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jueves, 18 de abril de 2013

18-4-13-Análisis sobre Beyer y el negocio de la educación
 
NUNCA  MÁS TOLERANCIA AL LUCRO

Por Hugo Latorre Fuenzalida


El sistema político chileno ha sido desde los últimos 40 años un modelo “empresocéntrico”. Sin embargo, esta definición no es suficiente, puesto que  ha sido también un modelo fraudulento.
En muchos países se ha impuesto un favoritismo excesivo para las inversiones e intereses del sector capitalista, pero en Chile se ha extremado tal disposición de poder, ya que toda regulación se ha planteado de manera ineficaz, insuficiente, ambigua y cooptable.
Producto de eso, la Constitución ha sido violada de manera reiterada y con la complicidad de todos: del Tribunal Constitucional, de Impuestos Internos, del Congreso, de los ministros de Educación y Hacienda de todos los gobiernos, de las fiscalías económicas y de cuanto hombre pisa este suelo que teniendo información no se ha dado la molestia de denunciar estos atropellos flagrantes, lesivos, ofensivos y ruinosos.
La educación superior ha sido un fraude concertado por y entre todos los sectores dominantes de la política chilena. No sólo se ha estado arruinando a las familias sino que se ha estado manipulando de manera escandalosa  a los estudiantes, toda vez que quienes administran la parte académica juegan con los tiempos de flujo y permanencia de los estudiantes, al margen de sus méritos académicos. Lo hacen por simple cálculo económico y funcional de sus respectivas empresas educacionales.
El ministro Beyer es parte de todo este contubernio. Era lógico pensar que después de los movimientos estudiantiles, el gobierno de la derecha sería puesto en una encrucijada tremenda, pues se destapaba una “caja de Pandora”,  pero  no se estaba dispuesto a salir a atrapar los males que ese destape arrojaba a la luz pública. No se tenía ni la convicción ni el interés por hacerlo. Por eso se fueron sacrificados dos ministros de educación, en corto tiempo, y ahora le tocó el turno al tercer ministro.
Este es un juicio a toda la clase política. Con esto se está haciendo claridad sobre los horrores del lucro y sus consecuencias sociales, y eso ya ha quedado instalado en la conciencia de los chilenos, lo que hace muy aventurado no profundizar hasta desmantelar este vergonzante fraude fiscal y social.
Lo que es pertinente preguntar, es si las futuras generaciones de políticos tendrán el valor y el poder suficiente para arremeter contra todos los grandes intereses anclados en el lucro educativo. La fiera, cuando ya entierra sus dientes en la presa, es muy complicado hacer que abra sus mandíbulas.
Será indudablemente una lucha feroz. Hay mucho dinero en juego y hay muchos políticos y empresarios que han puestos sus huevos en esa canasta…y no se quedarán de brazos cruzados cuando se inicie el ataque. Son muchos los intereses encerrados tras el fraude de la educación en Chile. Recuerden solamente que es un área que goza de absoluta exención tributaria, y las inversiones  privadas en infraestructura no sólo tienen la función de capitalizar una renta formidable, sino que también se esterilizan tributos sobre dineros obtenidos en otras áreas de los negocios, así es que la ganancia es doble o triple, ya que luego se negocian esos recursos como un bien de mercado, con altas ganancias, como  ha quedado demostrado en las transacciones de universidades privadas, cuyo dotación de estudiantes forma parte del patrimonio capitalizado por los sostenedores-propietarios.
Ahora hasta las clínicas privadas pasan a incorporarse como “hospitales clínicos universitarios”; una asociación beneficiosa para ambas partes, puesto que cambia la categoría tributable de las clínicas y se incrementa el prestigio por ser centros académicos, además de ser centros proveedores de servicios de salud.
Alguien en el Congreso manifestó, en medio de la acusación, que el lucro no es un delito. Claro que en las actividades económicas está permitido el lucro, pero en las áreas de educación está prohibido constitucionalmente, por tanto transgredirlo es un delito, y ese delito se viene cometiendo desde hace tanto tiempo que ya cabe  oportuno el decir que “todo pecado que se reitera en el tiempo, corre el peligro de pasar a la condición de virtud”.

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