NUNCA
MÁS TOLERANCIA AL LUCRO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
El sistema político chileno ha sido desde los últimos 40 años un modelo “empresocéntrico”. Sin embargo, esta definición no es suficiente, puesto que ha sido también un modelo fraudulento.
En muchos países se ha impuesto un favoritismo
excesivo para las inversiones e intereses del sector capitalista, pero en Chile
se ha extremado tal disposición de poder, ya que toda regulación se ha
planteado de manera ineficaz, insuficiente, ambigua y cooptable.
Producto de eso, la Constitución ha sido
violada de manera reiterada y con la complicidad de todos: del Tribunal
Constitucional, de Impuestos Internos, del Congreso, de los ministros de
Educación y Hacienda de todos los gobiernos, de las fiscalías económicas y de
cuanto hombre pisa este suelo que teniendo información no se ha dado la
molestia de denunciar estos atropellos flagrantes, lesivos, ofensivos y
ruinosos.
La educación superior ha sido un fraude
concertado por y entre todos los sectores dominantes de la política chilena. No
sólo se ha estado arruinando a las familias sino que se ha estado manipulando
de manera escandalosa a los estudiantes,
toda vez que quienes administran la parte académica juegan con los tiempos de
flujo y permanencia de los estudiantes, al margen de sus méritos académicos. Lo
hacen por simple cálculo económico y funcional de sus respectivas empresas
educacionales.
El ministro Beyer es parte de todo este
contubernio. Era lógico pensar que después de los movimientos estudiantiles, el
gobierno de la derecha sería puesto en una encrucijada tremenda, pues se
destapaba una “caja de Pandora”, pero no se estaba dispuesto a salir a atrapar los
males que ese destape arrojaba a la luz pública. No se tenía ni la convicción
ni el interés por hacerlo. Por eso se fueron sacrificados dos ministros de
educación, en corto tiempo, y ahora le tocó el turno al tercer ministro.
Este es un juicio a toda la clase política.
Con esto se está haciendo claridad sobre los horrores del lucro y sus consecuencias
sociales, y eso ya ha quedado instalado en la conciencia de los chilenos, lo
que hace muy aventurado no profundizar hasta desmantelar este vergonzante
fraude fiscal y social.
Lo que es pertinente preguntar, es si las
futuras generaciones de políticos tendrán el valor y el poder suficiente para
arremeter contra todos los grandes intereses anclados en el lucro educativo. La
fiera, cuando ya entierra sus dientes en la presa, es muy complicado hacer que
abra sus mandíbulas.
Será indudablemente una lucha feroz. Hay mucho
dinero en juego y hay muchos políticos y empresarios que han puestos sus huevos
en esa canasta…y no se quedarán de brazos cruzados cuando se inicie el ataque.
Son muchos los intereses encerrados tras el fraude de la educación en Chile. Recuerden
solamente que es un área que goza de absoluta exención tributaria, y las
inversiones privadas en infraestructura
no sólo tienen la función de capitalizar una renta formidable, sino que también
se esterilizan tributos sobre dineros obtenidos en otras áreas de los negocios,
así es que la ganancia es doble o triple, ya que luego se negocian esos
recursos como un bien de mercado, con altas ganancias, como ha quedado demostrado en las transacciones de
universidades privadas, cuyo dotación de estudiantes forma parte del patrimonio
capitalizado por los sostenedores-propietarios.
Ahora hasta las clínicas privadas pasan a
incorporarse como “hospitales clínicos universitarios”; una asociación
beneficiosa para ambas partes, puesto que cambia la categoría tributable de las
clínicas y se incrementa el prestigio por ser centros académicos, además de ser
centros proveedores de servicios de salud.
Alguien en el Congreso manifestó, en medio de
la acusación, que el lucro no es un delito. Claro que en las actividades
económicas está permitido el lucro, pero en las áreas de educación está
prohibido constitucionalmente, por tanto transgredirlo es un delito, y ese
delito se viene cometiendo desde hace tanto tiempo que ya cabe oportuno el decir que “todo pecado que se reitera
en el tiempo, corre el peligro de pasar a la condición de virtud”.
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