19-12-2013-KRADIARIO-883
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LA RIGIDEZ CADAVÉRICA DE NUESTRA DERECHA
Por Hugo Latorre Fuenzalida
El pensamiento de derecha en Chile, no es
propio sólo de la derecha política; lo es también de muchos que no militan en
los partidos de derecha, es decir son ciudadanos común y corrientes.
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Este pensamiento de derecha, es de orden,
disciplina, autoridad, jerarquía, discriminación, diferenciación, fatalidad y
privilegios.
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Es decir, es un pensamiento que consagra
las diferencias como humanamente naturales, con derechos adquiridos y eternizantes.
Discrimina entre buenos y malos, entre
favoritos de Dios y condenados por el Altísimo, entre ricos y pobres, entre
malos y buenos, entre nacionales y extranjeros, entre rubios y morenos, entre inteligentes y
brutos, entre izquierdas y derechas.
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El pensamiento de derecha cree
fervientemente en que el mundo está ordenado de tal manera que unos nacen para
sufrir y otros para disfrutar; es decir,
unos vienen con estrella y otros para estrellarse, y sobre ese destino nada se
puede hacer. Es un poco el espíritu protestante
que antaño nos reveló Max Weber.
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Como creen firmemente en su suerte, en ser
favorito de los dioses, entonces su ética está absolutamente sesgada: no creen
en la injusticia del destino: social, histórico, racial o familiar.
Creen que todo es así, que así funciona el
mundo y por tanto las cosas deben permanecer tal “como Dios manda”.
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El pensamiento de derecha impone además un
sentido jerárquico absoluto: para mandar son elegidos los mejores, y como ellos
piensan que son los mejores y además elegidos para serlo, se sienten con el
derecho de gobernar, como quien dice “por derecho divino”. Que no lo digan así,
literalmente, por estos días, simplemente es por una conveniencia cultural: las
constituciones de estos tiempos ya hablan de derecho soberano y no divino. Lo
de “soberano” les gusta, pues sus ancestro necesariamente debieron ser nobles,
por tanto asimilan esta palabrita
“soberanía” al derecho de los reyes y sus cortesanos.
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Por eso cuando la chusma se pone atrevida y
se sale de madre, entonces la soberanía es desalojada de su provisional derecho
ciudadano y es transferido nuevamente a quienes pertenece: es decir a la
derecha eterna.
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Lo hacen vía “manu militar”, o lo que
quieran, pero se debe hacer entrar en vereda a ese pueblo para que sepa que
bajo las estrellas Dios estableció un
orden y sus garantes son ellos, hijos privilegiados del Creador.
¿Epur se muove?
(pero se mueve)
Pero desde que Copérnico
y Galileo establecieron la ruptura con el orden eterno aristotélico, se sabe
que en la Tierra rige el movimiento, no la rigidez eterna ni el orden estático;
desde que Rousseau le dio por decir que el hombre natural nace bueno y que es
el orden que rige la civilización (administrada por estos hijos del orden
divino) la que le corrompe y vuelve malo; desde que Stirner instala el derecho
de todo individuo a ordenar su vida sin sujeción a ninguna autoridad y luego
Nietzsche dice que todo pensamiento en la historia es una pura fábula sin
fundamento ni respaldo; cuando el mismo Darwin nos pone a la altura de los
demás seres de la naturaleza y plantea que llegamos a la condición humana
simplemente por cambios profundos en la filogénesis animal y que no fuimos
creados a imagen y semejanza de nadie, a no ser de los simios; cuando Hegel
viene a plantear que la historia avanza y no permanece estática, que la
confrontación dialéctica va generando un acercamiento al sentido de realización
del espíritu en la historia, pero con transformaciones conflictivas y
complejas.
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Cuando todo habla de los cambios incorporados a la vida natural y social como
nuevo orden del mundo, la derecha a lo único a que atina es a terminar siendo
neodarwinista, pero cierran el camino de la evolución hasta llegar al concepto
de que en la competencia por la sobreviviencia gana el más apto: y los más
aptos son los triunfadores, es decir ellos…
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Entonces ya se terminó la evolución,
el cambio y por tanto la historia se
acabó. Ahora hemos llegado al “fin de la historia” y no se deben demandar cambios
a lo que ya terminó su proceso.
Es decir, aunque
la derecha pierda…la derecha es la que gana. Siempre ha sido así (con contadas
excepciones) y parece que por este lado del planeta…seguirá siendo así, a pesar
de las palizas sufridas, similares a las recibidas por “El avaro” en las
escenas brindadas por Moliere.
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La derecha nunca muere
Los que crean
que por esta derrota la derecha está en su tiempo de agonía, están equivocados.
No es la primera vez que esta derecha queda con un pie dentro del cajón…y no
será la última. El pensamiento de derecha está internalizado en el cerebro
primario, en el llamado Bulbo Raquídeo o en el también llamado cerebro reptil;
es decir ese cerebro más básico, el que se formó primero en la evolución
animal. Es esa parte del cerebro que regula los instintos de sobrevivencia,
defensivos y de ataque. Por eso hay guerras y las habrá mientras nos domine ese
cerebro belicoso; es lo mismo que decir
que “habrá siempre pobres”, como advertía el maestro Jesús; porque habrá
siempre ambiciones desmedidas, que es su contraparte lógica.
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Entonces la
derecha es como las semillas del desierto, germinan a pesar de lo inhóspito,
apenas con una gota de humedad hace propicio su renacer. Su poder de
recuperación es instintivo y telúrico, por tanto pertinaz y dominante en
la especie.
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Queda un largo
trecho para alcanzar la era de “animal racional”, que proponían los griegos. Ya
Freud nos descubría como animal dominado por los instintos y el inconsciente,
por tanto por una irracionalidad campeadora, esa misma que propone el individualismo, el materialismo, el
hedonismo, el militarismo y toda esa animalidad primaria que absorbe y desborda
la vida del hombre moderno.
Así es que hay
que prepararse, pues la derecha tendrá otras oportunidades, pues tiene el
terreno fértil de una condición humana que aún no es para nada tan humana o,
para otros, tal vez es “humana, demasiado humana”.
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