Por Walter Krohne
El problema de HydroAysén no es precisamente la región de Aysén ni las consecuencias que puedan llegar a tener las cinco centrales hydroeléctricas allí proyectadas, donde hoy se deslizan apaciblemente los ríos Baker y Pascua, en medio de una idílica paz ambiental y en un panorama que hoy está reservado para turistas y el descanso de muchos, pero también para el trabajo duro que llevan a cabo allí muchos lugareños de estas a veces inhóspitas tierras situadas en el sur chileno.
El tema nos lleva a puntos mucho más profundos que los chilenos ignoran, porque más bien aquí se trata de examinar la forma de cómo se hacen las cosas en un Chile que muchos intentan que sea democrático, y también así lo creen, pero que a simple vista parece que está lejos de serlo.
La decisión tomada hoy en el Consejo Regional del Medio Ambiente de Aysén, que sesionó en Coyhaique, y en el que se aprobó el informe ambiental de la gigantesca obra, no ha sido ninguna novedad, porque de antemano se sabía que esto ocurriría así como si hubiese sido “un parto sin dolor”. Todos los integrantes del Consejo estaban plenamente de acuerdo de antemano, ya que de los doce integrantes, diez son seremis, uno es el director del Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) y quien toma la decisión final, especialmente en caso de empates, es la Intendenta de Aysén nombrada por el Presidente Sebastián Piñera. Ninguno de ellos, aunque pensara diferente, hubiese estado dispuesto a arriesgarse, porque habría perdido la "pega" (*). Así de simple.
“La construcción de las cinco centrales hidroeléctricas que contempla el proyecto HidroAysén, quedó aprobado por 11 votos a favor, una abstención (Seremi de Salud Claudio Vallejos) y ningún voto en contra”, fue la resolución final que emitió el Consejo Regional del Medio Ambiente.
En los años que ha durado el tira y afloje entre ambientalistas y autoridades (desde 2008) para impedir la construcción que, según dicen, significará la ruina ecológica en las tierras que están en los alrededores de los ríos Baker y Pascua, no se ha cambiado mayormente la idea inicial de que “hay que construir las centrales cueste lo que cueste”.
En todo este tiempo ninguno de los gobierno ha tenido ni siquiera la capacidad suficiente para fijar definitivamente una política energética o un programa que diseñe a futuro los pasos que deberían seguirse en esta materia. Quizá hay otras soluciones energéticas que no causen tanto daño al medio ambiente como las hidroeléctricas, aunque al parecer para nuestras autoridades esta es una solución cómoda y más a la mano.
Es que aquí se resuelve todo a la chilena: Cuando a dos grandes consorcios como Endesa y Colbún se les plantea la fabulosa idea de construir cinco hidroeléctricas con una inversión de 3.200 millones de dólares, las miradas quedan dirigidas de inmediato a la rentabilidad, y no tanto a los beneficios para el país y menos para la región, en este caso la de Aysén. Esto no es una cuestión que surja de la imaginación de un escritor, sino que es así y todo el mundo lo sabe, porque los intereses económicos son más grandes que cualquiera otra fuerza humana. Pase lo que pase, estas centrales se van a construir si o si.
Ni siquiera el recurso de protección presentado hoy ante la la Corte de Apelaciones de Coyhaique, que fue acogido, frenará el poderoso respaldo que tiene el proyecto, porque el poder en Chile no está entre quienes manejan los hilos de la política sino entre quienes manejan y dominan el capital. Esto porque es el capital y no las ideas ni los valores los que mandan en Chile.
Y en medio de esta singular democracia chilena y sin que el país sepa aún de lo que se pretende hacer en materia energética, en el mismo día en que se aprobó el informe medio ambiental comenzaron a conocerse desde muy temprano las presiones de apoyo directamente salidas desde el Palacio de La Moneda, como la del ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter. Y lo hizo con tanto énfasis que algunos creyeron que al gobierno le faltaban votos en Coyhaique, lo que se sabía que no era así.
La verdad es que no “están dadas las condiciones mínimas para que se pueda resolver un proyecto que le interesa al país, porque no tiene los elementos más básicos de transparencia, de ecuanimidad y de debido proceso. Este proyecto hace mucho tiempo que ha sido objeto de irregularidades”, declaró el presidente del Senado Guido Girardi, quien tampoco fue escuchado. En el mismo saco roto cayó la descripción de los numerosos detractores sobre el daño ecológico que causaría la magna obra, que ni siquiera alcanzará a ser compensado con el presumible aumento de la generación hidroeléctrica, de la cual nada de ella quedará en Aysén, el ciento por ciento irá a Santiago.
Linda democracia la que tenemos. Los dueños del proyecto comprometieron su inversión y comenzaron a invertir y a gastar como desaforados, especialmente en publicidad, sector al que fueron a parar muchos millones. Y lo hicieron así porque estaban ya seguros de que el informe ambiental iba a ser aprobado, como ocurrió efectivamente esta tarde.
Como dijo el columnista de Radio Biobío Tomás Mosciatti esta mañana "yo rechazaría HidroAysén porque no les creo a las autoridades, ni a estas ni a las del Gobierno anterior y porque no existe una autoridad competente para controlar materias energéticas de este tipo, no competente en términos legales, sino en términos reales".
Yo tampoco les creo.
(*) El trabajo o puesto de trabajo o posición laboral.
(*) El trabajo o puesto de trabajo o posición laboral.
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