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jueves, 12 de diciembre de 2013

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LA FIESTA DE LA DEMOCRACIA PUEDE CONVERTIRSE EN DANZA DEL FUEGO Y LA FRUSTRACIÓN MASIVA
Por Walter Krohne

La fiesta de la democracia puede convertirse el domingo en una verdadera pesadilla por las múltiples promesas que se han hecho en una larga y accidentada campaña electoral, muchas de ellas no son nada de fáciles de concretar, lo que puede llegar a convertirse a largo plazo en una gran frustración para los electores que confían con entusiasmo y esperanza en una de las dos candidaturas.

El debate del martes pasado dejó bastante bajos los niveles de entusiasmo porque quedó más o menos claro que de las dos candidaturas ninguna es la carta política que Chile necesita en estos momentos claves o cruciales, en que se acercan nuevos nubarrones coyunturales provenientes de otras regiones del mundo o de las especulaciones en los centros financieros  que pueden volver a enturbiar nuestra  siempre débil realidad económica, recordando que mayoritariamente dependemos del cobre.

Dos posiciones políticas que desean cambiar el país: una de la derecha apoyada principalmente por dos partidos tradicionales, de los cuales, el más conservador y con fuerte herencia pinochetista, la Unión Demócrata Independiente (UDI), ha sido desde el inició de la nueva democracia chilena un obstáculo frente a todo tipo de cambios, especialmente los más fundamentales vinculados con la Constitución. Reformar esta Carta será siempre un tema difícil “de digerir”. Y en este punto están las promesas realizadas por la centro izquierda de la Nueva Mayoría,  cuya candidata presidencial Michelle Bachelet se ha comprometido a redactar una nueva Carta Fundamental sin tener los votos necesarios en el Congreso para hacerlo. Aparte de ello se dispone a darle total gratuidad a la educación básica y media y también universitaria, para lo cual requiere de una reforma tributaria. En estos frentes deberá luchar primero internamente en su coalición con un abanico de partidos que van desde la socialdemocracia, la extrema izquierda comunista hasta el sector más conservador de la Democracia Cristiana.

Sin embargo, en el debate de Anatel no tuvieron respuestas claras preguntas claves que se hicieron como, por ejemplo,  referentes al financiamiento de las campañas. Es importante esto porque habría que saber qué grupos económicos están detrás de las promesas, porque al final dependerá de ellos que éstas puedan cumplirse o no, porque cada aporte económico tiene un precio concreto. Es importante que el electorado sepa quien maneja como marionetas a estas candidaturas. Las candidatas no saben o no quieren saberlo, no conocen las cifras o no quieren decirlas, a pesar de ser temas claves para mirar como va a ser nuestro futuro y en que manos quedaremos.
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En el debate quedaron muchas dudas. El programa de Evelyn Matthei carece de cambios fundamentales, más bien la tendencia es mantener lo que hay con algunos ajustes cosméticos. Los grandes abusos de empresarios y del sector financiero seguirán tan vigentes como hasta ahora, esperándose sí que se incremente el sistema de vigilancia y control a través del Sernac. En todo caso, tanto la educación, la salud, el sistema de pensiones, las contribuciones y otros seguirán siendo servicios u obligaciones caras o muy caras, lo que le impedirá al trabajador poder progresar con rapidez o solidez. 

En un Chile con esta receta , los precios se mantendrán elevados y es posible que la pobreza pueda volver a aumentar.  Chile no ha impulsado un plan serio para diversificar las fuentes de producción, que desde el punto de vista de los ingresos nos permitan alejarnos de la vulnerabilidad permanente de nuestro modelo que se enferma cada vez que recibimos los coletazos financieros del extranjero o baja el precio del cobre. Igualmente con la energía.
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Una revolución en forma y con ganas se hace con fuerza y planes sólidos y concretos, porque en una revolución se trata de cambiarlo todo, incluyendo el modelo económico. Esto no es así en ninguna de las dos candidaturas. Ninguna propone cambiar el modelo neoliberal por otro o al menos flexibilizarlo, aunque las dos saben que es precisamente este modelo el que ocasiona la creciente desigualdad económica y social en Chile. 

Ni siquiera hay una propuesta clara para eliminar de raíz el sistema de pensiones, el de la las AFP, igualmente un concepto neoliberal extremo,  que ha resultado ser una solución miserable para los trabajadores chilenos tras una vida entera dedicada al trabajo,  al que tampoco han podido renunciar al cumplir 65 años porque tienen que seguir activos, sea como sea, para  tener un techo y poder comer.

Lo peor de todo es que el jubilado llega enfermo a “gozar de la tercera edad”, a veces con múltiples males, sin tener tampoco la posibilidad de recibir una salud digna para intentar pasarlo mejor o mejorar la calidad de vida. El servicio de salud del Estado es deficiente o muy deficiente a veces, mientras las cotizaciones de las isapres no se pueden pagar porque además suben mientras el usuario se envejece.

El problema del domingo estará también en la abstención. ¿Para qué votar si ninguna de las dos fórmulas son creíbles?
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Aparte de esto el futuro dependerá de las ”componendas políticas”  que se hagan, porque es muy probable que detrás de cualquiera de los dos futuros eventuales gobiernos estén los mismos “viejos tercios” que en 23 años de democracia no han hecho nada o muy poco para cambiar la situación personal de los chilenos. Es cierto que varias multinacionales han levantado numerosos edificios y estructuras viales, túneles  o han desarrollado grandes negocios más bien en beneficio propio, pero ¿qué le ha llegado de este desarrollo al chileno medio aparte de que algunos turistas extranjeros nos vengan a decir "que bonito y moderno es Chile"? ¿Tenemos sueldos decentes o estructuras estatales que atiendan decentemente nuestras necesidades en educación, salud y de empleo?

La verdad es que nos hemos quedado pegados en la frasecita del  ex Presidente Patricio Aylwin, “en la medida de lo posible”.  Y así también lo han comprendido los políticos que hoy usufructúan del sistema apartándose de la palabra “revolución” o resignándose a la frasecita famosa ya recordada.

El cambio de actitud o el empoderamiento de la gente (el proceso por el cual se aumenta la fortaleza espiritual, política, social o económica de los individuos y las comunidades) comenzó con las manifestaciones estudiantiles lideradas por los estudiantes que despotricaron abiertamente contra el sistema político establecido o el sistema de bloques políticos opinando que ambos eran la misma cosa… ¿Pero que ha pasado hoy día?  Los principales líderes jóvenes como Camila Vallejo, Karol Cariola y Giorgio Jackson, que hoy son diputados electos, y que juraron entonces ser los pilares de la revolución en Chile, hoy todos, salvo Gabriel Boric, están sentados nada menos que en la falda de Bachelet a quien criticaron y rechazaron con fuerza.

¡Se acabó la revolución, comenzó para ellos la vida burguesa!, porque así es la clase política, todos iguales.


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