Por Hugo Latorre Fuenzalida
La discusión que se plantea por estos días sobre las reformas al binominal y las reformas tributarias (ajustes o retoques), así como las exigencias de reformas en la educación, sobre la ley minera, sobre la ley medioambiental, etc., constituyen un ejercicio saludable pero, por ahora infructuoso.
La derecha en Chile está patrocinada, conducida y sancionada por la UDI, el partido mayoritario del país y el más reaccionario de la historia política de la derecha chilena y me atrevería a decir que de toda América Latina, con excepción de las satrapías bananeras.
Si es el partido más votado, quiere decir que tenemos un padrón electoral esencialmente conservador, avejentado y resilente. Lo que plantea otro problema a quienes se ilusionan con los cambios en medio de un gobierno como esta derecha y una oposición como es la Concertación y el PC.
La derecha, conducida por la UDI, nunca ha creído en la democracia, se siente incómoda con las demandas colectivas, resiste las presiones, reprime las manifestaciones (al igual que lo hizo la Concertación en su larga oportunidad). Se sienten muy cómodos como están, pues han obtenido una acumulación de poder como nunca lo tuvieron desde el siglo XIX. Los de la Concertación también se sienten cómodos, pues los partidos y sus designados políticos han llegado a obtener su tajada de poder y la administran desde hace 20 años en provecho de estas estructuras y sus servidores, como de hecho son los parlamentarios que tenemos.
El senador Novoa ya ha dado por muerta las reformas al binominal, lo que ya acredita una postura de la UDI muy predecible. Esto es muy coherente con esa ideología. Por otra parte, si se llegara a legislar con intención de cambios al binominal, es muy ingenuo hacerse la ilusión que será un cambio…..,cuando mucho se alcanzaría una reformita menor y periférica, como todas las reformas que en Chile se han intentado desde que tenemos esto que todavía llaman “democracia”, pero que otros asimilan al nombre de “dictablanda perfecta”, pues tienen leyes de dominación cupular y no necesitan matar ni torturar a nadie, aunque el hábito queda y de pronto se les dispara el fusil contra nuestros aborígenes y nuestros estudiantes.
¿Entonces qué vamos a hacer con este país paralizado políticamente y reptante en lo económico, flotando en el limbo que va del atraso más decimonónico hasta las pretensiones de desarrollo más sobreactuadas?
Indudablemente en un país de mentalidad dominante muy conservadora en sus élites de poder y de una masa popular excluida en el sentido total del término, es decir en términos políticos y culturales también, los cambios son necesariamente más lentos, trabajosos, con altos y bajos. Los dirigentes progresistas, que desean fervientemente impulsar los cambios, deberán armarse de un buen arsenal de paciencia, pero también de una batería formidable de constancia. Hay que desmontar ladrillo a ladrillo la construcción carcelaria que el pinochetismo y la derecha impuso a Chile. No se debe pensar ni creer que la enorme fuerza mostrada por los movimientos regionales, ecologistas y de estudiantes en el 2011 tienen al sistema en jaque y a punto de instalar una revolución. Eso sería una ingenuidad desde la analítica social y política.
Los poderes instalados en Chile desde la dictadura, a los que se sumó el poder electo por la ciudadanía para retomar una democracia social y que, prontamente se mudó a fortalecer un sistema ferozmente cupular, conforma una barrera difícil de salvar y de asaltar. Tienen la estructura jurídica, la más blindada (si descartamos a Cuba o Corea del Norte), y tienen además el poder económico, de gobierno y de los medios de comunicación, lo que constituye en todo escenario de lucha una dotación de armas muy difícil de hacer morder el polvo.
Claro que se deben seguir las luchas, pero estas deben ser bien calculadas; debe darse una verdadera ingeniería estratégica, de lo contrario se dará de narices con una realidad impenetrable.
Por eso pienso que el año 2012 debe ser de reagrupamiento estratégico de las fuerzas de oposición, con luchas selectivas pero orientadas a estrenar el cuerpo para las batallas mayores del 2013, pues ahí ya se habrá superado el cansancio acumulado el 2011, habrá una adrenalina electoral circulando por la sangre de nuestra gente. Para entonces nadie podrá escamotear los grandes temas que han comenzado a circular en el escenario nacional desde el afortunado año 2011 y sus movimientos de ideología confrontacional al sistema.
Para el 2013 es que se deben reservar las energías para la lucha callejera. Por ahora a consolidar unidad, pactos, entendimientos, claridades ideológicas y estratégicas. Eso no impide que haya movilizaciones, pero deben ser inteligentemente reguladas, como las dosis farmoquímicas para rehabilitar la salud: el exceso mata, la insuficiencia es inútil y la prescripción equivocada, complica al paciente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario