Medicina-Serie-Parkinson
VIVIR (¿MORIR?) CON PARKINSON
Por Otto Boye Soto
Los artículos que comenzamos a publicar hoy una vez por
semana (los martes) han sido escritos
por el destacado investigador, cientista político, ex diplomático y ex
académico Otto Boye Soto. Son reflexiones de una persona que padece esta enfermedad,
conocida en medios mediáticos como la “dolencia hipócrita”, que están destinadas
a ayudar a otros pacientes y lectores directa o indirectamente relacionados con
este mal. Hoy publicamos el prefacio y una introducción del autor.
Prefacio
Durante parte de este verano que acaba de
irse comencé a escribir una bitácora muy personal que titulé “VIVIR (¿Y MORIR?)
CON PARKINSON”. Hasta hoy, viernes (santo) 29 de marzo de 2013, he logrado
redactar cuatro capítulos que comienzo a publicar en www.kra.cl y
en http://ciberamerica.blogspot.com
Hasta ahora, he compartido estos cuatro primeros capítulos con la familia más
próxima (esposa e hijos) y una parte muy pequeña de amigos, y he recibido buena
y estimulante acogida.
Consideran que este esfuerzo me va a hacer bien a mi,
pero que también podría contribuir a ayudar a otros a entender lo que tienen y
presionar a la aldea global a tratar de curar el mal o enfermedad de Parkinson
aplicando un enfoque integral como el descrito en los capítulos 3 y 4.
Introducción
No
es fácil tomar la decisión de compartir en bitácora abierta que se padece de
una enfermedad, “incurable hasta ahora”, como lo declara la medicina ortodoxa o
convencional. Hay algo de pudor y, sobre todo, de temor a ser acusado de
exhibicionismo ante estas actitudes que no callan lo que le va sucediendo al
enfermo, más aún cuando es él mismo quien lo comunica en algún sitio de
internet. Como decía, después de mucho pensarlo y de consultarlo con algunos
amigos y, desde luego, con mi esposa y con nuestros hijos, he llegado a la
conclusión de que un paso así, en que de hecho se rema contra la corriente,
podría ser, no obstante, de utilidad para muchas personas que padecen el mismo
mal. Ya reflexionaremos más sobre esto en el futuro, ahora debo saltar a la piscina,
que, espero, tenga suficiente agua…
.
A
fines de septiembre del 2010 me diagnosticaron ser poseedor de la “enfermedad”o
“mal” de Parkinson. Desde que escuché estas palabras, cargadas de negatividad,
me cambió la vida, como veremos. Es una patología solapada, no detectable
tempranamente, hasta ahora identificada sólo a través del examen clínico hecho
por un neurólogo experto, que se visita recién cuando ciertos síntomas
comienzan a hacerse muy visibles, como el clásico temblor en las manos y una
molesta rigidez corporal que se manifiesta por una lentitud de movimientos que
antes no se tenía y que va aumentando con el tiempo. Es altamente probable que
esto me haya comenzado bastante tiempo antes y que no haya notado el inicio,
como parece suceder con mucha frecuencia.
Más específicamente, el Parkinson consiste en una falla neurodegenerativa situada en el cerebro, en un lugar que hace las veces de centro de control de todos los movimientos corporales, que se nutre de una suerte de combustible llamado dopamina y que comienza a escasear poco a poco por razones hasta ahora no conocidas. Empleo deliberadamente un lenguaje simplificado, evitando caer en tecnicismos que suelen hacer ininteligible cualquiera explicación. En la Wikipedia el lector interesado encontrará una descripción más rigurosa.
No
me ha resultado simpático tener Parkinson, porque ha introducido en mi vida un
elemento perturbador, a saber, un permanente malestar físico, una sensación de
cansancio corporal que no se corrige aparentemente con nada y la rigidez, que
tienta malévolamente al inmovilismo, con la consiguiente atrofia muscular y sus
consecuencias, creándose un círculo vicioso. En este contexto he vivido esta
enfermedad como un desencadenante de otros males.
En
el título puse la palabra morir con signos de interrogación, subrayando así la
duda relativa al rol que juega el Parkinson en el final de la vida. Es un tema
que me propongo discutir y que se hace presente, debido a la “mala prensa” de
esta patología, desde el mismo instante en que uno recibe el diagnóstico y se
entera (o confirma –como sucedió en mi caso- lo que ya presentía) de que es
portador de la misma.
Estimado Sr. Boye,
ResponderBorrarQuedé muy impactado de lo publicado por usted ya que mi padre sufrió esta enfermedad y quiero agradecerle de todo corazón la valentía de contar su experiencia que para mi al menos será muy valiosa, lo único malo es que tendré que esperar hasta el próximo Martes para seguir leyéndolo.
Muchas gracias nuevamente ...