CHILE, EL REGRESO
Por Wilson Tapia Villalobos
Los regresos tienen un contenido mítico, glorioso. Siempre encarnan la esperanza, aunque el paso previo sea apocalíptico. La mitología de todos los rincones está llena de héroes, dioses y diosas que retornan. Las religiones abren espacios especiales para Mesías, ángeles y entidades superiores que vuelven a cumplir su cometido.
En la política actual, que ha logrado banalizar la mitología, los ejemplos son variados y a veces desopilantes. Aunque cuando se hace el balance, el resumen puede no ser ni siquiera gracioso.
La ex presidenta Michelle Bachelet finalmente rompió su silencio. Terminó con el misterio. Volvió en gloria y majestad. Su objetivo es La Moneda. Un segundo período al mando del país. Y admiradores y contrarios parecen convencidos que, cual Mesías, logrará su objetivo.
Con la tecnología actual es un poco más complejo montar el tinglado. Un poco solamente. Y los resultados suelen ser más apabullantes que antaño. La señora Bachelet comenzó por tomar distancia de todo lo que pueda amenazar su extraordinario posicionamiento en el imaginario nacional. Con cerca del 80% de apoyo del electorado, sólo tiene que preocuparse de detalles menores.
Y darse algunos lujos. Por ejemplo, ir a primarias. Lo que ni siquiera le rasguñará su imagen. Muy distinta a la actitud que adoptó el ex presidente Ricardo Lagos que se negó a tal posibilidad. Puede que esa haya sido una manifestación más de un ego demasiado acentuado. O una maniobra calculada para evitar la derrota que luego caería sobre el también ex presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. En el caso de Bachelet, tal posibilidad parece descartada. Aunque se toman todas las prevenciones para evitar sorpresas.
En este mundo en que las tecnologías de la comunicación son herramientas del emperador, nada queda al azar. Por lo tanto, pese a ser militante del Partido Socialista de Chile (PS), a formar parte de la Concertación de Partidos por la Democracia, ella aparece como una especie de Gaia, de Pachamama, de madre protectora, sola contra el mundo. Con ello, trata de evitar que rasmille su carisma el descrédito en que se encuentran los partidos. Por eso es que nadie con significación política la acompaña cuando anunció que irá a la reelección. Su popularidad le dice que está sobre los Partidos, por encima de una clase política desprestigiada.
El problema, en todo caso, no es el arrastre multitudinario de la ex presidenta. El problema es ¿qué representa ella? Al no identificarse con los Partidos de la Concertación tendría que mostrar otro referente político. Pero eso no existe. Ella, de ser nuevamente presidente de Chile, tendrá que gobernar con esos partidos. Y, es más, hacer campaña para que tales conglomerados elijan la mayor cantidad de senadores y diputados posible. Pero, en fin, todos estos artilugios forman parte de la mitología que rodea al regreso. Insisto en que el problema sigue siendo otro.
¿Qué piensa hacer la señora Bachelet? Porque eso de que la ciudadanía decidirá es una declaración, no un programa, no un compromiso. ¿Está a favor de una Asamblea Constituyente que termine con la democracia parchada que dejó la dictadura? ¿Allí es donde decidirá la ciudadanía? ¿Luchará realmente por imponer una educación en que el Estado juegue el papel que debe jugar? ¿Luchará por recuperar aunque sea el agua para todos los chilenos? ¿Estará decidida a poner bajo control al lucro para sacar a Chile del grupo de países que peor reparte su riqueza? ¿Se decidirá a imponer límites a la banca y a los grupos económicos? ¿O sólo se conformará con hacer que la gente opine para que tales aportes queden en el seno de comisiones eternas?
Son demasiadas preguntas aún sin respuesta. Pero son preguntas que resultan necesarias. Porque en la actualidad los marbetes políticos no sirven como en el pasado. ¿Qué es ser hoy socialista? ¿Será tratar de rescatar el sentido de igualdad que animaba la lucha política del ex presidente Salvador Allende? ¿O concebir el mundo como lo hace Enrique Correa, Jaime Estévez, el senador Camilo Escalona, Ricardo Lagos o Felipe González? Para muchos, las diferencias entre el socialismo de Allende y la matriz ideológica que anima hoy al PS, son siderales. Se trata de proyectos diferentes. El pragmatismo socialista actual se ve más como un progresismo neoliberal que como un socialismo que lo definía la lucha por las clases sociales más explotadas.
La ex presidenta Bachelet tendrá que hacer claridad sobre estos aspectos. Al menos, sobre algunos. Y ya eso sería un aporte considerable. Es posible que se considere que no le corresponde a ella definir tales campos ideológicos. Pero casi siempre es la historia la que manda en las disyuntivas políticas. Y a la señora Bachelet le ha correspondido jugar un papel determinante en un momento de crisis.
De lo que ella haga dependerá, tal vez en buena medida, el desarrollo que tendrá la futura democracia chilena. Si las tensiones sociales bajarán o se incrementarán. Si Chile se acercará al desarrollo o seguirá caminando por la afrentosa senda del crecimiento económico desigual. Si la política recuperará el sentido del arte de hacer posible la vida en sociedad, o nos emporcaremos en una corrupción galopante y en soluciones populistas que ya se han dibujado en nuestro horizonte.
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