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LOS AVIONES NO PILOTADOS, LA VIOLACIÓN MÁS COBARDE DE LOS DERECHOS HUMANOS
Por Leonardo Boff
Vivimos en un mundo en el cual los
derechos humanos son violados, prácticamente en todos los niveles, familiar,
local, nacional y planetario. El Informe Anual de Amnistía Internacional de
2013 con referencia a 2012, que cubre 159 países, hace exactamente esta
dolorosa constatación. En vez de avanzar en el respeto a la dignidad humana y a
los derechos de las personas, de los pueblos y de los ecosistemas estamos
retrocediendo a niveles de barbarie.
Las violaciones no conocen fronteras y las
formas de esta agresión se sofistican cada vez más.
La forma más cobarde es la acción de los
«drones», aviones nopilotados que desde una base de Texas, dirigidos por un
joven militar ante una pantalla de televisión, como si estuviera jugando,
consigue identificar a un grupo de afganos que están celebrando un matrimonio,
en el cual presumiblemente debe de haber algún guerrillero de Al Quaeda. Basta
esta suposición para, con un pequeño clic, lanzar una bomba que aniquila a todo
el grupo, con muchas madres y niños inocentes.
Es la forma perversa de la guerra preventiva,
inaugurada por Bush y llevada adelante criminalmente por el presidente Obama,
que no ha cumplido las promesas de su campaña en lo referente a los derechos
humanos, bien sea el cierre de Guantánamo o la supresión del «Acto Patriótico»
(antipatriótico) por el cual cualquier persona en Estados Unidos puede ser
detenida por terrorismo, sin necesidad de avisar a su familia. Esto significa
secuestro ilegal que nosotros en América Latina conocemos de sobra.
En términos
económicos y también de derechos humanos se está produciendo una verdadera
latinoamericanización de Estados Unidos en el estilo de nuestros peores
momentos de la época de las dictaduras militares. Hoy, según dicho Informe de
Amnistía Internacional, Estados Unidos es el país que más viola los derechos de
las personas y de los pueblos.
Con la mayor indiferencia, como un emperador romano
absoluto, Obama se niega a dar cualquier justificación sobre el espionaje
mundial que lleva a cabo su gobierno con el pretexto de la seguridad nacional,
cubriendo áreas que van desde el intercambio de emails amorosos entre dos
enamorados hasta los negocios sigilosos y multimillonarios de Petrobrás,
violando el derecho a la privacidad de las personas y a la soberanía de todo un
país. La seguridad anula la validez de los derechos irrenunciables.
El continente que más violaciones sufre es África. Es
el continente olvidado y vandalizado. Las grandes corporaciones y China compran
tierras (land grabbing) para producir en ellas alimentos para sus
poblaciones. Es una neocolonización más perversa que la anterior.
Los miles y miles de refugiados e inmigrantes por
causa del hambre y de la erosión de sus tierras son los más vulnerables.
Conforman una subclase de personas, rechazadas por casi todos los países, “en
una globalización de la insensibilidad” como la llamó el Papa Francisco. La
situación de muchas mujeres, dice el Informe de Amnistía Internacional, es
dramática. Son más de la mitad de la humanidad, muchas de ellas sujetas a
violencias de todo tipo y en varias partes de África y de Asia todavía
sometidas obligatoriamente a la mutilación genital.
La situación de nuestro país es preocupante dado el
nivel de violencia que campea por todas partes. Diría que no es violencia, sino
que estamos montados sobre estructuras de violencia sistémica que pesa sobre
más de la mitad de la población afrodescendiente, sobre los indígenas que
luchan por preservar sus tierras contra la voracidad impune del agronegocio,
sobre los pobres en general y sobre los LGBT, discriminados y hasta asesinados.
Porque nunca hicimos una reforma agraria, ni política, ni tributaria, vemos que
nuestras ciudades se llenan de cientos y cientos de «comunidades pobres»
(favelas) donde los derechos a la salud, a la educación, a la infraestructura y
a la seguridad están deficientemente garantizados.
El fundamento último del cultivo de los derechos
humanos reside en la dignidad de cada persona humana y en el respeto que le es
debido. Dignidad significa que ella es portadora de espíritu y de libertad que
le permiten moldear su propia vida. El respeto es el reconocimiento de que cada
ser humano posee un valor intrínseco, es un fin en sí mismo y jamás un medio
para ninguna otra cosa. Delante de cada ser humano, por anónimo que sea, todo
poder encuentra su límite, también el Estado.
El hecho es que vivimos en un tipo de sociedad mundial
que ha puesto a la economía como su eje estructurador. La razón es solo
utilitarista y todo, hasta la persona humana, como lo denuncia el Papa
Francisco, es convertido en «un bien de consumo que una vez usado se puede
descartar». En una sociedad así no hay lugar para derechos, sólo para
intereses. Hasta el derecho sagrado a la comida y la bebida únicamente está
garantizado para quien puede pagar. Si no puede, estará al pie de la mesa,
junto a los perros, esperando alguna migaja que caiga de la mesa repleta de los
epulones.
En este sistema económico, político y comercial se
asientan las causas principales, no exclusivas, que llevan permanentemente a la
violación de la dignidad humana. El sistema vigente no ama a las personas,
solamente su capacidad de producir y de consumir. Del resto, son solamente
resto, aceite gastado en la producción.
La tarea además de humanitaria y ética es
principalmente política: cómo transformar este tipo de sociedad malvada en una
sociedad donde los humanos puedan tratarse humanamente y gozar de derechos
básicos. De lo contrario, la violencia es la norma.
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