Por Enrique Fernández
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Porque esta lesera ya lleva demasiado tiempo echándole pelos a la sopa o entorpeciendo la agenda, como gustan diagnosticar los analistas. Todo el mundo se cree con derecho a exigir, criticar, opinar o lanzar la caballería encima. Si no, que lo diga el “Rey” Arturo Vidal que, con etílica prepotencia, insultó a los carabineros de Buin. Hasta un puñete le incrustó a uno de los policías que tuvieron la insolencia de llevarlo detenido porque chocó en estado de ebriedad. Después lloró y ofreció humildes disculpas a todo el mundo, menos a los carabineros.
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La Presidenta se enojó.
Dejó de lado su habitual tono sereno o su espontánea simpatía, para desahogar
lo que hace tiempo quería decir: “Terminemos con la lesera”. Así de claro y
preciso.
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Porque esta lesera ya lleva demasiado tiempo echándole pelos a la sopa o entorpeciendo la agenda, como gustan diagnosticar los analistas. Todo el mundo se cree con derecho a exigir, criticar, opinar o lanzar la caballería encima. Si no, que lo diga el “Rey” Arturo Vidal que, con etílica prepotencia, insultó a los carabineros de Buin. Hasta un puñete le incrustó a uno de los policías que tuvieron la insolencia de llevarlo detenido porque chocó en estado de ebriedad. Después lloró y ofreció humildes disculpas a todo el mundo, menos a los carabineros.
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¿Cuándo empezó la lesera?
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Depende de quienes sean los actores de las exigencias, críticas u opiniones. Si omitimos a los futbolistas y usted cree que la lesera partió con los estudiantes, tendrá que retroceder nueve años, para situarse en abril de 2006, cuando comenzaba al primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Fue entonces cuando los alumnos secundarios lanzaron la “Revolución de los Pingüinos” para pedir rebajas en el pase escolar que utilizan en los buses y el metro. Como la autoridad no los “pescó”, aumentaron sus demandas hasta exigir la derogación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación), heredada de la dictadura del general Augusto Pinochet.
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Esta vez fueron escuchados y consiguieron eliminar esa legislación. Pero en abril de 2011 (siempre los estudiantes escogen el mes de abril para romper la rutina de sus clases) volvieron a las calles junto con los universitarios. Lo que demandaron fue el fin de los colegios municipales, el fortalecimiento de la educación pública y el término del lucro en las universidades. Después agregaron la gratuidad para todos los estudiantes, desde la enseñanza básica hasta la educación superior, técnica o universitaria. Y ahora exigen que la gratuidad sea retroactiva, es decir, aplicable a tiempos pasados. Pero además piden que el Estado condone las deudas contraídas por los universitarios en años anteriores.
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Si los protagonistas de la lesera son los políticos, esto comenzó a fines del año pasado, con el Caso Penta que llevó a prisión por algunas semanas a los empresarios Carlos Lavín y Carlos Délano, financistas de la opositora UDI (Unión Demócrata Independiente). Durante estos meses el partido más conservador de la derecha se quejó por las filtraciones a la prensa de las acusaciones que afectan a varios de sus líderes. Entre ellos los históricos Jovino Novoa e Iván Moreira, además de la senadora Ena Von Baer. Los tres enfrentan cargos por emitir boletas falsas a cambio de cientos de millones de pesos que aportó el Grupo Penta para sus campañas electorales. Otros, como el senador Jaime Orpis, recibieron aportes mensuales de empresas privadas para aumentar sus remuneraciones.
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Todo eso y algo más se filtro y se sigue filtrando a los medios de comunicación. Pero ahora la UDI reclama por el “secretismo” que rodeó al ex Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, cuando declaró ante el Fiscal Nacional Sabas Chahuán, imputado por evasión de impuestos al emitir boletas en favor de Soquimich, la empresa que controla el ex yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou. ¿En qué quedamos entonces, las filtraciones son malas y el secretismo es igualmente malo? ¿Cuál es la alternativa, la libertad de prensa o la censura previa, como en los tiempos de la dictadura militar?
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Es bien grande la lesera política.
