22-4-13-La política chilena, más parecida a un circo que a una República
CHILE: LA LOCURA ES CONTAGIOSA
Por Wilson Tapia Villalobos
El último episodio es la destitución de Harald Beyer del
cargo de ministro de Educación. Todo fue una bufonada. Ya en la elaboración de
la acusación quedó la impronta. Gran parte de ella fue copiada y pegada. Y por
eso, Beyer aparecía siendo denunciado por faltas que son atribuibles al
ministro del Interior, no al de Educación.
Una irresponsabilidad que hace pensar en la forma en que
trabajan los legisladores. Y, peor aún, cómo se hacen las leyes en Chile —cómo
se aplican, da para más de una nota, pero ese es otro cuento, dramático
también.
Finalmente, Beyer fue defenestrado por 20 votos contra 18. Y
allí se desató el paroxismo de la locura. El presidente de Renovación Nacional,
senador Carlos Larraín, anunció que era el comienzo de una guerra. Uno está
acostumbrado a las salidas de madre de este personaje folclóricamente conservador.
Pero, aunque sea de vez en cuando, debería medir sus palabras.
Los chilenos ya conocimos las brutalidades de una guerra
interna —encabezada por huestes a las que Larraín da su bendición—, y las
heridas están abiertas locura ¿Se les podrá pedir a los políticos que aporten
serenidad? Por lo visto, parece que no.
Pero sigamos con las locuras.
El responsable de inclinar la balanza a favor de quienes
querían que Beyer saliera de su cargo, fue el senador independiente Carlos
Bianchi. Al explicar su voto, le juró por Dios al ministro que esto no era nada
personal. ¡Qué locura! Olvidó la separación de la Iglesia del Estado. Olvidó
que estaba cumpliendo un trabajo para el cual lo había designado la ciudadanía,
no Dios. Y que la religión sirve para cuestiones un poco más elevadas que la
política que ellos están haciendo.
Sería perder el tiempo entrar en materias teologales con
personajes como Bianchi. O como la ministra Evelyn Matthei. Ella, sin perder un
segundo, sumó, restó y lanzó sus dardos directamente a la yugular electoral. La
culpable de la destitución de Beyer, dijo, “es Michelle Bachelet”.
La explicación: “Con mover un dedo meñique habría evitado”
el hecho. A nadie extrañan las salidas de madre de la ministra Matthei. Pero
ahora que hablamos de locuras, es imposible no tomarlas en cuenta.
En medio de este carnaval de insanía, lo único rescatable es
que los estudiantes lograron llamar la atención sobre el lucro. Esa fue la
razón que terminó con la vida ministerial de Harald Beyer. Y ese no es un
triunfo menor. Porque, entre otras cosas, si bien era una bandera de lucha de
los
estudiantes, la sociedad chilena, mayoritariamente, siente
que está siendo estafada en un área crucial.
De cualquier modo, el camino hacia logros que vayan más allá
de una cabeza ministerial, es muy largo. Porque esta política demencial, además
es desvergonzada.
Decir que las instituciones funcionan en Chile y mostrar eso
como un gran avance, no es sólo locura, es frescura.
Eso lo dijo, con satisfacción y orgullo, el presidente
Ricardo Lagos. Y lo han repetido todos quienes los sucedieron en La Moneda. Si
las instituciones funcionaran adecuadamente, los tribunales chilenos habrían
juzgado y condenado a Pinochet; no tendríamos a un presidente de la República
que en medio de la campaña tuvo que pagar una multa para no ser condenado por
utilizar información privilegiada en sus negocios y que antes había sido
condenado por sus manejos dolosos en el Banco de Talca.
Si las instituciones funcionaran, la Cámara de Diputados no
debería haberse visto obligada a pedir al segundo Vicepresidente de la
Corporación, el diputado independiente (ex democratacristiano) locura3 Pedro
Velásquez, que renunciara a tal cargo. La razón: debe reintegrar al fisco $284
millones por acciones dolosas durante su mandato como alcalde de Coquimbo. Tal
cargo lo ocupó entre 1992 y 2006. Y quien lo acusó de manejos fraudulentos fue
la entonces senadora Evelyn Matthei.
Por esas locuras de la política chilena, Velásquez fue
propuesto para la segunda vicepresidencia de la Cámara, por la Unión Demócrata
Independiente (UDI), partido ultra derechista al que también pertenece la
actual ministra Matthei.
En todo caso, la
sanción que la Comisión de Ética le aplicó a Velásquez fue descontarle sólo el
12% de su dieta.
Aún no se sabe cómo saldará su deuda con el fisco.
Finalmente, si las instituciones funcionaran, personajes como éste no llegarían
a cargo de representación popular. Pero ya veíamos que no es el único, ni el
más significativo.
La locura política es contagiosa. Aunque, por sobre todo,
perniciosa para la sociedad. Estimula la desvergüenza y difumina los valores.
Cuestión que a pocos parece importar. Porque Beyer fue destituido por no
controlar el lucro. Pero el presidente Sebastián Piñera sostuvo que la
educación era un negocio.
Es como para que
decir: Están todos locos.
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