelo, pero también para combatir
la desinformación mediática y la apatía social ante la violencia contra las
mujeres. Sí, porque los medios suelen hacer oídos sordos. Probablemente, como
yo alguna vez, piensan que el tema no es sexi, y se conforman con escoger los
casos más sórdidos que rotulan de crímenes pasionales. Como si la pasión
tuviera algo que ver con esto.
“En vez de andar en la calle marchando deberían aprender a
parar los carros. Si ustedes las mujeres se hicieran respetar no pasarían estas
cosas”, me dice un compañero de trabajo cuando leo en voz alta el llamado a la
manifestación en Twitter. Decido callar y recuerdo la disculpa que tantas veces
hemos oído para justificar los peores abusos sexuales: “Al salir vestida así,
ella se lo buscó”. Y observo con estos ojos de dónde viene la bestialidad que
desemboca en esas muertes absurdas. Cada 15 segundos.
Entiendo la violencia en el contexto de países machistas
como los nuestros. ¿Pero cómo se explica que siga pasando, y vaya en aumento,
en el mundo desarrollado? Me pregunto si estos sacrificios son parte inevitable
de nuestro camino a la igualdad plena. Me pregunto también de dónde viene la
rabia de los hombres. Y puede que todo nos lleve a nuestra emancipación: al
empoderamiento femenino y la resignación masculina. Ellos han aceptado
modificar los roles tradicionales a regañadientes, porque no les quedó otra,
pero viven con una ira silenciosa y atragantada. Por supuesto, no todos los
hombres son violentos ni golpeadores ni abusadores, pero hasta los más
evolucionados parecen convivir con esa pequeña rabia cotidiana, ese malestar
asociado a que no hay una olla humeante en la cocina cuando llegan a casa por
la noche, cansados, hambrientos y solos.
(*) Columna publicada el domingo en la revista Mujer de La Tercera
No hay comentarios.:
Publicar un comentario