EL RECETARIO
Por Camilo Escalona
Me resulta penoso advertir que una persona de supuesto buen
criterio, como el ministro Joaquín Lavín, haya incurrido en aceptar y otorgar
paternidad a la iniciativa del recetario de cocina para familias pobres que se
difunde por el ministerio que encabeza en la página web del Fosis.
Sé que hay muchas personas que han denostado esta idea,
porque representa una petulancia incalificable, pero también un menosprecio a
las familias de menores ingresos que no se puede aceptar.
Sin embargo, ello no es lo más grave. Lo que resulta
profundamente delicado es que se pretende reducir la alimentación de los
hogares de menores ingresos a un estándar de niveles mínimos, infamantes. Se
intenta legitimar un nivel de tal precariedad, “un chupe de repollo”, como se
le denominó, de manera de condicionar el consumo de los hogares más humildes y
perpetuar la desigualdad.
Si llegamos al extremo que una familia de cuatro personas
puede comer con dos mil pesos significa, entonces, que se puede continuar
indefinidamente viviendo en niveles de extrema precariedad.
Además, este supuesto recetario derrumba el mito del “pleno
empleo” del gobierno y desnuda que estamos en un país que vive circunstancias
de una extensión de un tipo de ocupación laboral tan exigua, que un organismo
público pretende crear la costumbre de ingerir, por los más pobres, el mínimo
de proteínas de lo que un ser humano requiere para reproducirse a sí mismo y a
su entorno social.
Se quiere invitar al país a que se tolere que una parte de
los suyos sea capaz de sobrevivir, pero no de vivir con la dignidad que Chile
hoy puede entregar a todos quienes habitan en su suelo.
Estamos ante una pretensión autoritaria sumamente peligrosa:
tolerar y convivir con una fractura social irreparable.
Hacernos parte de un modelo económico-social en que,
aproximadamente, un quinto de la población está condenada al subconsumo y a una
congénita subalimentación. Un Chile con parias, “humanoides”, mal nutridos, con
sopas aguadas y sin proteínas. No es el Chile a que todos y todas debemos
aspirar.
Además, desde el punto de vista valórico, con este recetario
se está abriendo la puerta hacia la completa ruptura del principio de la
solidaridad, ya tan debilitado por el hiper consumismo que afecta a nuestra
sociedad.
Con este instrumento se pretende tranquilizar las
conciencias y adormecer los remordimientos de muchas personas, debido a que con
el se puede llegar, simplemente, a pensar que no es necesario ser solidarios,
si resulta tan fácil alimentarse. Basta con tener dos “lucas”.
Esta aberración no es posible que se implemente en nuestro
país.
No deseo acusar al ministro Lavín de un burdo maquiavelismo
al concretar esta idea. Pero él ya se equivocó una vez, cuando sugirió que el
sueldo mínimo se dividiera en dos, lo que significaba condenar a los
trabajadores de menores ingresos a una situación de indigencia definitivamente
humillante.
Ahora, en esta nueva iniciativa, sus repercusiones son
inverosímiles, ya que se proyecta desde este recetario que las familias vivan
en niveles que Chile no puede tolerar.
Todo ello me hace solicitar, humildemente, al ministro que
esta iniciativa sea desechada por sus efectos definitivamente aberrantes.
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