LOLLAPALOOZA CHILENSIS
Por Wilson Tapia Villalobos
¡Somos tan permeables a los usos y modas externos los chilenos! Hemos pasado por tantos modelitos. Fuimos los franceses de América Latina. También nos autoproclamamos ingleses. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, nuestra identidad llegó hasta Alemania y el alejamiento, al borde de la derrota del III Reich, fue a regañadientes y, para muchos, ficticio.
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Ahora el referente es Estados Unidos, pero tenemos algo de pudor y no lo andamos voceando. Claro que no hace falta.
Tal vez por esta condición genética, ahora nuestra democracia se asemeja a un mega evento musical. Una especie de Lollapalooza. Con muchos invitados. De diferente calidad y atractivo. Pero todos tratando de entretener y hacer su negocio.
Claro que este Lollapalooza totalmente made in Chile, no dura sólo un fin de semana. Va a desarrollarse durante casi un año. Aunque el repertorio de los intérpretes es más o menos exiguo. Habrá muchas reiteraciones. También peleas por los fans. Pero nada de canciones inéditas, ni menos aportes en cuanto a géneros.
Si fuera un chiste, hasta podría ser gracioso. Pero, desgraciadamente, es la realidad de la política chilena. Pese a todo, es bueno revisar lo que está ocurriendo. Puede servir para explicarnos lo que pase en el futuro. Y evitar así tantas lágrimas, sinceras algunas.
En nuestro Lollapalooza entran políticos, empresarios, profesionales, frescos de distinta especialidad y pelaje. En fin, toda la gama de quienes se acercan —o pretenden acercarse— al poder.
Empecemos por los empresarios que, en definitiva, son los que le ponen más fuerza al timón. El omnipotente Horst Paulmann, alemán cercano a Colonia Dignidad cuando era un enclave abiertamente nazi, es una buena muestra de un segmento mayoritario del empresariado chileno.
Propietario del holding chileno Cencosud, sus inversiones ya abarcan también Argentina, Perú, Colombia y Brasil. En nuestro Lollapalooza, él no tiene para que hacerse presente con una banda completa. Se puede dar el lujo de, sólo, hacer cover. Una cuestión menor, como anunciar que a los proveedores de sus empresas de retail y supermercados se les debe pagar a 120 días, por lo menos.
Cualquier otro plazo haría un daño enorme a sus inversiones. Que los proveedores quiebren gracias a su visión del negocio, importa un soberano bledo. Y, de paso, aporta al crecimiento de la concentración de la riqueza en el país.
Una concentración que, aparte de ser vergonzosa, nos ubica en uno de los primeros lugares de la inequidad a nivel mundial.
Según un estudio de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, el 30% del ingreso total del país va a manos del 0,1% de la población de Chile. Algo así como a 16.000 personas, que disfrutan de un ingreso mensual cercano a los $400 millones de pesos. Todo esto, con el agravante de que la distribución del ingreso empeora después de que los chilenos pagan sus impuestos.
Tal vez es por esto que otro de los temas que se interpretarán en nuestro Lollapalooza es el de la reforma tributaria. Pero las versiones que se escucharán son bastante deficientes. El grupo de Michelle Bachelet promete una interpretación magistral. Sin embargo, quienes conocieron su expedición en el pasado dudan de que sea algo realmente novedoso.
Finalmente, son los mismos intérpretes. Además, la propia diva Bachelet no es una innovadora. Y en esta oportunidad lo que ha hecho es lanzar generalidades y excusarse en otros temas, por desconocerlos.
Obviamente, una falla de sus asesores de marketing. No puede haber guardado silencio por tanto tiempo y ahora negarse a hablar porque desconoce los temas. Al menos una contradicción.
Hay otros invitados interesantes. El asunto de la acusación contra el ministro de Educación, Harald Beyer, es vergonzoso. Caben pocas dudas de que cualquier ministro que defienda el lucro en la educación es culpable, al menos, de insensibilidad. De no darle a la educación una dimensión de herramienta de movilidad social.
Pero acusar a Beyer como si fuera el ministro del Interior y no el de Educación, es demasiado. Demasiado estúpido. Demasiado grosero, liviano.
Los diputados debieran ser estigmatizados por ganarse sus sueldos millonarios sin hacer bien su pega. Porque tanto los que acusaron al ministro, como los que rechazaron los cargos que le hacían, no leyeron el libelo acusatorio. Y que Beyer sostenga que el no haber denunciado antes el bodrio con que se lo denunciaba obedecía a una maniobra de su defensa, sobrepasa cualquier límite…
Es creer que los chilenos somos imbéciles.
Pero no debiera extrañarnos ya nada. Si el segundo Vicepresidente de la Cámara de Diputados, Pedro Velásquez, está condenado por malversar $280 millones de caudales públicos. Y sigue ahí, tan campante.
Hay muchos más invitados al magno evento. Y todos dan tema. A algunos se les entiende poco por lo rápido que hablan, como a Marco Enríquez Ominami. A otros es difícil creerles.
Por ejemplo, la sensibilidad que trata de mostrar Andrés Velasco es casi una burla. Si cuando fue ministro de Hacienda su mano no se abría con facilidad cuando se trataba de gastos sociales.
La lista de estrellas es larga. En ella están Golborne, Allamand, Gómez, Orrego. Quedan para otra oportunidad.
¡Ah!, y otro dato curioso. Este Lollapalooza no atrae a los jóvenes. Es más, repudian a los invitados.
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