“Papá cuéntame otra vez
todo lo que os divertisteis,
estropeando la vejez
a oxidados dictadores…”
Así canta el popular trovador español Ismael Serrano. El protagonista de su canción es un joven que pide a su padre le repita aquella “historia tan bonita”. La historia de fines de los años 60, cuando estudiantes y guerrilleros creyeron que era posible arreglar el mundo.
Pero si el cantautor fuera chileno, tendría que cambiar los versos de su canción. Y en vez de “oxidados dictadores” tendría que decir “cansados jefes de sus respectivos regímenes militares”. Porque el Consejo Nacional de Educación dispuso que de ahora en adelante los libros de historia identifiquen a la dictadura del general Augusto Pinochet como “régimen militar” y no como la dictadura que fue.
¿Por qué “régimen militar”?
Una de las primeras imágenes del dictador chileno Augusto Pinochet captada en septiembre de 1973 |
Las razones del Consejo no son claras y no pueden serlo, puesto que desde el primer día del cruento golpe, el 11 de septiembre de 1973, los militares cerraron el Parlamento, proscribieron los partidos políticos, prohibieron los sindicatos, clausuraron los diarios y revistas independientes, silenciaron las radios e intervinieron la televisión y las ocho universidades que entonces tenía el país.
Pero además decretaron el Estado de Sitio y el Toque de Queda, bombardearon el palacio de gobierno y la residencia presidencial, convirtieron estadios en campos de prisioneros, fusilaron, asesinaron, torturaron e hicieron desaparecer a miles de opositores. Desde luego no respetaron la Constitución de 1925 y en su reemplazo, en 1980, impusieron una Constitución nueva que buscaba dar legitimidad… al dictador.
Por eso, técnicamente, el régimen militar fue una dictadura.
Consciente de que así quedaría registrado en la Historia, Pinochet se proclamó “Jefe del Estado” a pocos meses del golpe contra Salvador Allende. Después cambió esa investidura y se designó a sí mismo “Jefe Supremo de la Nación”. Más tarde, en un gesto que intentaba parecer republicano, aceptó ser Presidente del Gobierno Militar. Incluso algunos periodistas lo calificaban -y hasta hoy lo califican- como “mandatario”, en circunstancias que nunca recibió el mandato de nadie. No llegó al poder por los votos de una mayoría que lo mandatara, como Allende, sino por la fuerza de las armas.
- "¡No se mueve ninguna hoja en este país si no la estoy moviendo yo! Que quede claro", advertía Pinochet el 13 de octubre de 1981. Sin embargo, igual que el Consejo Nacional de Educación, no quería que se le identificara como dictador. “Si esta es una dicta-blanda”, decía, con ese humor socarrón que le afloraba en ciertas ocasiones.
Sus partidarios tampoco querían llamar las cosas por su nombre ni aparecer vinculados con los “crímenes horrendos” de los militares, como los definió Patricio Aylwin. Para ellos, esos crímenes no eran asesinatos, ni torturas ni desapariciones forzadas. Eran sólo “excesos” de algunos agentes del gobierno. El golpe de Estado no fue tal sino un “pronunciamiento militar” para “liberar a Chile del marxismo”.
Mientras la economía entraba en un tiempo de “despegue”, según informaba El Mercurio hacia mediados de 1976, el ministro de Hacienda Sergio de Castro invitaba a los chilenos a endeudarse con créditos para favorecer el ahorro interno. Como contrapartida, a la creciente deuda externa de la dictadura le cambió el nombre y la llamó “ahorro externo”.
Y cuando la dictadura –o régimen militar- implantó un toque de queda que prohibía la circulación de vehículos, la medida fue anunciada como una “restricción a los desplazamientos vehiculares nocturnos”.
“Papá cuéntame otra vez”, diría Ismael Serrano, sin poder ocultar su asombro.
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