Inteligencia, en sus sentidos geoestratégico policial y político, es un concepto regularmente asociado con espionaje; sin embargo, son muy diferentes, sin perjuicio de ser también complementarios.
Por inteligencia se entiende conocimiento positivo más allá del dominio público, no puede ser ficción de ninguna especie, la inteligencia y su obtención siempre están asociadas al mundo de los hechos reales. Hacia fines de la década de los 1950, en sesión clasificada del Senado de los Estados Unidos, después desclasificada con el correr del tiempo, el Senador Everett Dirksen (Republicano/California) preguntó al Director de la CIA por la naturaleza de su trabajo respecto del de sus contrapartes en la entonces Unión Soviética; Alan Dulles le dio su célebre respuesta: Senator, we know that they know that we know / Senador, nosotros sabemos que ellos saben que nosotros sabemos. Ese es el asunto; saber, usando todos los medios convencionales y extra convencionales, dejando algunos rastros cercanos a lo indescifrable, a fin de que aquellos en la vereda del frente sepan de nuestra capacidad de conocer, sin permitirles alcanzar ni la menor idea de lo que realmente sabemos.
En nuestro medio, la inteligencia geoestratégica es dominio de las Fuerzas Armadas; la inteligencia policial es territorio de Carabineros y de la PDI; la inteligencia política en la esfera operacional de la PDI. En otros tiempos había una prefectura especializada, la Novena Administrativa mejor conocida por Policía Política o PP. Sus funcionarios llamados los "guatones" de la PP, que no eran guatones, eran policías profesionales cuyo trabajo consistía en seguirle la pista al acontecer político y a los políticos en todos sus niveles, hacían bien su pega, el más directo beneficiario era el gobierno de turno especialmente el Ministro del Interior, y por cierto el Presidente de la República.
Actualmente, hay una entidad llamada Agencia Nacional de Inteligencia ANI, de cuya eficiencia, en último término de su utilidad, han surgido serias dudas vinculadas a los sucesos de octubre 2019, así como también al desarrollo de un terrorismo con rasgos insurreccionales en la Novena Región de Araucanía, ese terrorismo ha evolucionado hasta tener estrechas relaciones con el crimen organizado en sus variados matices, desde robo de madera hasta el narcotráfico y todo lo demás entremedio. La extensión del terrorimo a las provincias sureñas de la Octava Región del Bío Bío, y a las provincias nortinas de la Décima Región de Los Ríos, dejan en evidencia la necesidad de ejecutar profunda revisión del trabajo de inteligencia si lo hay, y de las razones de su carencia que es lo más probable.
La características de la situación en Araucanía y el Bío Bío, obligan a plantearse una estrecha colaboración interactiva entre las inteligencias policial y política.
Mientras tanto, entusiasmados, los políticos en el Gobierno y en el Congreso agitan la idea de crear un ministerio dedicado a la seguridad pública, o ciudadana como algunos gustan llamarla.
Pero, el país ya tiene las instituciones cuyo trabajo es, precisamente, la seguridad ciudadana, no se advierte la racionalidad en términos de buen servicio para un nuevo ministerio con toda su enorme carga burocrática: ministro, subsecretarios, funcionarios altos e intermedios, seremis, personal subalterno, choferes, y un larguísimo etcétera; a lo anterior debe agregarse el dinero necesario para poner en funcionamiento esa maquinaria buro-tecnocrática.
Al final de cuentas, la fascinación de crear una entidad ideal para satisfacer intereses clientelares, así como la espectativa de llenar cargos con su propia gente en el corto plazo, por parte de aquellos hoy en la oposición, al aguaite como en el rodeo, podría terminar con otro monstruo administrativo burocrático sin clara misión por cumplir; a veces, las fuerzas interesadas pueden cubrir todo el espectro, ya lo dijo Nicanor Parra: "La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas".
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