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viernes, 5 de abril de 2013

Política-Beyer-Opinión

BEYER: LA PUBLICIDAD ENGAÑOSA SOBRE UN MINISTRO

Por Hugo Latorre Fuenzalida

¡Esto no es política…Es politiquería!...espetó el ministro defenestrado en la Cámara baja, luego que se supo de la votación favorable a la acusación constitucional.
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Pero la verdad es que, en Chile, hace muchos años que no se hace política en serio. Lo que ha primado por todos estos años es una simple “baja política”, una política de bodeguero, de cantina o taguara, pero practicada en los salones encumbrados de lo que antaño correspondió al Club de la Unión. La calidad ha sido la misma, pero con diferente etiqueta; sólo se cambia la chicha por el whisky y el sandwiche de potito por canapés.
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La política que se viene practicando en Chile es la del “negocio”, del business, del interés inmediato, de la especulación y de la ganancia respaldada por el estado. Aquí, en este país carenciado e incompleto; en este país fragmentado y segmentado hasta el éxtasis de los cada vez menos afortunados; en este país de soberbia riqueza, empozada en los mismos benditos de una historia violenta y mitificada; en este país caracterizado por la presencia de máscaras sublimes sobre el rostro tenebroso de sus oligarquías; en este país convento, en este país cárcel, en este país cuartel, todo se vuelve dogma, escolástica, prédica y código; todo se hace rigor, culatazo, fraude y licencia para los poderosos.
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En Chile, centro de la injusticia universal, todo se mitifica, todo es elevado desde el averno al círculo celeste, por vía de la publicidad engañosa, por el ocultamiento del mal, por el perdonazo al crimen, por el olvido interesado, por la licencia legalizada ante las tropelías de los poderosos, por la discrecionalidad fáctica de los poderes prepotentes.
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La defensa del ministro Beyer, por el Presidente y sus seguidores de la derecha, forma parte de esta mascarada publicitaria, que con un slogan pretende ocultar la razón profunda del juicio público.
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Si bien es cierto que Beyer tuvo que actuar ante el descalabro bochornoso de la Universidad del Mar, no es cierto que su actuar haya sido producto de un convencimiento repentino de que hay universidades que lucran de manera ilegal, porque si así fuera, tendría que haber aplicado la misma decisión ante su amigo Lavín y Larroulet y ante todas las universidades privadas que lucran, invierten para lucrar y para defraudar tributariamente al fisco a través de los fondos de inversión y de las exenciones tributarias que beneficia a ese sector.


Pero tampoco pueden enaltecer la labor de Beyer señalando que éste cooperó con la Concertación en todo los años de intervención sobre el tema de la educación. No lo pueden decir porque la Concertación no es ningún aval de ejemplar inquietud sobre la educación en Chile. Su permisividad y pasividad no sólo fue permanente sino intencional: laissez faire y laissez passer fue su lema y postura; más aún ayudo a profundizar la privatización en la educación fraudulentamente. Por tanto, lo que se podría sospechar en la función asesora o consultora del ministro Beyer, es que estuvo inmerso en el mismo esquema, de manera activa y entusiasta.


Por tanto está bien condenado. Su actuar en el caso de la Universidad del Mar no fue voluntario…fue obligado. Trató de cortar un hilo delgado para dejar asegurado al navío con las cuerdas más gruesas…y de hecho, las universidades grandes siguen atracadas a puerto seguro y cargando ingentes recursos financieros desde el bolsillo de las familias chilenas, sin que se agite el agua jurídica, política o legal.


Es cierto que los jueces no tienen mucha autoridad para juzgar, pues mantienen una enorme viga en el ojo propio, lo que no quiere decir que lo que se exhibe en el ojo de la derecha sea una pajita. Pero Dios-dicen- escribe recto aunque con letra torcida….y la letra torcida es el Parlamento, con sus votaciones históricamente vergonzosas, incluso en los temas de la educación.


El forcejeo que viene no termina con lo del ministro Beyer. La candidata Bachelet ha prometido mandar iniciativas para terminar con el lucro y hacer gratuita la educación. Pero enviar iniciativas no significa aprobarlas. La lucha será formidable; la derecha tiene la sartén por el mango en el Congreso; para eso dejaron todo atado y bien atado en la Constitución. Entonces no hay alternativa de cambiar la educación sin saltarse la Constitución y al Congreso.


Si no la saltan, entonces harán un simulacro de reforma, donde en el papel cambia para que en los hechos cambie un poquitito, pero ni siquiera significativamente. A esto está acostumbrado el Congreso, la Concertación (incluyendo a Bachelet) y la derecha: al gatopardismo.


Pero Chile tiene ahora una conciencia distinta y mayoritaria, pero no expresada en los votos. No se expresa en los votos porque las mayorías han permanecido marginadas de la política, de la preocupación de los políticos y del Estado. También hay que sincerarse en decir que las masas nunca han llevado la iniciativa en los procesos de cambio, más bien el acople tardío ha sido su constante. El problema está en que cuando se suman, las masas no discriminan entre el bien y el mal, y entonces, todo lo sagrado es profanado y todo lo instalado es arrasado.

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