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lunes, 9 de noviembre de 2015

ALEMANES ESTÁN NERVIOSOS POR LA VIOLENCIA EN LA ARAUCANÍA Y PIDEN PROTECCIÓN

La embajada de Alemania en Chile solicitó a la Intendencia de La Araucanía protección para sus ciudadanos que viven y trabajan en la región, ante el clima de violencia que se vive en la zona.

"En los casos de agresiones repetidas y en parte violentas contra ciudadanos alemanes y sus propiedades, que se desempeñan como agricultores, silvicultores o empresarios turísticos en el sur de Chile, la Embajada se ha dirigido al Gobierno, le ha dado a conocer esta situación y le ha solicitado protección para los alemanes y sus propiedades", explican en la representación.

La solicitud se suma a la carta que fue enviada en junio pasado por el entonces embajador Hans-Henning Blomeyer-Bartenstein, al ministro del Interior Jorge Burgos para manifestar su preocupación por el conflicto mapuche.

Esta inquietud ha persistido luego de la salida del diplomático y la llegada del nuevo jefe de la embajada, Rolf Schulze, quien realizó la solicitud.

A comienzos de año, el entonces intendente Francisco Huenchumilla se reunió con el embajador de esa época. Previamente, el jefe regional había conocido una carta de esa misma representación sobre el tema.

Y el 12 de octubre pasado, el actual embajador sostuvo una cita con el nuevo intendente, Andrés Jouannet, en la que se abordó la coyuntura de la región.

En la región de La Araucanía, a unos 250 kilómetros al sur de Santiago, se vive desde hace varios años un conflicto entre comunidades mapuches que reclaman la propiedad de tierras que consideran ancestrales y las empresas agrícolas o forestales que las poseen legalmente.
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La pugna ha derivado en la muerte de varios comuneros mapuches, policías y agricultores, ataques incendiarios a propiedades, bosques y vehículos y varias decenas de indígenas procesados y condenados por esos hechos.

Esta violencia se aprecia en enfrentamientos permanentes, tomas de predios, carabineros y comuneros mapuches muertos. Esas son las imágenes que desde hace años se asocian con la Novena Región.

Empresarios, representantes de las comunidades mapuches y ciudadanos de a pie señalan con fuerza que La Araucanía no es la zona de violencia a la que frecuentemente se le achacan incidentes.
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También declaran con fuerza que la región está a años luz de enfrentar conflictos armados todos los días. Pero en sus calles, en sus campos, hay un problema. Uno subterráneo y que estalla pocas veces, pero que vive bajo la piel de sus habitantes. Una herida que no sangra, pero cuya inflamación recuerda de tanto en tanto la necesidad de hacerse cargo.

“La gente piensa que esto es Siria, cuando no lo es”, explica Pedro Cayuqueo, periodista y autor del libro Solo por ser indios y otras crónicas mapuches. Una de las razones, a su juicio, es la visión que se populariza desde Santiago, que solo se acuerda de esta región cuando ocurre algún incidente aislado de violencia y que por eso solo la relaciona con altercados. “Acá no hay terrorismo”, puntualiza, pero aun así prevalece una sensación de inseguridad que emana de las cifras.
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Según la Multigremial de La Araucanía, que agrupa a los representantes de los gremios productivos de la región, los principales objetivos de los ataques, los delitos que ellos denominan de “connotación indígena” denunciados en la zona pasaron de 31 en 2008 a 309 en 2012. La mayoría fueron entre Ercilla y Collipulli, principalmente incendios, daños a las propiedades y amenazas. El más grave fue el incendio de la casa en Vilcún del empresario Werner Luchsinger, quien murió calcinado junto a su esposa, Vivian Mckay. 
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Tras estos hechos, las mujeres de los agricultores de la zona iniciaron la campaña “Paz en La Araucanía”, cuyo logo (que usa la misma cinta de la campaña de prevención del sida, pero verde) puede verse en la parte posterior de muchos de los autos que circulan por Temuco.
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En Ercilla, la opinión de la calle en torno a la causa mapuche está dividida, pero todos, sin embargo, se quejan de la excesiva presencia policial en la zona, que la hace parecer sitiada. Pamela, que espera en el consultorio junto a su guagua de pocos meses, dice que los constantes controles policiales le producen más inseguridad que otra cosa.

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