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Por eso la Presidenta se molestó cuando los periodistas le preguntaron porqué no había designado todavía a un sucesor de Jorge Insunza, después de 11 días de su renuncia al cargo de Secretario General de la Presidencia. El solo recuerdo de ese ministro que duró cuatro semanas en el gabinete, pero tuvo que irse también por un tema de boletas, es ingrato para la Presidenta.
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- ¿Saben qué más? –preguntó a los periodistas a modo de respuesta-. Si yo nombro rápido, hablan de improvisación. Si me demoro, dicen que me demoro".
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- Terminemos con la lesera –agregó enérgica-. Yo voy a nombrar un ministro o ministra cuando crea que es lo conveniente, cuando tenga una persona que cumpla con todas las características… Ahí voy a nombrarla.
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Y como diría el fallecido humorista Chito Morales, “eso sería todo”.
¿Cuándo empezó la lesera?
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Depende de quienes sean los actores de las exigencias, críticas u opiniones. Si omitimos a los futbolistas y usted cree que la lesera partió con los estudiantes, tendrá que retroceder nueve años, para situarse en abril de 2006, cuando comenzaba al primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet. Fue entonces cuando los alumnos secundarios lanzaron la “Revolución de los Pingüinos” para pedir rebajas en el pase escolar que utilizan en los buses y el metro. Como la autoridad no los “pescó”, aumentaron sus demandas hasta exigir la derogación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación), heredada de la dictadura del general Augusto Pinochet.
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Esta vez fueron escuchados y consiguieron eliminar esa legislación. Pero en abril de 2011 (siempre los estudiantes escogen el mes de abril para romper la rutina de sus clases) volvieron a las calles junto con los universitarios. Lo que demandaron fue el fin de los colegios municipales, el fortalecimiento de la educación pública y el término del lucro en las universidades. Después agregaron la gratuidad para todos los estudiantes, desde la enseñanza básica hasta la educación superior, técnica o universitaria. Y ahora exigen que la gratuidad sea retroactiva, es decir, aplicable a tiempos pasados. Pero además piden que el Estado condone las deudas contraídas por los universitarios en años anteriores.
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Si los protagonistas de la lesera son los políticos, esto comenzó a fines del año pasado, con el Caso Penta que llevó a prisión por algunas semanas a los empresarios Carlos Lavín y Carlos Délano, financistas de la opositora UDI (Unión Demócrata Independiente). Durante estos meses el partido más conservador de la derecha se quejó por las filtraciones a la prensa de las acusaciones que afectan a varios de sus líderes. Entre ellos los históricos Jovino Novoa e Iván Moreira, además de la senadora Ena Von Baer. Los tres enfrentan cargos por emitir boletas falsas a cambio de cientos de millones de pesos que aportó el Grupo Penta para sus campañas electorales. Otros, como el senador Jaime Orpis, recibieron aportes mensuales de empresas privadas para aumentar sus remuneraciones.
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Todo eso y algo más se filtro y se sigue filtrando a los medios de comunicación. Pero ahora la UDI reclama por el “secretismo” que rodeó al ex Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, cuando declaró ante el Fiscal Nacional Sabas Chahuán, imputado por evasión de impuestos al emitir boletas en favor de Soquimich, la empresa que controla el ex yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou. ¿En qué quedamos entonces, las filtraciones son malas y el secretismo es igualmente malo? ¿Cuál es la alternativa, la libertad de prensa o la censura previa, como en los tiempos de la dictadura militar?
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Es bien grande la lesera política.
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Por eso la Presidenta se molestó cuando los periodistas le preguntaron porqué no había designado todavía a un sucesor de Jorge Insunza, después de 11 días de su renuncia al cargo de Secretario General de la Presidencia. El solo recuerdo de ese ministro que duró cuatro semanas en el gabinete, pero tuvo que irse también por un tema de boletas, es ingrato para la Presidenta.
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- ¿Saben qué más? –preguntó a los periodistas a modo de respuesta-. Si yo nombro rápido, hablan de improvisación. Si me demoro, dicen que me demoro".
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- Terminemos con la lesera –agregó enérgica-. Yo voy a nombrar un ministro o ministra cuando crea que es lo conveniente, cuando tenga una persona que cumpla con todas las características… Ahí voy a nombrarla.
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Y como diría el fallecido humorista Chito Morales, “eso sería todo”.
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